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El «padre» de la Galicia autonómica cumple cien años

Gerardo Fernández Albor fue el primer presidente electo de la Xunta y mentor político, entre otros, de Mariano Rajoy

Fernández Albor, durante su última entrevista en ABC MIGUEL MUÑIZ
Mario Nespereira

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Gerardo Fernández Albor (Santiago, 1917) agarró de la mano a Galicia hasta cruzar con ella las puertas de su autonomía. Es su «padre político», el primer presidente electo de la Xunta, y todas las labores que engalonan ahora, que acaba de cumplir cien años, el grueso de su biografía: médico, aviador e intelectual.

Pero el polifacetismo de Albor no sino un pasaje previo a su trayectoria política. Manuel Fraga lo designó para encabezar las listas de Alianza Popular en las primeras elecciones gallegas de 1981 con la misión de restaurar la vocación de autogobierno de Galicia, abotargada tras los años opacos de la dictadura. Ganados los comicios, el primer discurso de Albor se produjo en una escena que muchos diputados de entonces recuerdan por el frío, por un jovencísimo Mariano Rajoy entre los presentes y por el talante regionalista y conservador del doctor compostelano. Aquel 8 de enero de 1982 se retrotrajo a las palabras Castelao para recordar a los nuevos diputados que estaban mandatados para «dar a los gallegos luz a su noche, pan a sus demandas y dignidad a su vida» .

Lo que vino después fue la historia de una primera Xunta en pañales, casi tan frágil como los acuerdos que permitieron a Albor hacerse con las riendas del ejecutivo. Una moción de censura liderada por su vicepresidente, Xosé Luís Barreiro Rivas, terminó por apearle del poder, con la toda la crudeza de ver a un hombre ultrajado por sus aliados. Todos sus logros empezaron, entonces, a conjugarse en pasado. El Albor presidente daba paso a Albor, el constructor de una nueva Galicia . El primer guardián del Estatuto de 1981, el que promovió la normalización lingüística, la fundación de la televisión pública, y la configuración de todo un esqueleto administrativo, cuando éste todavía no sabía ni dónde debía ser ubicado.

«Me quedó una cosa por conseguir, que el presidente de la Xunta estuviese en la plaza del Obradoiro», relató en la última entrevista concedida a ABC , el pasado mes de abril. Tuvo que lidiar con la presión de La Coruña para que Santiago no fuese declarada capital, pero resistió. En su ADN estaba hacerlo: «He sido un demócrata toda mi vida y Galicia ha mejorado un disparate» .

Mentor de Rajoy y Feijóo

Albor no dejó de volcar todo su capital en quienes creía que merecían recibirlo. Así le ocurrió a él, craido culturalmente bajo el paraguas de la intelectualidad galleguista de los años 50. Cuando ejerció de maestro, tuvo alumnos aventajados. El hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es uno de ellos, a quien presume de conocer «desde niño» . «Antes de dedicarse a la política, sacó unas oposiciones que lo harían millonario en un año. Hoy los políticos no han demostrado antes que saben vivir de otra cosa». Él contribuyó a su ascenso: lo aupó a la vicepresidencia tras la dimisión en tromba de Barreiro y sus aliados.

Ahora regala lisonjas al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y no duda en colocarlo primero en la línea sucesoria popular. El jefe del Ejecutivo autonómico le correspondió hoy con la felicitación en nombre de todos los gallegos , agradeciendo su «extraordinaria» capacidad para recordar nombres y contextos, siembre regados por un especial sentido de la «retranca».

Uno de sus éxitos más especiales, como siempre rememora, fue su papel como presidente de la comisión por la reunificación de Alemania. Su retrato cuelga en la actualidad de los pasillos del Bundestag . Sus vínculos sentimentales con los germanos (con quienes se formó como médico y aviador) siempre han estado presentes, muchas veces a la hora de comparar cómo se reconocieron allí sus méritos, mientras en Galicia los homenajes tuvieron que hacerse de rogar. «Aqui, nada. En Alemania, todo», lamentó para ABC. El próximo 15 y 16 de septiembre la Universidad de Santiago celebrará unas jornadas para repasar la trascendencia de su figura. Una deferencia para quien bautizó la Galicia moderna.

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