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ENTREVISTA A SUSANA LÓPEZ ABELLA I SECRETARIA XERAL DE IGUALDADE

«No entiendo que en una orquesta ellos se vistan y ellas solo lleven una malla»

La secretaria xeral defiende el empoderamiento de la mujer desde niña, critica sin ambages prácticas sexistas aún presentes en la sociedad y habla claro: «Sí a la prisión permanente revisable»

La secretaria xeral durante la charla con ABC MIGUEL MUÑIZ

PATRICIA ABET

En la mesa de reuniones del despacho de Susana López Abella se abordan al cabo del mes decenas de temas vinculados con la mujer. Y a estas alturas de la lucha por la igualdad real, ninguno secundario. Desde la lacra de la violencia machista hasta el preocupante regreso a estereotipos machistas en las nuevas generaciones, la secretaria xeral tiene claro que «algo se mueve» pero que queda mucho camino por recorrer. Y que esa labor, «es de todos».

Resulta obligado empezar la charla por el caso de Getafe. La muerte de dos menores a manos de su padre, que los quemó en su habitación. El año pasado fueron ocho los niños asesinados por sus padres o por las parejas de sus madres.¿Es la muestra más extrema de la violencia machista?

—Sin duda. Aquí tuvimos varios casos, muy duros, como el asesinato de un niño en Betanzos. El caso de Moraña nos rompió a todos y hay una familia y un pueblo que siguen sufriendo. Estoy convencida de que es el acto más cruel y prueba de ello es que cuando hablamos con las mujeres, las que son madres siempre dicen que su mayor miedo no es su integridad física, sino la de sus hijos. Y muchas de ellas reaccionan por ellos. Hace años decían que no denunciaban por sus hijos, pero se ha dado un cambio. Ahora sí denuncian y en muchos casos son salvadas por sus propios hijos.

El año pasado fue el más mortal y la estadística resalta que la mayoría de los niños convivían con sus asesinos...

—Sí, por eso estamos intensificando los programas de intervención psicológica para menores, porque con esos niños hay que trabajar a nivel terapéutico para evitar que reproduzcan lo que han vivido a lo largo de su infancia. Cuando viven en estos entornos tienen todo lo contrario de lo que representa la infancia. Por eso estamos intensificando los programas en este ámbito y también en el educativo.

En Galicia tenemos al único condenado a la pena de prisión permanente revisable, el filicida de Moraña. Ahora que el debate sobre la pertinencia de esta ley ocupa tantos titulares, ¿prisión permanente sí o no?

—Sí, rotundo. Estoy totalmente de acuerdo con ella, remarcando el revisable.

Esta ley busca acabar con la sensación de impunidad que muchos agresores tienen y que los lleva a delinquir una y otra vez, aunque se sientan en el ojo del huracán. Le pasó al autor confeso de la muerte de Diana Quer. ¿Ese sentimiento es propio de la psique del maltratador?

—Imagino cómo se pueden sentir esos padres, en el caso de la carta del Chicle... sí es algo común que en la psique del maltratador esté presente ese sentimiento. Nosotros llamamos a la víctima cuando Instituciones Penitenciarias nos traslada que va a salir el maltratador y la reacción suele ser muy dura, de miedo, de pánico. Porque el maltratador lleva en su ADN pegar y ese sentimiento de impunidad viene de una educación totalmente patriarcal y machista que los hace pensar que la mujer es suya. Y si no es suya, prefieren verla muerta.

El pasado año fallecieron en España 48 mujeres a manos de sus parejas. Una en Galicia, aunque hay otro caso en investigación, el de Redondela. ¿En qué punto está?

–Para nosotros hay tres casos. Está el niño Javier de Oza, asesinado por su padre presuntamente; está el caso de Virginia de O Carballiño y está el caso de Sesé, de Redondela, que sigue en investigación. Normalmente cuando el asesino no se suicida acaba confesando, pero cuando no lo hace la investigación dura más y se buscan todos los indicios, que es en lo que estamos.

Hay quien sostiene que acabar con las muertes por violencia de género es cuestión de voluntad política. ¿Es una afirmación simplista? ¿Lo que necesitamos es un cambio social efectivo?

—No es solo una cuestión de voluntad política. Está claro que las administraciones tenemos que ser ejemplarizantes y que la violencia de género esté en los primeros puestos de nuestra agenda política, pero también es cierto que tiene que haber una conciencia social. Hasta hace poco se escuchaban comentarios que como responsable política me frustraban, como cuando dicen que una mujer usa una denuncia de este tipo para mejorar su separación. Eso te indigna y es un problema de conciencia social. En 2011 hicimos una macroencuesta de la percepción de la población gallega sobre la violencia de género, que ahora vamos a actualizar. En ella salía que el maltratador respondía a un perfil muy claro de un hombre que bebía de clase social baja y en paro. Y nada que ver. Esta violencia es transversal y no hay perfiles.

Se trabaja con intensidad entre los jóvenes y también en el rural. ¿Cuáles son las estrategias?

—En el caso de las mujeres jóvenes nos preocupa que se estén aceptando roles sexistas que los medios audiovisuales lanzan constantemente y que cosifican a la mujer. Hay anuncios de perfumes que no se entienden, con un hombre todopoderoso que poco menos que hace la gana con las mujeres que se rinden a él. Se ha avanzado pero vienen otros tipos de ataques que son tremendos. El otro día unas chicas de 12 años me preguntaron si me parecía bien que en las orquestas los chicos apareciesen vestidos y las cantantes o las bailarinas fuesen tan ligeras de ropa, y yo les dije que no. Respeto la libertad de cada uno en su espectáculo, pero en una tarde de frío tremenda que veas que ellos van perfectamente abrigados y ellas van con una malla me parece un reclamo y debemos revisar esas imágenes. En el caso rural la estrategia es más compleja porque esas mujeres tienen interiorizada la culpabilidad. Es una población dispersa, mayor y que a veces no encuentra apoyo en su ámbito familiar. De ahí los centros de atención a la mujer y el darle conocimientos para manejarse, por ejemplo, con Internet. También está el trabajo con los concellos, fundamental.

Las reivindicaciones del 8-M, el movimiento «Me too», la lucha contra los micromachismos… ¿Algo se mueve?

—Sin duda. Hemos evolucionado mucho, pero queda por hacer. Seguimos reivindicando la igualdad salarial o que no existan discriminaciones ligadas a la maternidad. También la corresponsabilidad. De los 2.700.000 habitantes que hay en Galicia las mujeres somos el 52%. Galicia no puede prescindir de la mitad de su talento.

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