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Juicio en La Coruña

«Me dijo que igual tomaba vasos de vino como mataba hombres»

El maderero raptado en Lalín relató ayer un secuestro plagado de vejaciones y maltratos

Dos de los ocho acusados Miguel M.C. y su hija Isabel, sentados en el banquillo EFE

PATRICIA ABET

Separado del resto de la sala por un biombo que ocultaba su rostro, el maderero secuestrado en Aranga en enero del 2014 ofreció ayer al tribunal su relato de seis días de encierro y humillaciones. Según el testimonio de Abel Diéguez —a quien el rapto le dejó importantes secuelas psicológicas— sus secuestradores supieron que se habían equivocado de víctima incluso antes de hacerlo entrar a punta de pistola en el maletero del coche. «José Manuel [por uno de los hermanos Mejuto] dijo que no era yo mientras los otros me arrastraban» , explicó el empresario mientras narraba la cita en la que, supuestamente, lo detuvieron y se lo llevaron hasta una palloza abandonada. Allí, «encima de paja y barro», pasó Diéguez la primera noche de su rocambolesco secuestro, originado por una deuda que la empresa de su hermano habría contraído con el padre de los hermanos Mejuto, cabecillas de esta banda formada por ocho personas, todos familiares y amigos.

«Uno de ellos me dijo que mi vida valía 70.000 euros. Yo llamé a mi mujer muy asustado para que pagase»

Con sus respuestas a las preguntas de la fiscal, Diéguez perfiló la violenta y agresiva personalidad de los dos supuestos ideadores del rapto. Con amenazas del tipo «yo igual me tomo vasos de vino como mato a hombres» , José Manuel Mejuto trató, presuntamente, de imponer su autoridad ante una víctima «totalmente atemorizada» por la situación. «En un primer momento me dijeron que era una cosa de drogas y me asusté mucho. Después me dijeron que mi vida valía 70.000 euros », recordó Abel sin querer verse cara a cara con los acusados. Durante su cautiverio, el maderero tuvo la cabeza cubierta con un gorro que solo le permitía distinguir siluetas. También se le grabaron las voces de sus captores, y lo que cada uno le decía. « Me gritaban que me estuviese quieto, que si no me pegaban dos tiros . En una ocasión les pregunté si me iban a matar y no me contestaron. Después me dijeron que si me ponía nervioso me llevaban a dar un paseo», recordó.

Humillaciones y amenazas

Estas presuntas amenazas se alternaban con episodios de humillación que hicieron mella en el secuestrado. « Dormía con la cabeza pegada al cubo donde echaba mis excrementos , me daban patadas para que no durmiese y una de las veces la mujer me llegó a sacar el pene para orinar jactándose de mí», confesó el maderero durante más de dos horas de declaración. «Intenté salir, pero no pude» , ha dicho el empresario, que reconoció haber temido por su vida durante el tiempo que estuvo secuestrado . En una ocasión, tal y como él mismo ha relatado, llamó a su mujer para pedirle que pagase a las personas que lo tenían retenido. «Aterrado, como nunca en mi vida, le pedí que me sacase de allí», afirmó.

«Nadie habló de secuestro»

Antes de escuchar la versión de Abel Diéguez, la fiscal zanjó los interrogatorios de los seis acusados que quedaron pendientes de la primera sesión. Durante su turno de palabra, el matrimonio dueño de la cabaña donde Abel pasó cinco días confesó que ellos no estaban al tanto de lo que estaba sucediendo. «Un día me acerqué allí y él me dijo que me fuese y no volví», explicó Miguel Martínez para justificarse. En la misma línea, su esposa indicó que «yo creía que lo estaban protegiendo de algo o de alguien , y le decía que le llevasen comida. Cuando llegó la guardia civil fue la primera vez que yo oí hablar de secuestro, nadie aquí había dicho esa palabra», sostuvo.

«Les pregunté si me iban a matar, pero no contestaron. Me guardaba las fotos de mi familia entre los dedos»

La mujer de José Manuel Mejuto , por su parte, insistió en que pensaba que Abel Diéguez estaba allí «por un problema con su mujer». Y matizó, «yo a mi pareja no le preguntaba porque a mí no me interesa nada de su vida» . El hijo de Jesús Mejuto, señalado como cabecilla, apoyó la versión de su padre y reveló que «todos estaban de acuerdo porque querían cobrar». De igual manera, salpicó a los dueños de la cabaña apuntando que fueron ellos quienes acondicionaron el zulo con un colchón y unas mantas.

El juicio contra los ocho acusados de secuestrar al maderero después de confundirlo con su hermano se retomará esta mañana con las declaraciones de la pareja de la víctima y de los agentes que participaron en el rescate, provenientes de un grupo especial de la Guardia Civil. La banda de Lalín se enfrenta a condenas de entre 10 y 13 años de prisión.

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