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La ¿burbuja? de los festivales en Galicia

La Comunidad baila cada verano al son de estos espectáculos que buscan ofrecer un plus y complementarse para no poner piedras al fulgurante ascenso de este sector

Concierto de Iron Maiden en el Resurrection Fest de Viveiro ELISEO TRIGO

DAVID GÓMEZ

Portamérica, Revenidas, V de Valarés, Resurrection , Ortigueira… Todo tipo de música y todo tipo de localizaciones; sean de iniciativa privada o pública, gratuitos o de pago, de un día de duración o de tres… Galicia acoge un número imposible de cuantificar ante el «boom» de iniciativas que reciben el nombre de festivales , muchas veces desde los propios concellos y diputaciones provinciales pero que no se ajustan totalmente a la definición. Jóvenes (y no tan jóvenes) se dejan caer por sus eventos favoritos para escuchar a algunos de los artistas que vinieron o vendrán este verano por esta esquina de la península: desde Leiva a Love of Lesbian, pasando por Rammstein, La Pegatina, Rulo y la Contrabanda o el famoso DJ Chimo Bayo.

Pero, ¿hay sobresaturación de este tipo de celebraciones? ¿Se puede llamar burbuja a la acumulación de estos festejos? ¿Hay espacio para todas estas propuestas? Entre los propios responsables de estos festivales hay disparidad. El del Revenidas, Xoán Quintáns, lo tiene claro: «Sí. La evolución está cambiando de fiesta a festival, pero el problema es que ahora cualquiera hace un festival, incumpliendo normativas, con competencia desleal de asociaciones y de concellos que contratan a gente para conciertos gratis». Además, recuerda que varios festivales, alguno con varios años de trayectoria, ya no se celebran en la actualidad.

Uno de esos festivales gratuitos es el Noroeste, que llena de música las calles y plazas en La Coruña, aumentando el éxito cada año. El concierto estrella de este año fue el de la banda británica Kaiser Chiefs, que costó al erario público 111.320 euros. El concelleiro de cultura de la ciudad, José Manuel Sande, defiende estas acciones. «Los modelos coexisten, tenemos conciertos de pago en el festival, así como una programación, también de pago, consolidada durante el año en la ciudad. El festival está en las Fiestas de María Pita y no es un intento de desestabilizar los mercados». Además, destaca las condiciones laborales, otra de las polémicas siempre activas con los festivales: «aquí todo el mundo cobra, llegamos a un acuerdo con la Asociación de Músicos ao Vivo para cumplir los criterios laborales”.

El resto de festivales consultados son de una opinión similar, aunque no crean que haya una burbuja como tal dentro de esta oferta. Así, Kin Martínez, director del Portamérica cree que «hemos aprendido a repartir la agenda y ser complementarios. Yo hablo de festivales creados por promotores serios, o sea, calidad, legalidad y seguridad, a partir de ahí se llama festival, no a cualquier cosa. A lo mejor nos llevamos una sorpresa y hay pocos que cumplan. Entre ellos, yo creo que hay hueco; hay gente que hasta sale de Galicia de turismo musical».

La ley de la jungla

Por su parte, David Jiménez Zumalacárregui, del V de Valarés, responde que lo de la burbuja es una duda continua en muchos lugares del país: «Esto es la ley de la jungla. Yo no veo mal que haya conciertos. No estábamos acostumbrados a tener tanta oferta: no lo llamo burbuja, pero sí intrusismo laboral. Deberíamos respetar un poco más el trabajo de los promotores privados y no hacer tanto concierto gratuito de bandas que no lo necesitan. La iniciativa pública debe ayudar, complementar y facilitar, no hablo que sea un mar de subvenciones. La cultura debe ser beneficiada y facilitada pero no contratar a diestro y siniestro pagando cantidades enormes».

Esa financiación es una de las claves. Por una parte, los patrocinadores privados, que apuestan por este tipo de eventos, aunque los promotores creen que determinadas empresas deberían respaldarlos más. Por otra, los organismos públicos, que apoyan sus propias iniciativas gratuitas , pero que también sufragan una parte de los conciertos de pago. Es el caso de concellos, que ven la llegada de miles de personas a su localidad como un incremento de ingresos, de diputaciones o de la propia Xunta, que desde Agadic establece una subvención general –el que más dinero recibe es el Resurrection Fest–. Jacobo Sutil, director de Agadic afirma que la ayuda total es de 220.000 euros para «festivales profesionales, que generan algo más, que cobran entrada. Financiamos algo en lo que hay empresas, financiación privada detrás. Lo bueno de nuestros festivales es que los organizadores se han puesto de acuerdo para colocarlos. Hay un panorama muy amplio, pero no sobresaturación». También remarca que todos «los financiados públicamente (y los que no) tienen que cumplir las normas. Si no sería una competencia desleal ya que ofrecen un producto más barato no contratando algo obligatorio”.

Elemento diferenciador

Todos afirman y defienden un modelo que se aleje de las grandes aglomeraciones, del macrofestival predominante en la costa levantina. Pero los eventos musicales de esta esquina de España necesitan, además, otros alicientes que puedan atraer ese turismo musical a Galicia. Todos, con sus diferencias, decidieron apostar por lo propio, por la tierra y el potencial de las playas o la comida local. Es el caso del Portamérica, con la presencia de los chefs estrellas Michelín o del Revenidas con una sardinada popular. El entorno natural de Galicia es otra apuesta segura: desde el festival de Ortigueira a las paradisíacas playas donde se celebra el V de Valarés, en Ponteceso. Al final, las diferentes apuestas musicales de Galicia luchan con sus particulares armas para consolidar ese hueco que ya han conseguido abrir en el panorama musical nacional, en un lugar donde las orquestas han tirado mucho de la idea de que la música en directo debe ser una oferta gratuita .

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