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José Luis Jiménez - Pazguato y fino

Abrazando al verdugo

Mucho antes de que las coletas y el morado entrasen en nuestras vidas, en Orense ya sabían lo que era el populismo

Mucho antes de que las coletas y el morado entrasen en nuestras vidas, en Orense ya sabían lo que era el populismo. Apenas tenían que sintonizar la televisión local y atender a las ocurrencias que un telepredicador recetaba como soluciones para la ciudad. Antes de «La Tuerka» existía Auria TV, donde se podía disfrutar de programas de humor travestidos de debates, regados con buen (y abundante) vino pero de escasos papeles en regla para emitir. Con este soporte para sus monólogos, Gonzalo Pérez Jácome jugó la baza del outsider en 2011 y obtuvo dos concejales. No engañó a nadie, para ser honestos: él era lo que se veía en la tele. Y hubo ciudadanos que debieron sentirse representados con esos modos.

En su primera legislatura, además de espantar a su compañera de grupo, se dedicó a torpedear al gobierno socialista de Agustín Fernández Gallego, alcalde circunstancial tras caer su antecesor, Francisco Rodríguez, en las procelosas aguas de la «Pokemon». La ofensiva fue sencillamente brutal. No había concejal del PSOE que no recibiera las coces de Jácome, un tipo que sólo concibe la política desde la ejecución sumaria del contrincante, a poder ser ahondando en la destrucción de su imagen pública. Fernández Gallego o Áurea Soto fueron dos víctimas del cabecilla de Democracia Ourensana, al que su campaña de acoso le llevó a cosechar ocho sorprendentes concejales el pasado mayo. La ciudad quería un chirigotero profesional en vez de los amateurs del resto de partidos.

Aquellas elecciones las ganó el PP mientras el PSOE se derrumbaba por su división interna. Otro candidato de primarias que se desnucaba en las urnas. Pero en un arranque de extraña dignidad, se negaron en redondo a entregarle la alcaldía a Jácome, quizás porque Vázquez Barquero presenció en primera fila las puñaladas del populismo a sus compañeros de partido durante los cuatro años anteriores. Parecía que, por una vez, el socialismo aplicaba el sentido común y trazaba un cordón sanitario no contra el PP, sino alrededor del Club de la Comedia orensano. Olvídense, fue un espejismo.

Apenas ocho meses después, el mismo PSOE que tuvo en Jácome a su verdugo se abraza a él para una reprobación a Jesús Vázquez injustificada, como expresó Orense en Común, formación nada sospechosa de comulgar con el PP. Sólo hay dos posibles lecturas. Una, que Jácome se haya convertido en estos meses en Olof Palme y sea el líder que precisa la ciudad. Otra, que el PSOE haya perdido el poco norte que le quedaba y le baste cualquier instrumento para ir contra el PP, aunque ello suponga dinamitar una bomba de hidrógeno político en la capital de As Burgas. Escuchado el soliloquio que gastó Jácome ayer, parece que la versión acertada es la segunda. Por momentos, este PSOE no se sabe si da más pena o vergüenza, dos sentimientos que a buen seguro albergarían ayer Fernández Gallego y Áurea Soto.

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