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Toni Subiela - Tribuna

Entre sueños y pesadillas

«La buena política o, al menos la deseable, es aquella que persigue los retos a los que puede llegar»

Puigdemont y Junteras, en el Parlamento catalán EFE

Resulta agradable recrearse en ese sueño que parece estar ahí, a nuestro alcance, algo que anhelamos en algún preciso instante de nuestra vida. Del mismo modo, se entra en lo irritante y tormentoso de una pesadilla si cambiamos dos simples detalles en ese relato que, de repente, igual nos impide dormir.

Así, y aunque no lo parece, se puede entender la utopía como algo alcanzable, como el sueño que perseguimos, como ese horizonte hacia el que nos dirigimos y queremos llegar. Todo lo contrario de la quimera , imaginación desbordada de algo que es altamente improbable lograr, desgaste de nuestra creatividad y cansancio insuperable.

Todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida están guiados en función de una u otra, como motor y meta en nuestros caminos. El problema viene cuando no interiorizamos la diferencia entre ambas y conducimos nuestros objetivos hacia la deriva.

El desconocimiento y la confusión entre lo posible y lo imposible son las causas del fracaso de muchas políticas y la base de demasiados engaños. Políticos que venden el paraíso a la gente y en realidad la llevan hacia el infierno que genera su propia insensatez.

La buena política o, al menos la deseable , es aquella que persigue los retos a los que puede llegar; es decir, que camina hacia lo que alcanza su vista y que a uno mismo y a los demás les genera bienestar. Sin embargo, cuando uno piensa en sus intereses particulares y en algo que nadie más percibe con claridad, se produce el desencanto y la derrota que su falta de perspectiva le impidió detectar.

Las proposiciones encabezadas por una quimera desgastan a la ciudadanía y frustran su esperanza para avanzar . Hacia un acantilado que asusta, nos conducen a situaciones desagradables que no queríamos conocer. Sin ir más lejos, los españoles vivimos una auténtica pesadilla , un espejismo producto de la sinrazón que algunos, pese a ser conscientes de lo irrealizable de su planteamiento, no desisten en perseguir.

Hemos entrado en un bucle que eclipsa aquellas utopías que con esfuerzo venimos persiguiendo desde que todos no dimos una gran oportunidad y, en su lugar, nos arrastra a una España sumida en una pesadilla sin despertar, guiada por una mala política que nunca ha atendido a razones ni valores.

A pesar de quienes confunden la libertad con sus quimeras, tenemos todo lo necesario para enterrar lo peor de estos años pasados y encararnos sin miedo hacia los sueños que perseguimos juntos como sociedad.

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