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48 horas en Alemania

«Pocas voces claras habían intentado clarificar hasta ahora las sombras narrativas del nacionalismo catalán»

Rosiñol, ayer, atendiendo a los medios en Berlín (Alemania) EFE

JOSÉ ROSIÑOL

Alemania siempre impresiona. Hay en la atmósfera germana un tono de solidez y sistematicidad que nunca deja indiferente. Un clima de poder discreto y austero, menos perceptible que el nuestro, pero más efectivo. Conscientes del momento de gravedad que vivimos y empujados por el deber ético de explicar la realidad de lo que sucede en nuestra tierra, una delegación de Societat Civil Catalana ha pasado 48 intensas horas en Alemania exponiendo nuestra visión de la situación y recordando que la causa de la razón ilustrada poco tiene que ver con la «hybris» populista independentista.

Durante estas horas, hemos descubierto que hasta los edificios más sólidos tienen grietas por las que entra agua turbia. Son esas fallas las que ha utilizado el independentismo catalán para difundir su propaganda. Efectivamente, hemos encontrado una opinión pública confusa sobre Cataluña. En nuestras abundantes reuniones, hemos oído los ecos del relato independentista. Desgraciadamente, han calado algunas de las figuras discursivas nacionalistas, como el «exilio», la apelación demagógica a la «democracia» o la denigración de nuestro sistema democrático constitucional. Pocas voces claras habían intentado clarificar hasta ahora las sombras narrativas del nacionalismo catalán.

Por eso, los medios de comunicación y las instituciones con los que nos hemos reunido han agradecido mucho las explicaciones que hemos ofrecido y han sintonizado con muchos de los argumentos que hemos expuesto. Ante todo, hemos querido romper esa identificación perversa entre «los catalanes» y «los independentistas». Hemos podido explicar, con resultados electorales y encuestas publicadas, que el independentismo no representa a la mayoría de los catalanes.

Hemos dejado claro que Cataluña es una sociedad plural, con un sentimiento de identidad compuesto, a pesar de que algunos lleven años intentando reducirlo a una única expresión. Hemos recordado que el independentismo no ha llegado nunca al 50% de los votos y que, de acuerdo a la última encuesta oficial de la Generalitat, solo el 33% de los catalanes tiene la independencia como primera opción.

En estos encuentros, hemos defendido el vigor y la calidad de nuestro Estado de Derecho -siempre sujeto a mejoras, evidentemente-. Hemos acentuado el enorme consenso sobre el que se basó nuestra Constitución -en buena medida inspirada en la germana-. De hecho, hemos podido exponer las altísimas competencias de que goza la Generalitat, que en diversos asuntos superan a las de los länder.

Hemos procurado poner a nuestros interlocutores ante el espejo. ¿Qué hubiera pasado en Alemania si el presidente de un land hubiera desafiado durante cinco años, de forma pública y ostentosa, a la Constitución, al Gobierno federal y a los principales tribunales? ¿Se celebraría graciosamente o se le consideraría un serio peligro para los fundamentos de la convivencia y del Estado de Derecho? Tiene cierta sorna que países con legislaciones y constituciones más restrictivas que las españolas traten con paternalismo nuestro sistema, más inclusivo y pluralista.

Carles Puigdemont no es un «exiliado político». Es un político que ha actuado con una enorme irresponsabilidad. Sin mayoría suficiente para cambiar la ley electoral o la ley de medios audiovisuales, ha derogado el Estatuto y ha abolido la Constitución. Todo ello, entregando Cataluña a una enorme tensión y cabalgando sobre un populismo nacionalista que supone un ataque frontal a la lógica de cooperación e integración que caracteriza el proyecto europeo.

A lo largo de estos encuentros no hemos querido entrar en la discusión sobre la extradición y los delitos penales. La lógica judicial no era la nuestra. Nosotros queríamos llevar al corazón de Europa la voz de la mayoría de los catalanes. Y queríamos levantar la bandera del patriotismo constitucional que tanto ha defendido Jürgen Habermas y que tan lejos está del rupturismo unilateralista y sentimental del «procés». Frente al despertar de los viejos nacionalismos identitarios, hemos defendido una democracia constitucional liberal, plural y abierta, que se basa en el respeto a las leyes que nos hemos dado entre todos.

En Societat Civil Catalana defendemos el pluralismo político y el diálogo. Un diálogo que debe producirse en el marco de las leyes democráticas y del respeto al Estado de Derecho. En este campo de juego, vamos a seguir trabajando por la convivencia y la concordia, por volver a hacer de Cataluña una tierra próspera y admirada en una España unida en su pluralidad.

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