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Oriol Vilanova empapela la Fundació Tàpies con 27.000 postales

El artista presenta la exposición «Domingo», un mosaíco formado por postales de segunda mano

Vista de parte del mosaíco que Vilanova ha desplegado en la Tàpies ABC

MARÍA GÜELL

«Suerte que colecciono postales y no bidets», bromea Oriol Vilanova en la presentación de su exposición «Domingo» en la Fundación Tàpies. Es una broma con mucho sentido. El coleccionista despliega en esta antigua editorial de la calle Aragón la friolera de veintisiete mil postales de todos los colores y temáticas.«He decidido ponerlas todas en posición vertical para crear verdaderas columnas de postales. He buscado un sistema que combina la arquitectura como una piel que se acopla a las dos plantas. Me encantan los museos del siglo XIX como el Museo Marés que reúnen colecciones particulares… En estos centros no busco la individualidad de una pieza sino el diálogo de todas ellas». Vilanova, que vive en un apartamento muy ordenado de Bruselas, ha invadido la Tàpies.

El Mercat de Sant Antoni, el Rastro de Madrid y Els Encants son tres de sus lugares de trabajo. «Me encanta visitarlos y acercarme a sus puestos. Siempre busco una postal nueva que me sorprenda y siempre entro a regatear con los vendedores. Si no me gusta el trato que recibo no la compro. Estos mercados son mi taller de investigación». De tanto comprar postales se ha vuelto en un experto. «Las miro con ojos de coleccionista –desvela-. Curiosamente la que más se repite, allá donde vaya, es la del interior del museo de cera de Barcelona; la he encontrado en Praga, en París y en Bruselas. Una vez viajé a Marruecos buscando postales del país hasta que un vendedor me dijo que si buscaba postales de Marruecos debía ir a París que a donde se enviaban». En casa de herrero cuchillo de palo: «Yo no escribo postales. Sólo ocasionalmente a un amigo mío…». Y tampoco se las manda a sí mismo.

Por su parte, Carles Guerra, director de la Tàpies, reivindica la postal como género literario: «La postal es una forma muy directa e indiscreta de comunicarse. Todo el mundo puede leer lo que escribes». Y mientras, Vilanova sigue hablando de su colección, más de treinta cuatro mil, de las cuales la más cara fue una de Picaba por la que le pidieron ciento veinticinco euros.

La Tàpies es ahora una gran postal con dos guiños arquitectónicos dignos de remarcar. «Hemos fabricado una columnas ficticias en el segundo piso para seguir la estructura de abajo y tener una visión vertical impactante y en las escaleras que bajan a la planta baja se esconden dos columnas de postales que parecen piedras de pizarras».

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