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Cataluña

Tarradellas tenía razón

La Generalitat busca arrimar el ascua conmemorativa del retorno de Tarradellas a la sardina independentista

Tarradellas, en el balcón de la Generalitat, tras su retorno en 1977 ABC

SERGI DORIA

La afición conmemorativa -esto es, propagandística- del gobierno de la Generalitat no conoce límites. Neus Munté presentaba hace poco los actos del 40 aniversario del retorno de Tarradellas en 1977 que se han de celebrar a lo largo del año en Barcelona, Madrid, Poblet y Cervelló, localidad natal del President. Tras subrayar la efemérides, la portavoz arrimó –cómo no– el ascua conmemorativa a la sardina independentista: «Vemos que hay paralelismos con el momento actual, situaciones que todavía perduran».

¿Paralelismos? ¿Situaciones? Como lo mejor es ir a las fuentes vayamos a las cartas de Tarradellas entre 1954 y 1977 reunidas en un volumen (Edicions DAU, 2015). Veamos qué opinaba el presidente exiliado sobre Òmnium Cultural. En septiembre de 1965 les da un consejo: «Que se dejasen de crear estados pasionales entre nosotros y de subvencionar catalanes y no catalanes que dicen luchar por la independencia de los ‘países de lengua catalana’, que cerraran sus delegaciones de Europa y América y que los importantísimos gastos que esto les ocasiona los destinaran a becas -que podían ser por centenares- para los estudiantes, que ayudasen más sustancialmente a los maestros de catalán, que subvencionasen nuestro teatro, aquellas editoriales que lo necesitaban, etc. Pero todo eso no les interesaba ni les interesa, porque sus propósitos son otros».

Tarradellas reprocha a Òmnium la tosca instrumentalización política de personalidades como Pompeu Fabra o Josep Carner. El fallido retorno del que fue «príncep dels poetes» a Barcelona constituía para el President la demostración de la baja política de rencores y ambiciones personales de los «arribistas de siempre». Su conclusión era demoledora: «En mi larga vida política nunca me había encontrado con dirigentes como los de esta entidad que fueran tan inconscientes del daño que a la larga causarán a Cataluña », escribía a Ramon Sugranyes de Franch. Más paralelismos y situaciones. El modus operandi del banquero Pujol en 1970, tan revelador del futuro: «Mis temores de que Banca Catalana un día tendrá una fuerte ‘ensopegada’ son hoy más convincentes que nunca si tengo en cuenta lo que me dijo ¡y lo que sé! Me gustaría que el tiempo no me diera la razón en todo lo que digo, pero en este momento soy francamente pesimista respecto a Cataluña».

Dos años después, en una carta a Josep M. Bricall, Tarradellas reitera sus recelos hacia Pujol: «No tengo nada a decir de sus múltiples actividades políticas que de ninguna manera comparto y usted me conoce lo suficiente porque, si le digo que ME DAN MIEDO, no lo juzgue exagerado. Si él supiera lo que pienso, se mostraría muy extrañado o incluso se disgustaría, pero yo no puedo DEJAR DE MOSTRAR UNA ESPECIAL ATENCIÓN, aunque mi resolución me acarree nuevos y dramáticos sacrificios». Atención a las frases en mayúscula.

Munté destacó el carácter «obstinado» de Tarradellas. Sí, muy obstinado. Tan obstinado, que prefirió vivir con estrecheces antes que dejarse comprar por aquel Pujol al que Pla calificaba de «milhomes».

¿Paralelismos y situaciones? Honorable President Tarradellas, el tiempo le ha dado la razón.

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