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Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día

El salto de la ley o la ley del asalto

La Generalitat todavía no ha visto necesario encarcelar a nadie por infringir esa Ley y acogerse a la otra, y se conforma por ahora con pegarle un plumazo a la cartera del ciudadano

A pesar de que veamos de vez en cuando a alguien considerado «notable» entrar en prisión, eso no es más que un accidente, un flato de nuestro sistema, uno de los más perfectos del mundo para que nadie se salte del todo la ley, y no precisamente por falta de ganas, pues tenemos suficientemente acreditada nuestra capacidad para el salto y el asalto, sino porque tenemos la precaución y la ocurrencia de ponernos también contraleyes, o leyes complementarias, para que uno no sepa nunca dónde está, si a este o aquel lado de la ley.

Por ejemplo, tenemos la Ley20/2013 de Garantía de Unidad de Mercado, por la cual no se puede multar a nadie en España por rotular su negocio en idioma español; es decir, que si usted se llama Pepe y tiene una peluquería, puede perfectamente poner en la puerta un rótulo que diga Peluquería Pepe y seguir siendo una persona honrada. Pero, según la Ley del Código de Consumo de la Generalitat, Pepe y su Peluquería están infringiendo la Ley si no ponen un cartel en su puerta que diga Perruqueria Pepe, o mejor aún Pep.

La Generalitat todavía no ha visto necesario encarcelar a nadie por infringir esa Ley y acogerse a la otra, y se conforma por ahora con pegarle un plumazo a la cartera del ciudadano que alegremente ha puesto su nombre y el de su negocio tal y como lo ha dicho toda la vida y como, le consta, lo conoce y entiende todo el mundo. Al parecer, el pasado año aumentó la recaudación un 173 por ciento por esta actividad a la vez ilegal y también legal y amparada por una Ley aprobada en el Congreso de los Diputados. No es fácil entender cómo uno ha de pagar una multa por llamarse Pepe y ser peluquero, o sea, como suena, pero basta escuchar las razones del mundo soberanista en marcha para darles la razón: no se puede consentir tener una peluquería, que lo entiende todo el mundo, hay que tener una perruqueria… Otra cosa es que Pepe se llamara Mustafá y rotulase su negocio en árabe, lo cual, lógicamente, no ofendería a nadie sensato, ni tampoco a los convencidos soberanistas; lo que es intolerable es que un español escriba tan alegremente en español sin pensar que de ese modo está ofendiendo al catalanismo. En fin, que, además de la multa y el cambio de rótulo, al señor Pepe le entraron el otro día unos franceses en su perruqueria para comprar un loro.

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