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«Quijotes» contra un mar de esteladas

Ciudadanos catalanes retiran, en solitario, miles de carteles del 1-O de las calles secuestradas por el separatismo

Metro del Paseo de Gracia JAIME GARCÍA
Itziar Reyero

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Es víspera de la Mercè, domingo festivo en Barcelona . Un hombre solo, de unos sesenta años, retira decenas de carteles de su barrio del Exaimple mientras resuenan protestonas las cacerolas en los balcones, como cada noche a las diez. Este señor lleva cuatro días quitando pancartas y papeletas del referéndum ilegal , ajeno a los que le increpan y hasta le persiguen. Pero sin intimidarle. Benjamín, así se llama, es un «quijote» contra el mar de esteladas. Con la ayuda de su lanza, una espátula, atraviesa el manto uniforme de cartelería que el independentismo impone estos días en Cataluña .

-«Señor, ¿por qué retira carteles?», le pregunta un joven, que le graba con su teléfono móvil, como una atracción o por si acaso.

-«Porque están prohibidos», dice, inmutable.

B. apenas ha pasado por casa desde el jueves y no quiere salir del anonimato para no incomodar a su familia . Pero explica que se mueve impulsado por su «deber cívico». Él empezó la reconquista del espacio público junto a la sede de la vicepresidencia de la Generalitat , allí donde una multitud lo empapeló todo, hasta los coches de la Guardia Civil, al grito de «¡las calles siempre serán nuestras!» Desde entonces, no ha parado de arrancar carteles, como otros. «Les fastidia, porque se quedan sin papel», se sonríe. «Somos más, muchos más y más fuertes», añade con la mirada fija en la farola que desnuda.

Es cierto que el independentismo ha arrasado por completo el paisaje en los municipios catalanes, pero también es real que son muchos los que se rebelan. Un señor salió el domingo a quitar carteles del 1-O por el mercado de Sant Antoni con la bandera española de estandarte. Otra mujer, en otro lugar, rasga con las uñas la propaganda oficial de la Generalitat. Unos jóvenes estudiantes universitarios cogieron el fin de semana el coche para limpiar su ciudad. «Cumplimos la ordenanza municipal», ironiza uno de ellos sobre la pasividad del Ayuntamiento de Ada Colau, que vote nulo o «no» consiente que la capital sea un decorado del separatismo. El chico volvió el miércoles al barrio de Gracia, donde familias enteras empapelaron las paredes con rodillo y cola. Los niños, en escaleras o aupados por sus padres, pidiendo «votar para ser libres». Una señora mayor regaña al joven disidente... «No los quites. Pon otros, pero no los quites».

¿Y si todos hicieran lo mismo y colocaran su propaganda libremente? Pues ocurrió que, con igual instinto perruno, de marcaje al territorio, Barcelona despertó ayer aderezada con pegatinas con la bandera de España, y la «senyera» . Y hubo quien las arrancó.

En medio de esta espiral, Societat Civil Catalana ha cancelado la manifestación de la «mayoría silenciosa», ideada en la víspera del referéndum. Quieren evitar la «confrontación» en las calles. Cataluña no puede convertirse en un «Far West», con dos partes desafiándose, señaló ayer el vicepresidente de la plataforma, Álex Ramos. Desde SCC aseguran que son muchos más los que se sienten «catalanes y españoles, en distinto grado», muchos más que la apabullante masa que estos días se manifiesta en calles y campus. Pero evitarán el duelo callejero. Y esperarán a después del 1-O para movilizarse. «Hay que recuperar el seny (sentido común) frente a la rauxa (delirio)».

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