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La movilización «indepe» pierde fuelle por la desorientación estratégica

La proliferación de nuevos proyectos y una evidente fatiga pasan factura al movimiento

Marcel Mauri (Òmnium), en el arranque de la campaña de la entidad a favor de los presos EFE

Àlex Gubern / Miquel Vera

Antes del verano, el independentismo anunciaba la llegada de un «otoño caliente», una escalada de la movilización secesionista en coordinación con el «construir república» que se fijó como prioridad el gobierno de Quim Torra. Pasados los meses, el «otoño caliente» se ha transformado más bien en un otoño que no ha llegado ni a templado, como si los inusuales meses de lluvia que están remojando Cataluña hubiesen aguado el ardor «procesista».

Aunque las encuestas señalan que el apoyo a la independencia no decrece –un 47,2%, según el último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat–, es innegable que el soberanismo atraviesa una etapa de tono bajo y cierta desmovilización, una atonía que coincide con la quiebra de la unidad entre los partidos independentistas –si es que alguna vez la hubo– y, sobre todo, con el «impasse» que se produce a la espera de que arranque, entrado 2019, el juicio a los líderes del «procés». Será entonces, como asegura el presidente Quim Torra, cuando se pueda abrir lo que define como una «ventana de oportunidad», nueva expresión a añadir a un diccionario «indepe» que sirve tanto para señalar quimeras como para luego recoger velas con discreción, sin asumir fracaso alguno. Hasta entonces, tono bajo.

Si el secesionismo se encuentra en modo átono es en buena forma por la inminencia del juicio del 1-0 pero también por la dispersión de iniciativas, confusión estratégica y división que lleva a que muchas de estas no hayan tenido la respuesta masiva que antes sí era habitual. A diferencia de los momentos álgidos del «procés», cuando la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Òmnium y los partidos tiraban todos a una –o la ANC tiraba más bien de todos ellos–, el militante independentista podría decirse que ya no sabe a qué atenerse, y la consecuencia de ello es una evidente desmovilización.

El Consell de la República, el invento con sede en Bruselas con el que el fugado Carles Puigdemont pretende dotarse de una cobertura de apariencia institucional, apenas tenía 33.671 inscritos a fechza de ayer, una cifra minúscula en comparación con el millón que se fijó el expresidente de la Generalitat como objetivo. El Consell, que según el acuerdo de investidura entre ERC y Junts per Catalunya debía funcionar como una suerte de ejecutivo en la sombra desde el exilio, ha quedado reducido por ahora a una suerte de oficina para la internacionalización del proceso. Lo más llamativo fue la apertura del citado registro de ciudadanos –previo pago de diez euros–, en lo que muchos ven un intento de Puigdemont y su entorno de hacer la competencia a una ANC que no controlan.

Opa a la ANC

Con 37.396 socios con derecho a voto (últimos datos conocidos), la Assemblea Nacional sigue siendo un poderoso motor, aunque con un tesoro mucho más valioso que el de sus socios, el listado de contactos de los cientos de miles de personas que se han inscrito en las sucesivas «diadas» del 11 de septiembre . Un «mailing» de los adictos al «procés» que parece ansiar Puigdemont, en una suerte de «opa» similar a la que el mismo Puigdemont lleva a cabo sobre el PDECat con su Crida (13.000 inscritos por ahora).

Muchos más socios que la ANC o el Consell per la República suma Òmnium (115.000, según la entidad), la histórica asociación en defensa del catalán que en los últimos años hizo tándem con la Assemblea como agente movilizador. No obstante, lleva tiempo desmarcándose de los planteamientos más radicales de la ANC. La reivindicación de la libertad de los presos –Òmnium lanzó ayer una campaña para colgar hasta 30.000 carteles– es ahora prácticamente el único aglutinador entre los distintos actores del «procés». Otras iniciativas, directamente, han pinchado. La web de la ANC para fomentar una suerte de «consumo republicano» –una forma de boicot encubierto– apenas cuenta con 4.000 inscritos y 200 empresas.

Llenar el fin de semana

Para muchos, en cierta forma, el independentismo ha sido un plan para llenar los fines de semana. Es ya un tópico hablar de las «iaies» de la ANC –las abuelas de la ANC–, una forma de señalar que de forma muy amplia las movilizaciones independentistas se llenan con personas mayores. En un tramo de la vida en el que muchos echan en falta estímulos, la movilización «indepe» ofrece actividades prácticamente a diario y una forma de socializar: a muchos que en los años de la dictadura no llegaron a militar de manera activa en el antifranquismo la movilización secesionista les permite ahora cierta redención . Pero todo tiene un límite: la parroquia «indepe» da muestras de una evidente fatiga.

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