El Manifiesto

¿La República de Catalunya debería declarar ilegal la laringe de Gabriel Rufián, ese instrumento involuntario de colonización? He ahí el dilema. Ya denunció en su día Valentí Almirall que las criadas castellanoparlantes suponían un peligro inmenso para el devenir futuro de la patria dado que ejercían de quinta columna españolista en los hogares más selectos. Y de aquellos barros, estos lodos. Así las cosas, unos 270 indigenistas con conciencia de laringe oprimida han dado en exigir, manifiesto mediante, que se ponga urgente coto jurídico a la anormalidad fonética del colono involuntario Rufián. Que el bilingüismo mata sostienen esos airados abajo firmantes rufianófobos. Y a lo mejor es verdad que mata. Pero lo que parece indudable es que mata con una lentitud que comienza a resultar exasperante. ¿O que clase de genocidio lingüístico es el que necesita emplear nada menos que trescientos años para acabar con una pequeña lengua local, lengua que, transcurridos los tres siglos, posee más usuarios que nunca en toda su historia? Esto no es un genocidio serio, señores.

Sea como fuere, los 270 indigenistas indígenas quieren restar a los pobres de Súmate. Y para ello apelan a un muy clarificador argumento de orden cuantitativo, una novedad ajena a la habituales brumas metafísicas del credo canónico identitario. Pues vienen a sostener, en resumen, que la identidad nacional pata negra requiere acreditar una antigüedad superior a los trescientos años antes mentados. Ergo, como el habla materna de Rufián no lleva más de tres centurias aquí –o eso creen ellos –, no es catalana ni, en consecuencia, digna de amparo legal. Bueno, se trata de un criterio como otro cualquiera. Pero, para ser coherentes, deberían extenderlo a todos los ámbitos de la vida pública. Al de la democracia, para empezar. ¿Por qué permitir, por ejemplo, que los charnegos puedan votar en la futura República de Catalunya si ellos, al igual que su maldito idioma, tampoco pueden acreditar tres siglos de residencia