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ENTREVISTA

Joan Coscubiela: «Las grandes reformas no deben hacerse de una parte contra otra»

El exportavoz de CSQP en el Parlament narra en un libro su experiencia en las jornadas del 6 y 7 de septiembre

Joan Coscubiela INÉS BAUCELLS

DANIEL TERCERO

¿Por qué un libro sobre los hechos del 6 y 7 de septiembre de 2017, de los que usted fue protagonista?

En realidad, la culpa es de un editor, que fue muy perseverante… y al final, después de mis dudas iniciales y decirle la primera vez que no, decidí que podía aprovechar la oportunidad y mi experiencia para hacer las tres partes del libro: explicar la legislatura, intentar interpretar qué es el independentismo con toda su complejidad y, modestamente, aportar algunas microsoluciones, porque solución, en mayúscula, no hay.

¿Cómo definiría en una frase lo vivido aquellos días en el Parlamento de Cataluña?

En esos días, y semanas, se condensó la estrategia del independentismo y lo que era una legislatura que estaba condenada al desastre, en las que la astucia se convierte en engaño y la ilusión en una ficción.

¿Qué es la patrulla nipona?

Es el nombre que nos pusimos los diputados de ICV y los independientes del grupo de Catalunya Sí Que És Pot (CSQP), en la legislatura pasada en el Parlament, para definir cómo nos sentíamos, abandonados, y para reírnos un poco de nosotros mismos, que era una manera de superar las dificultades.

¿Abandonados por el resto de miembros del grupo parlamentario?

El abandonamiento no era por el resto del grupo, que eran menos, si no que era un abandono por el espacio político.

¿Por qué no estaban los diputados de Podemos y los comunes en esa patrulla nipona?

Estábamos los que establecimos una fuerte fraternidad para superar una situación complicada, tanto interna como externamente, y nos permitía poder cohesionar las posiciones. Pero sobre todo era una espacio de fraternidad.

¿Cree que sigue existiendo esa patrulla nipona en CatComú-Podem, que es el grupo heredero de CSQP?

No existe. Entre otras cosas porque los miembros de la patrulla ya estamos fuera del Parlament. La patrulla nipona es irrepetible y sus miembros somos imposibles de clonar.

En su libro, que también toca aspectos posteriores a los hechos de octubre de 2017, critica a Ada Colau, sobre todo cuando la alcaldesa de Barcelona rompe su pacto de gobierno municipal con el PSC. Y también reprocha a algunos concejales de Barcelona del grupo de los comunes, que votaron a la CUP el 21-D. ¿Qué opina de esta fragmentación en la izquierda por un tema como el independentismo?

Considero que fue un error que BComú y Colau no participaran de CSQP porque sus ausencias debilitaban al grupo parlamentario, pero porque además esa renuncia suponía una autoexclusión de Colau en la política catalana. Creo que esta ausencia ha marcado bastante la situación de CSQP.

Insistiendo en este tema, en el libro reconoce que la ruptura de Colau con el PSC en Barcelona le hizo imposible a Xavier Domènech poder vender un posible pacto con ERC y el PSC durante la campaña electoral.

Casi todo el mundo se da cuenta que aquella ruptura fue un inmenso error. Yo no era partidario de la ruptura. Entre otras cosas porque fue un tiro en el pie, ya que debilitó un gobierno que ya de por sí, con once concejales, está en una situación muy difícil. Debilitó el proyecto de BComú. No sé si esta ruptura afectó al resultado de Domènech, pero es evidente que mermó credibilidad al planteamiento de este cuando proponía un acuerdo con el PSC y ERC.

Conociendo, como conoce, la política catalana, ¿cree que Cataluña tiene solución?

El empantanamiento es total. El PDECat y ERC batallan por un espacio. El PP y Cs, por la derecha española. Hay una batalla brutal entre la División Mediática Ítaca y la División Mediática Brunete… en estos momentos es materialmente imposible una solución. Lo que sí es posible es intentar invertir la tendencia de ir calentando e ir metiendo leña al fuego, que es lo que parece que todo el mundo hace, e intentar enfriar, y aquí es donde entran en juego microsoluciones.

¿Qué tipo de microsoluciones propone?

Una, que Carles Puigdemont se retire, aparezca un nuevo gobierno y se recupere cierta normalidad institucional. Dos, el Gobierno de Mariano Rajoy no puede renunciar a hacer política para delegar esta en los tribunales. No se solucionará con los tribunales. Tres, ver cómo se resuelve que los dirigentes independentistas no estén en la cárcel, ya que jurídicamente no se aguanta la prisión preventiva. Cuatro, que las dos Divisiones Mediáticas dejen de competir para ver quién es más hooligan. Cinco, abordar de una vez por todas el modelo de financiación autonómica, que mejorará la financiación de Cataluña. Todo esto permitiría, poco a poco, ir cambiando la tendencia de desastre y empanamiento. Pero será lento. Las soluciones que pudieron ser en su momento han quedado bloqueadas.

De las microsoluciones que propone, la mayoría no son de ámbito político parlamentario. ¿Está al alcance de los políticos encontrar soluciones?

No estoy de acuerdo. Por ejemplo, hay una parte del ámbito judicial que depende de los políticos, como es que la Fiscalía deje de seguir pidiendo imputaciones.

Pero la causa que está en el Tribunal Supremo ya no depende de la Fiscalía, por ejemplo.

Sí, cuando el asunto está en manos de los jueces la cosa es muy complicada. Cuando entran en juego las togas… la responsabilidad es de antes. Pero espero que llegue el momento en el que se puedan plantear reformas en profundidad, pero esto tardará en llegar. La última vez que se tuvo una oportunidad fue el 8 de abril de 2014, cuando en el Congreso se debatía la propuesta del Parlament para celebrar un referéndum consultivo pactado y convocado por el Gobierno. Yo defendí esta posición en nombre de la Izquierda Plural en el Congreso. Volver a intentar esto costará, pero en algún momento habrá que plantear estas reformas. Pero costará. Utilizando el símil del juego de la oca, el desastre este (del independentismo) nos ha hecho volver a la casilla de salida. Estamos retrocediendo brutalmente.

Usted defiende un referéndum consultivo en Cataluña, ¿por qué no vinculante?

Es consultivo porque así se conocerá la opinión de la ciudadanía de Cataluña, y si esta opinión supusiera cambiar el estatus de relación con España esto requeriría una reforma de la Constitución, que ha de contar con los españoles.

Es decir, una gran encuesta.

El referéndum consultivo está previsto en la Constitución.

Pero si un referéndum no tiene unos efectos vinculantes…

Perdón, tiene unos efectos muy importantes: saber lo que quiere la ciudadanía de Cataluña. Esto es lo que se podía haber hecho y hubiera desbloqueado algunas cosas. Luego llegaría la negociación política de cómo hacerlo. Es la vía escocesa de Alex Salmond y lo defendió Rubio Llorente, que fue vicepresidente del Tribunal Constitucional y presidente del Consejo de Estado. Lo defendió reiteradamente antes de morir. Esta vía existe. Desgraciadamente, Rajoy no quiso usarla.

¿Cree que un referéndum consultivo apaciguaría al movimiento independentista?

En estos momentos no tiene sentido hablar de esto. Pensar que esto puede servir ahora sería pensar en otra fantasía. Antes hemos de pactar los desacuerdos y enfriar la situación. En la vida, cuando desaprovechas las oportunidades a lo mejor no vuelven.

¿Hubiera sido más fácil con el PSOE gobernando?

No lo sé. Este tipo de cosas requieren grandes acuerdos de Estado. Está clarísimo que la reforma del Estatuto o la reforma de la Constitución, o un referéndum, requieren de acuerdos del máximo número de fuerzas políticas. No tiene sentido hacerlo una parte contra la otra. Esto nos lleva a donde estamos.

¿Insinúa que fue un error reformar el Estatuto de Autonomía de Cataluña sin la participación del PP y critica en esto al tripartito?

No lo critico. Pero me pregunto, a toro pasado, que es muy fácil, si no hubo un error en eso. Y lo digo reconociendo que yo participé apoyando la reforma estatutaria desde el sindicato que lideraba entonces, CC.OO. Visto a posteriori, me pregunto si aquello no alimentó la pugna entre ERC y Convergència, si aquello no alimentó el enfrentamiento entre el PSOE y el PP, si aquello no fue un error… me lo planteo como pregunta y desde la honestidad de reconocer que lo apoyé en su momento. No es una crítica a Pasqual Maragall, es una pregunta a posterior. A lo mejor, las cosas se pudieron hacer de otra manera. De cómo se hizo la reforma del Estatuto hay que aprender algunas cosas. Sobre todo, que las grandes reformas requieren de grandes acuerdos. Pero para esto se necesita que los partidos no adopten posiciones de bloqueo. Si uno se planta. Entonces es terrible. Ha habido muy poca visión de Estado y mucho regate corto y partidista, como también la recogida de firmas del PP contra el Estatuto, error reconocido incluso por Soraya Sáenz de Santamaría. Cuando los errores se repiten muchas veces y van en la misma dirección dejan de ser un error y para ser una opción.

¿Qué papel cree que puede jugar la izquierda en un asunto como el del independentismo ahora mismo?

Situados en estos momentos, la izquierda debería tener claro que hay un objetivo: recuperar la institucionalidad democrática de todas las instituciones, tanto las catalanas como las españolas. Además de la sociedad catalana y su impacto en la española, el gran perjudicado de esta estrategia fallida y suicida de los independentistas y de la actitud irresponsable del PP, es un deterioro, esperemos que no sea irreversible, de la institucionalidad catalana del Parlament, de los tribunales, de España… en este sentido, la izquierda debería tener como principal objetivo la defensa de la democracia de una manera clave. En otro ámbito, la izquierda catalana debe situar con mucha fuerza todo el conflicto social como un eje de la política y la izquierda española debe entender que sin un reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado es imposible salir de aquí a medio plazo.

¿Por qué cree que la izquierda no ha sabido o no ha podido situar el debate social en la agenda política?

La izquierda en España sufre el mismo problema que la izquierda europea y la izquierda mundial: la globalización económica ha trastocado todas las reglas de juego, ahora hay un poder de los mercados sin reglas y de hecho sin contrapesos sociales. Y la izquierda, que históricamente ha tenido la función de hacer políticas que civilicen el mercado, se encuentra muchas veces impotente ante el poder político brutal de los mercados. Esto genera en la gente, al mismo tiempo, desencanto, miedo, inseguridad, que justo es lo que ha provocado en las clases medias el independentismo y en toda España el surgimiento del 15-M. No es un problema de torpezas. Hay un problema objetivo que sobrepasa a la izquierda en España. La derecha lo tiene más fácil, solo ha de ponerse a rebufo del mercado, ya que comparte ese modelo de sociedad.

¿Ha aprovechado el independentismo catalán esta crisis de la izquierda?

Esto lo intento explicar en el libro. Señalo la complejidad del movimiento independentista, que es fruto de causas muy profundas, como la dificultad del encaje de Cataluña en España o el impacto de la globalización en las estructuras sociales, y de otros desencadenantes, como la pugna de Convergència y ERC, la sentencia del Estatuto… todo esto es lo que le da complejidad al movimiento independentista que luego se va complicando con la represión y las consecuencias que esto conlleva. Mucha gente se apunta al independentismo para ir contra el PP, otros por solidaridad con los que se consideran víctimas de la represión. Esta complejidad hace también muy complejo poder intervenir.

¿Qué opinión tiene de Gabriel Rufián?

Me parece absolutamente irrelevante para explicar lo que ha pasado y para intentar entender lo que debería pasar. Es absolutamente irrelevante.

En contradicción con esto, podría sorprender que aun siendo diputado en el Congreso, Rufián no sepa lo que es un Estado como España. Los diputados que pasan por el Congreso y luego por el Parlament, tienen una noción más abierta y realista de lo que es un Estado. Entran al Parlament con una visión más cercana a la realidad.

Eso es verdad, lo he podido comprobar, ya que hay gente que tiene visiones restrictivas de la vida. Pero en mi caso, cuando yo llegué al Congreso ya tenía claro lo que era un Estado. Posiblemente sea la edad. Sé lo que es un Estado democrático, que no es otra cosa que una organización social con unas reglas de convivencia pactadas y con el monopolio del ejercicio de la legítima violencia, cosa que algunos no han tenido en cuenta, por lo visto. Y también sabía, cuando fui al Congreso, lo que era un Estado dictatorial, por eso distingo entre dictadura y democracia.

Ahora está con la promoción del libro y ha dejado la política en la primera línea, ¿qué va a hacer a partir de mañana?

De momento no he tenido tiempo para pensarlo.

¿Políticamente?

La política entró en mi vida cuando tenía 10 años y detuvieron a mi padre en 1965 en nuestra casa. Ese día entró la política en un sentido amplio en mi casa. Escribir un libro como este es una manera de hacer política. Pero la política parlamentaria es una etapa acabada, pero tampoco ha sido la más importante. Solo he estado seis años, cuatro en el Congreso y dos en el Parlament. Pero han sido seis años que han parecido seis décadas. Eso sí, quieto no me quedaré.

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