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Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Genios

Menuda ironía: quienes atentan a la legalidad y coquetean con la deslealtad institucional, serán «los demócratas»

Desde su fundación, se ha discutido si Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) es o era un partido o un movimiento. Esto es, o un grupo organizado que compite en elecciones con el objetivo de alcanzar el poder, o un conjunto estructurado alrededor de una aspiración compartida. Ahora, cuando CDC se ha ido de este mundo con más pena que gloria, carece de sentido elucubrar sobre la cuestión.

En cambio, sí tiene sentido preguntarse por la naturaleza de la «nueva» Convergència que se presenta ante ustedes con el nombre de Partit Demòcrata Català (PDC). Menuda ironía: quienes atentan a la legalidad y coquetean con la deslealtad institucional, quienes de facto y de iure cuestionan el Estado de derecho, serán conocidos como «los demócratas».

Más allá de la pesada, afectada, reiterativa e insufrible retórica marinera de quienes desean llevarnos a Ítaca -todavía no se han enterado de que los catalanes preferimos el mar Mediterráneo al Jónico-, el PDC es lo más parecido a una botiga. Un comercio que vende sueños, emociones, sentimientos, quimeras. Una tienda que promete futuro a los «asociados». Un negocio que ofrece -gangas «low cost» de inicio de temporada para hacer frente a la competencia de ERC, la CUP, Demòcrates de Catalunya y el colauismo- una Cataluña independiente y republicana. Vale -dirán ustedes-, pero una empresa comercial política.

¿Dónde está el ideario político del PDC? ¿Una empresa liberal, socialcristiana, democristiana, socialdemócrata o progresista catalanista si alguien sabe qué es eso? Nadie lo sabe. Lo que sí sabemos es que el mercado «decisionista» y «procesista» catalán está atomizado y hay muchos ofertantes en un universo finito de demandantes.

Así las cosas, ¿cómo abrirse paso? Compitiendo en independentismo y republicanismo con sus iguales. Y reventando el mercado -lo «nuevo» con el espectro de Artur Mas en danza- para acceder a la clientela soberanista, centrista, moderada, transversal y pragmática. Pero, ¿todo eso cabe en la ensalada neoconvergente?

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