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Enric Huguet, el arte de convertir imágenes en palabras

Un libro repasa la trayectoria de este pionero del diseño gráfico y creador de trabajos emblemáticos como la primera caja de Gelocatil o la imagen de los diccionarios Vox

Enric Huguet, en su estudio de Barcelona, con uno sus carteles para Barcelona 92 INÉS BAUCELLS

DAVID MORÁN

Su estudio ha permanecido un año cerrado a cal y canto, arrasado por los paletas y acumulando polvo en las esquinas, pero sus tesoros están a buen recaudo. El último, un vistoso e impactante diseño en naranja, burdeos y violeta en el que puede leerse el lema «Pictures become words…» -y luego, en lápiz, en una letra de caligrafía espléndida, «in the hands of graphic designer»-, resume a la perfección lo que ha sido la vida y la obra de Enric Huguet (Barcelona, 1928). A saber: transformar imágenes en palabras como por arte de ensalmo y hacer del diseño gráfico una poderosa herramienta de comunicación. «Además de comunicar bien y de forma clara has de hacer que tenga un aspecto emocional, que es lo que educa y va calando en la gente», explica este pionero del diseño gráfico que si algo ha hecho ha sido precisamente eso: comunicar y educar con su trabajo.

Lo sabe bien cualquiera que haya visto alguna vez la tipografía de Santiveri, las primeras cajas de Gelocatil, los inconfundibles logos de Acesa-Autopistas o los diccionarios Vox y las ilustraciones de la publicidad del Calcio Sandoz. Diseños todos ellos que llevan la firma de Huguet y que, junto a muchos otros, aparecen ahora reunidos en «Enric Huguet. 60 años de la historia del diseño gráfico catalán», un libro editado por el Colegio Oficial del Diseño Gràfico de Cataluña en que el compañeros de gremio como Emilio Gil, Daniel Giralt-Miracle, Víctor Margolin, Javier Mariscal y Jorge Frascara, entre otros, subrayan su importancia capital en el desarrollo de la comunicación visual.

Una de sus ilustraciones para Calcio Sandoz ABC

«Está bien que me hayan hecho el libro, sí, pero hay muchos otros compañeros a los que también les tendrían que haber hecho uno», relativiza un Huguet que prefiere esquivar elogios y homenajes para entretenerse en citar a otros pioneros como Ricard Giralt Miracle, Josep Artigas, Josep Pla-Narbona o Fermín Garbayo. Poco amigo de los superlativos, reconoce que, a sus 88 años y después de seis décadas de carrera, si algo ha aportado al diseño gráfico ha sido «un poco de orden». «Todo lo que hago creo que tiene un poco de “seny” -explica-. No soy un transgresor como Ferran Cartes, que ha sido un valiente y un poeta. Dimos clases juntos y él era un extremo y yo el otro. Yo era más conservador; digamos que el hombre del ‘seny’».

Será eso lo que le ha llevado a trabajar en infinidad de proyectos, desde la extensa colección de carteles para el Salón Naútico a sus trabajos para Cruz Roja, el pabellón de España en la Feria de Nueva York de 1964, los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y el Museo Olímpico de Lausana pasando por el Instituto Nacional del Libro, las fiestas de la Mercè o los encargos para farmaceúticas. «Algunas han tenido mucho éxito, como la serie para el Calcio Sandoz, en la que a los personajes se les transparenta la osamenta y de la que se acuerda todo el mundo, pero de lo que estoy más orgulloso es de haber estado treinta años dando clases. Ya sé cómo se tiene que hacer, cómo hay que motivar a los alumnos, pero yo no soy capaz de hacerlo, porque no soy líder. Un profesor ha de tener las facultades de un buen empresario», explica Huguet, profesor durante tres décadas en la Escuela Massana.

Comunicación visual

Antes de eso ya había tenido tiempo de ser uno de los fundadores de la asociación de grafistas del FAD y de empezar a poner los raíles de una profesión que, en cierto modo, se inventaron sobre la marcha. «Ahora un joven puede decir que quiere ser diseñador gráfico, pero en los cuarenta no había nada de eso», explica Huguet, que empezó restaurando vitrales y vidrieras y de ahí saltó a una agencia de publicidad, donde empezó a trazar su camino. «Nosotros nos llamábamos dibujantes publicitarios y en Madrid hablaban de artistas comerciales , pero nos dimos cuenta de que los americanos y los ingleses ya hacía tiempo que se llamaban diseñadores gráficos, así que pasamos de artista comercial a diseñador gráfico», relata. Él sin embargo, prefiere referirse a sí mismo no como artista o diseñador, sino como «comunicador visual».

Su diseño para la caja de Gelocatil ABC

Quizá por eso hay algo en el diseño contemporáneo que no le acaba de convencer. «Ahora hay gente muy preparada y brillante, pero lo que sale no me gusta, porque soy un sentimental y aprecio más la parte estética, la emocional, que la funcional, y me falta ese aspecto. Me faltan las fotografías de gran belleza, los carteles de un gran pintor… Ahora hay más conocimiento, pero falta un poco de poesía», apunta.

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