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Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Conexión

El principio de la realidad puede imponerse en Cataluña. ¿Qué otra cosa puede hacer una Generalitat prácticamente en quiebra a la que nadie presta ni un euro?

Sigue la conexión. El vicepresidente Oriol Junqueras habla con Cristóbal Montoro y se reúne con Luis de Guindos. El objetivo: que el Estado autorice y agilice los créditos del FLA, que la deuda de la Generalitat a corto plazo se transforme en deuda a largo plazo, que se presione a Standard & Poor´s para que reconsidere la calificación de bono basura que tiene la deuda de la Generalitat en el mercado crediticio internacional. El Estado, accede a las peticiones. Como hace con otras Autonomías. Detalle: los implicados harán un hueco en la agenda para reunirse en los próximos días.

De no asistir a las reuniones del Consejo de Política Fiscal y Financiera; de afirmar que los próximos Presupuestos de la Generalitat serían los de la independencia; de los planes para crear una Hacienda propia Catalana -ahora denominada Ley de la administración tributaria catalana-; de no querer saber nada del “expolio”, de todo eso, se pasa al acuerdo y la colaboración. Prosigo. En la ciudad de Gerona, cambio de alcalde y pacto de gobernabilidad entre CDC y PSC. Y el alcalde saliente que acusa a ERC de practicar la “demagogia y el populismo”.

Según todos los indicios, el pacto tendría la bendición de Carles Puigdemont y Miquel Iceta. Sí, los tan denostados socialistas -denostados por el independentismo- suscriben acuerdos con una parte del independentismo oficialista. Sí, los mismos socialistas que van de la mano de un Pedro Sánchez que no quiere saber nada del referéndum de autodeterminación ni de la independencia.

El principio de la realidad puede imponerse en Cataluña. ¿Qué otra cosa puede hacer una Generalitat prácticamente en quiebra a la que nadie presta ni un euro? Y el pacto de Gerona -no es el único de este tipo- expresa un desacuerdo entre CDC y ERC que cuestiona la reedición de Junts pel Sí con lo que ello implica. Antes o después, el nacionalismo reconocerá la realidad. Y aceptará que el mandato del que presume -impulsar la independencia- no existe. El plebiscito de septiembre lo perdieron.

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