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José García Domínguez - Punto de fuga

Los colaboracionistas

En Cataluña, donde todo, incluida la miseria moral de los nacionalistas, es siempre mucho más pequeño, solo se juegan el futuro laboral

En el País Vasco, es sabido, los díscolos se jugaban la vida; en Cataluña, donde todo, incluida la miseria moral de los nacionalistas, es siempre mucho más pequeño, solo se juegan el futuro laboral. El profesor universitario que sabe que nunca obtendrá la plaza deseada; el periodista a quien no contratarán en ningún medio local importante; el funcionario que jamás podrá promocionar en el escalafón; el empresario conocedor de que los contratos con la Administración siempre caerán en el cesto de la competencia… Cuando en Alemania se implantó el imperio de la bajeza, hubo un hombre, Joachim Fest, que mantuvo la cabeza alta mientras los demás la humillaban. Fest, el autor de «Yo no», autobiografía que debiera ser lectura obligatoria en las aulas escolares, no colaboró. A su alrededor, todos lo hicieron. Como los demás, Fest también sentía miedo, pero no colaboró. Si no debemos perder aún la esperanza en la condición humana es porque, en medio de las espirales de silencio, siempre aparece algún Joachim Fest dispuesto a pronunciar su «Yo no».

Dolores Agenjo, la docente que osó desobedecer las órdenes inequívocas de Artur Mas para que se entregasen las llaves de todos los colegios e institutos de Cataluña a los activistas de la ANC aquel 9-N, es nuestra Fest particular. Hay que haber vivido el ambiente cotidiano que se respira en las salas de profesores de Cataluña para poder apreciar en su justa medida el valor de esa persona. Cuando, entre centenares y centenares de servidores públicos, únicamente uno, uno y solo uno, se atreve a cumplir ya con su deber, no procede hablar de una democracia enferma, sino de una democracia podrida. Así la catalana. Esa mujer valiente que acaba de declarar ante el gran «milhomes», ahora transformado en ese hombrecillo medroso que, a diferencia de lo que hubiesen hecho dos hombres de verdad como Lluís Companys o Francesc Macià, descarga cualquier responsabilidad sobre los hombros de la tropa de base, los voluntarios, me ha devuelto la fe. Qué pequeños son.

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