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José García Domínguez - Punto de fuga

Las chirigotas de Puigdemont

¿Alguien duda aún que el estadito de Puigdemont y Junqueras quebraría cinco minutos después de su solemne proclamación en la plaza de San Jaime?

Dado que el Parlament de Cataluña posee la misma legitimidad formal que las chirigotas de Cádiz para proclamar la independencia de Cataluña, exactamente la misma, ni más ni menos, parece ser que nuestros esforzados Garibaldis domésticos han recuperado la idea primitiva de un referéndum unilateral de ídem. Y es que, más que el derecho a decidir, lo suyo siempre ha sido el derecho a fantasear. En principio, nada hay de malo en dejarse llevar por esa pasión tan propia de los adolescentes siempre y cuando, claro, no se caiga en el célebre error del obispo Berkeley, aquel alambicado prelado irlandés que dedicó su vida toda a tratar de demostrar que la realidad no existe. Porque la realidad, agrade o no, resulta que sí existe. De hecho, y pese a lo que se empecinan en querer creer los alegres chicos de Puigdemont, es lo único que existe. Tan existe que, fuera de ella, solo caben los informativos de TV3.

Así, la definitiva impotencia de la Generalitat para alumbrar algo que recuerde, siquiera remotamente, a un Estado-nación no remite a referéndum unilateral alguno sino a realidades más prosaicas: la inanidad de su pomposa Agencia Tributaria Catalana, por ejemplo. Sucede que tras toda esa charlatanería engolada a cuenta de una quimérica hacienda independiente solo hay eso, charlatanería engolada. La Agencia Tributaria Catalana es un chiste de Eugenio. Lo desconoce todo, absolutamente todo, sobre la información fiscal de los siete millones y medio de catalanes. E igual lo ignora todo, absolutamente todo, sobre las miles y miles de empresas afincadas en su pretendido territorio. Ergo, llegado el glorioso momento de la asonada no sabría ni a quién cobrar los impuestos, ni cuánto dinero reclamar a cada contribuyente singular. Etiopía y Eritrea dispondrían de administraciones tributarias en extremo más reales, profesionales y eficaces que la República Catalana. ¿Alguien duda aún que el estadito de Puigdemont y Junqueras quebraría cinco minutos después de su solemne proclamación en la plaza de San Jaime? Ah, la maldita realidad.

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