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Joan Carles Valero - Letras expectativas

Carros versus bueyes

A medida que uno se aleja de la capital, la red de transporte público se encarece, pierde competitividad, calidad, frecuencia y faltan conexiones intermunicipales

Vivo en la segunda corona metropolitana, adonde no llega ni Metro, ni Rodalies, ni FFGG, ni buses de TMB, ni tranvía. Soy uno de los miles de ciudadanos que cada día entran a Barcelona en vehículo particular por no tener alternativa en transporte público y, por lo tanto, soy uno de los ciudadanos afectados por el asedio anunciado el lunes en una cumbre de 40 municipios barceloneses con la participación del gobierno catalán y la Diputación y con el impulso del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) el superayuntamiento presidido por Ada Colau. La veda al vehículo privado ya se ha levantado contra los diésel, y la primera consecuencia es su caída de precio.

Naturalmente, deseo el mejor aire respirable. Yo no soy tonto. De modo que respaldo las medidas extremas que se adopten frente a episodios de alta contaminación, que por suerte solo se producen un par de días anuales. Pero discrepo de la cacería decretada porque genera una nueva desigualdad ciudadana desde el punto de vista de la movilidad. Y no estoy hablando de precio y de tiempo, aunque en ambos casos vivir en la segunda corona supone pagar el doble de tarifa e invertir hasta el triple de tiempo en los desplazarnos respecto a los capitalinos.

Las diferencias entre la tupida red de transporte público de que goza Barcelona ciudad y el déficit de su periferia metropolitana son tan abismales, que encima la cacería se va a cebar entre los ciudadanos que menos oferta de transporte tenemos. Siempre nos quedará la alternativa de pedir un crédito para comprarnos un coche nuevo, híbrido o directamente eléctrico. Mientras, gracias a la enorme oferta existente, los barceloneses podrán desguazar su coche diésel y obtener un pase “verde” de tres años de transporte gratis total.

A medida que uno se aleja de la capital, la red de transporte público se encarece, pierde competitividad, calidad, frecuencia y faltan conexiones intermunicipales, aumentando proporcionalmente el tiempo del viaje por los interminables trasbordos. Lamento decirlo, pero la centralidad de Barcelona en esta materia es tan o más centralista y radial que la de Madrid, pero sin su eficiente red de transporte. Las autoridades estudian ahora aumentar la zona tarifaria 1, pero no será suficiente si no existe una verdadera oferta de transporte público abundante y atractivo en toda la metrópoli. Sin embargo, prefieren poner el carro delante de los bueyes, errando prioridades, precipitándose en sus decisiones. Y yo seguiré haciendo el burro en los colapsos.

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