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Fernando Conde - AL PAIRO

Sensibilidad patrimonial

«Sería un completo despropósito no aprovechar el proyectado y necesario acondicionamiento de la A-62 para replantear y trazar un recorrido alternativo que no parta por la mitad, como ahora, la belleza patrimonial e histórica del conjunto de Simancas»

Fernando Conde

Hace un siglo campaba por sus respetos y por la España de Moret un individuo tan culto y formado como carente de escrúpulos y respeto hacia la historia y el arte. Se llamaba Arthur Byne , era americano, arquitecto, fotógrafo e ilustrador, y había llegado a nuestro país comandado por la Hispanic Society (en la que casi todo el oro que relucía había sido arramblado en la inculta meseta castellana). Como rezaba la esquela publicaba en este diario en 1935, Arthur Byne era un hispanófilo… en el mejor y el peor sentido de la palabra. Byne estaba tan enamorado de España, donde vivió sus últimos 25 años junto a Mildred Stapley, su mujer, como de su patrimonio. De ahí que viera en los mínimos escrúpulos de algunos potentados compatriotas suyos la oportunidad pintiparada para hacerse rico a costa del ingente patrimonio español .

Byne, como otros «hispanistas» de segunda fila, actuó como mamporrero marchante de algunos conspicuos personajes de la ilustre «Society» (no se salva ni Huntington, en el lado americano; pero tampoco laureados españoles como Pijoan, los Madrazo o el vallisoletano marqués de la Vega-Inclán). Sin embargo, la figura de Byne estuvo especialmente ligada a la del americano más poderoso de su tiempo, William Randolph Hearts, el magnate de la prensa a quien retratara magistralmente Orson Welles en su «Ciudadano Kane». Los expolios perpetrados por Byne para nutrir la imponente colección de arte hispánico del insaciable Hearst son bastante conocidos: monasterios de Sacramenia (Segovia) y Óvila (Guadalajara), Cartuja de Miraflores (Burgos) y reja del coro de la Catedral de Valladolid, etc.

Afortunadamente los tiempos de Byne y Hearts, en los que el patrimonio español importaba una higa y se vendían las obras al peso (a una peseta con quince céntimos el kilo se vendió la mencionada reja pucelana) pasaron , y el despertar de la conciencia histórica ha preservado nuestro legado patrimonial con celo y cuidado. Quizá por eso sea tan importante ahora no seguir cometiendo barbaridades en ese sentido, y menos aún perpetuarlas. Viene al caso el asunto por la ampliación planteada por el Ministerio de Fomento para la A62 a su paso por Simancas, una villa histórica que cobija el archivo más importante del mundo para el estudio y conocimiento de la Edad Moderna -que no es moco de pavo-. Sería un completo despropósito no aprovechar el proyectado y necesario acondicionamiento de la vía para replantear y trazar un recorrido alternativo que no parta por la mitad, como ahora, la belleza patrimonial e histórica del conjunto. Y es que sería muy penoso tener que recordar a un ministro español como a Byne o como a Hearts: por su escasa sensibilidad patrimonial, ¿a que sí, ministro?

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