Otra «Medea»

Medea es uno de los personajes que quizás más se han llevado al teatro, basándose siempre en el relato mitológico de su pasión por Jasón, que le lleva a seguirle, abandonándolo todo, y con el que tiene dos hijos; el despecho que siente ante la decisión de su marido de dejarla y casarse con Glauce, y la venganza, la decisión y puesta en práctica del asesinato de sus dos hijos, una vez que un veneno depositado en el traje nupcial de Glauce acaba también con la vida de esta.

Eurípides fue el primero que se atrevió con tan estremecedora tragedia, para volver sobre ella siglos después Séneca, conocer algunas versiones en el clasicismo francés y ser un tema muy frecuentado entre los dramaturgos del siglo XX y XXI. Existe una diferencia radical entre los clásicos y los más cercanos a nuestros días. En los primeros un destino trágico, un fatum, al que no se puede sustraer Medea le lleva a tan horrible crimen. Desde el clasicismo francés el drama se concentra en la iniciativa interior de Medea que toma venganza ante la afrenta de Jasón. Tremenda venganza en una madre.

El personaje resulta muy atractivo, complicado por contradictorio y antinatural en su decisión final, y requiere de actrices con un alto grado de competencia, lo que obliga a buscar intérpretes con madurez, que contradice la que sería la edad lógica de una Medea y un Jasón, los treinta tantos años, con lo que la verosimilitud de la propuesta escénica puede resentirse.

Esta Medea con texto dramático de Molina Foix se inspira en los antecedentes literarios y en la mitología griega. Se propone con grandes dosis de ambición, arrancar su texto de la leyenda de los Argonautas: la expedición de Jasón, ordenada por Yolco el rey de Pelías, para traer el Vellocino de Oro. Empresa imposible que le acarrearía la muerte, intención de Yolco, si no fuera por la ayuda de Medea, hija del rey de la Cólquide, poseedor del Vellocino.

Contar los antecedentes y seguir con la tradicional tragedia en la convención temporal de un par horas, resulta un empeño complejo. Cuenta con un público conocedor de la historia de Medea y con una serie de parlamentos narrativos para contar los antecedentes y algunas escenas, imposibles de desarrollar, que se reparten Medea y la nodriza. Esta parte narrativa se sazona con algunas pequeñas escenas dramáticas de estas dos con otros personajes, escritas a modo de alivio narrativo o ilustrativa de algo ya dicho o intuido en el texto. Así los antecedentes pierden vigor y claridad expositiva, hasta que enlaza con la fábula conocida de Medea, que se resuelve con una ligereza que la aproxima al thriller.

El exceso de planteamiento fabular elimina el interés por el enfrentamiento entre Medea y Jasón, e impide contemplar sobre el escenario las fuertes oposiciones entre lo masculino y lo femenino, la preponderancia de Medea sobre otros personajes, Egeo o Creonte, y contemplar en toda su grandeza la rebeldía de una mujer que no acepta una existencia subyugada a un hombre. Tema hoy tan actual. Tampoco se atisba lo que estoicamente Séneca plantea, el sometimiento de la pasión a la razón, con lo que conlleva de dominio de uno mismo.

Pese a estos problemas que arrastra un texto nuevo, a partir de los abundantes clásicos, Molina Foix ha trabajado a favor de la protagonista de Ana Belén, para que a ella le quede un personaje muy redondo para su toral lucimiento, al que contribuye el director, José Carlos Plaza, con un montaje que gira sobre esta Medea.