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Cultura

Música para Joaquín

Joaquín Díaz recibe este viernes de manos del pianista Diego Fernández Magdaleno un concierto homenaje con motivo del veinte aniversario de su Premio Castilla y León

Diego Fernández Magdaleno y Joaquín Díaz, durante la charla con ABC este pasado jueves en la sede de la fundación que lleva el nombre del etnógrafo en Urueña F. HERAS

GUILLERMO GARABITO

En la casona de Urueña, entre libros, recibe Joaquín Díaz como si se tratase del abad de un monasterio perdido en medio de estos Torozos infinitos. Allí, desde la fundación que lleva su nombre, continúa con su labor de estudio y divulgación incansable. Hoy viernes en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid tendrá lugar a las ocho de la tarde un concierto homenaje al folklorista zamorano a cargo del pianista, profesor y Premio Nacional de Música, Diego Fernández Magdaleno. Hasta Urueña se desplaza el pianista para esta conversación.

Joaquín Díaz es la memoria viva de los pueblos y sus gentes, de sus tradiciones y de los detalles que a los archivos, en numerosas ocasiones, se les habían olvidado y él, como buen juglar, ha preservado. Precisamente a esa memoria, a su vida y su labor musical le preparó en homenaje un programa de concierto Diego Fernández Magdaleno el pasado año. «La idea del concierto surgió para celebrar el setenta cumpleaños de Joaquín. Y a partir de ahí surgió el pretexto, porque ahora parece que siempre tiene que haber un aniversario o algo para hacer las cosas», explica el pianista. Por su parte, Joaquín Díaz rememora aquel concierto: «Se hizo en la Academia de San Fernando en Madrid. Fue precioso y concluimos con la idea de hacerlo más veces, aunque no está bien que yo lo diga».

A Joaquín Díaz y a Diego Fernández Magdaleno les une, aparte de la amistad y la pasión por la música, ser académicos de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción. «Nos conocemos en persona desde una tarde que estuvimos merendando en la casa de Godofredo Garabito en La Mudarra», recuerda Joaquín Díaz. «Lo que ocurre es que yo a Joaquín lo conozco de toda la vida. Seguía toda su obra… Quizá también nos hubiéramos encontrado en algún concierto de Frechilla y Zuloaga», cabila el pianista. «Yo siempre le he escuchado y le he leído. Es que es muy difícil hablar cuando tienes delante a la persona», se interrumpe a si mismo con timidez Fernández Magdaleno. «A mí me ha parecido muy interesante esa mezcla que tiene Joaquín de ser interprete y al mismo tiempo reflexionar sobre la música. Y más allá de tener ese poder de contextualizarlo a través de la tradición. Y también desde el presente. Joaquín no es una persona que esté ocupando un espacio muy concreto, sino que ese espacio se ve permanentemente enriquecido por ese tipo de cuestiones que le dan un valor especial». Apocadamente replica Díaz desde el otro extremo del banco de madera donde se encuentran sentados: «Pues muchas gracias, la verdad. Yo coincido en eso. Nunca he querido quedarme en el mismo sitio; estoy constantemente saliendo».

Joaquín Díaz es un hombre del Renacimiento, una especie en extinción. A la pregunta de cómo se conjuga, en el caso de Diego Fernández Magdaleno, la música clásica con la música y el folklore popular responde que «con naturalidad. La música popular siempre ha estado en la base de la creación musical. En las obras de los compositores más importantes de la historia hay variaciones sobre algún tema popular. No digamos autores como Falla». Por su parte, Díaz argumenta que la razón principal es que «muchas veces lo popular está como muy pulido. Y puede ser esa redondez la que llame la atención del músico para usarlo en una obra mayor».

«Alejada de la sociedad»

Sobre la música contemporánea la cosa ya es distinta. «Está muy alejada de la sociedad y de lo que es la cultura normal de una persona. Dentro de lo que consideramos una persona culta no está conocer la música contemporánea, sí la literatura contemporánea en cambio. Sería impensable que alguien no sepa quién es Javier Marías, por ejemplo. Aunque no pasa nada si lo dice de Jesús Legido. Esta música está siempre relegada a espacios muy concretos, pero no pertenece al acervo de la sociedad actual», arguye el pianista. «Los estudiantes terminan bachillerato conociendo apenas nada de la música contemporánea. Pero esto no es novedad», responde Díaz. «Yo recuerdo que la música no la estudiabas hasta sexto de bachiller y tenía literalmente dos páginas».

Será que tal vez sigue vigente esa engorrosa costumbre de que hay que morirse para entrar en los libros de historia. «Ya ni muerto», zanja Magdaleno.

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