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Ignacio Miranda - Por mi vereda

Hacer novillos

«Con frecuencia tendemos a creer que los chavales de nuestro tiempo, por el agarrotamiento físico y mental que conllevan consolas, ordenadores y artilugios de similar jaez, no hacen travesuras»

Ignacio Miranda

Con frecuencia tendemos a creer que los chavales de nuestro tiempo, por el agarrotamiento físico y mental que conllevan consolas, ordenadores y artilugios de similar jaez, no hacen travesuras. Que les falta esa esencia infantil que compendia inocencia, desparpajo y rebeldía, esa vena adolescente de abrirse al mundo y sentirse el amo. Pues no. Todavía hay excepciones. El pasado martes, un chico de doce años llamado Bruno trajo en jaque durante toda la jornada a su familia, vecinos y agentes de la Guardia Civil en la localidad leonesa de Mansilla de las Mulas, donde desapareció a primera hora de la mañana cuando se dirigía en bicicleta al instituto.

Con los truculentos antecedentes de desapariciones de menores que hemos vivido recientemente, desde el pobre Gabriel, en Almería, a Laia, en Barcelona, saltaron lógicamente todas las alarmas desde el principio. Nadie tenía claro que hubiera un final feliz. Porque en España lo de asesinar a un niño, por puro instinto criminal o para hacer daño a la pareja, ya supera con creces el ámbito de la crónica negra. Pero lo hubo. Según ha trascendido, el chaval no fue a clase ante la imposibilidad de preparar bien un examen previsto para ese día. No sabemos si anduvo buscando frezaderos en el Esla o avistando abejarucos, pero a las nueve de la noche, tras doce horas de incertidumbre, volvió a casa.

Apesadumbrado por su conciencia, el chico valoró que ante el riesgo de catear, mejor no presentarse, que todavía cuentan la dignidad y el decoro. Como decía aquel jornalero, «en mi hambre mando yo». Pues algo parecido trasladado al expediente académico. En definitiva, fue una chiquillada que nos anima a confiar en la autenticidad de los niños y en la condición bondadosa del género humano. Parecida a la de Jesús perdido y hallado en el templo, que también hizo novillos tres días entre la preocupación de sus padres.

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