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Salud&Sociedad

Desde Zamora a Siria

Un informático de Cruz Roja ayuda a la creación de una red wifi en la isla de Samos y un bombero colabora en desembarcos en Lesbos

Alejandro Hernández, informático de Cruz Roja voluntario en Samos M. ÁLVAREZ

ALBERTO FERRERAS

Lo que todos hemos visto a través de la televisión ellos lo han vivido en primera persona y lo han hecho al embarcarse en una aventura que les ha llevado a las islas griegas para ofrecer su trabajo altruista a los refugiados sirios. Dos zamoranos, el informático de Cruz Roja Alejandro Hernández y el bombero de la ONG G-Fire Castilla y León José Luis Calleja, son dos de las caras de la solidaridad con las que se han encontrado los refugiados que huyen de la guerra en la primera parada europea de su éxodo.

Ambos han ido a Grecia para aportar su granito de arena , cada uno en lo que sabía hacer, y ambos han regresado a Zamora con ganas de contar su experiencia, animar a otros castellano y leoneses a sumar apoyos solidarios y pensando en repetir misión, porque aunque deje de ocupar un primer plano en los medios de comunicación, el desembarco de refugiados continúa y las muertes en el Egeo siguen produciéndose.

Precisamente, para que pudieran decir a sus familiares que habían llegado bien y que ya habían pisado suelo europeo, Alejandro Hernández ayudó a crear en la isla griega de Samos una red wifi que permitiera a los refugiados utilizar sus teléfonos móviles sin coste para comunicarse con sus familiares.

Esa fue la primera de sus misiones en unas Navidades inolvidables para él que pasó en labores de ayuda humanitaria en Grecia, en su primera experiencia de este tipo. Posteriormente, los conocimientos de informática del grupo en el que colaboraba, en el que también había una joven burgalesa, fueron útiles para crear una tarjeta personal para los refugiados que, mediante un código de barras, permitiera acceder a la atención médica que recibían para que su historial fuera conocido cuando fueran atendidos en otros puntos del recorrido hacia el norte de Europa, en los hospitales de campaña de Cruz Roja.

Del mismo modo, el grupo de Telecomunicaciones con el que trabajó se encargó de facilitar a los refugiados una especie de «bono-ayuda», una tarjeta que les permitía obtener un determinado número de mantas, sacos de dormir, material de abrigo o kits de higiene y limpieza.

La informatización del bono permitía que el refugiado no tuviera que recibir toda la ayuda en Samos, sino que podía hacer uso de él a lo largo del camino en los diferentes puestos de ayuda de Europa que encontrara en su camino de huida de la guerra y de reunión con otros familiares y amigos que llevan años en países europeos.

El bombero José Luis Calleja ICAL

Hernández ha podido comprobar durante su experiencia la fortaleza de los refugiados, que «a nivel valores humanos te enseñan mucho». Pese a ello, él no ha tenido que enfrentarse a los casos más dramáticos porque su atención se producía una vez que estaban ya en tierra. Quien sí vivió situaciones límite fue el bombero José Luis Calleja, que igualmente cambió el calor hogareño de la Navidad por el frío de la isla de Lesbos en plena noche, cuando debía vigilar una zona de acantilados y ayudar a las barcas que llegaban desde las costas turcas.

Rescate «puro y duro»

«Trabajo de rescate puro y duro», explica Calleja sobre su misión allí. Y encima sin medios, ya que únicamente disponían de unas aletas, un traje de neopreno y poco más . Lo suficiente para jugarse la vida en alguna ocasión al adentrarse en el mar más allá del límite que ellos mismos se había impuesto. Todo por contribuir al desembarco sin incidentes de entre cuatro y ocho embarcaciones de media al día en las que viajaban una media de cincuenta personas por barco entre las que había niños, mujeres y ancianos.

También algún patrón sin escrúpulos que formaba parte de las mafias que se lucran con el viaje de los refugiados y que Calleja vio cómo cobraba al resto del pasaje por una travesía en unas barcas sobrecargadas y sin las mínimas condiciones de seguridad. A este bombero zamorano le repugna que las mafias se estén lucrando y ganen unos dos millones de euros al día a costa de los refugiados, y también le indigna que haya casos de niños que hayan desaparecido en el éxodo hacia Europa. Por el momento él aporta su granito de arena aunque con modestia asegura que no es un superhéroe, por más que los sirios lo pensaran al ver ese despliegue de humanidad en su primera escala europea.

Las mafias ganan dos millones de euros al día con los refugiados

Un acogimiento a la llegada al que contribuyen castellano y leoneses como Alejandro y José María, que no dudan en afirmar que repetirían la experiencia y ya piensan en regresar a Grecia. Aún así, son conscientes de que su contribución no es más que un espejismo en el desierto de la travesía que obliga a los refugiados a huir de la guerra para intentar hallar un halo de esperanza en Europa.

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