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Antonio Piedra - No somos nadie

Alucinaciones

«En las conversaciones entre el Gobierno y la Generalidad sería necesario y oportuno que intervenga un equipo solvente de psiquiatras con el fin de desmontar la alucinación colectiva que se vive en Cataluña»

Antonio Piedra

Desde Castilla y León -quizás por lo despejado de los cielos que hace ver las cosas en su esencialidad, que decía Unamuno- se percibe e l golpe de Cataluña en toda su nitidez cual locura irrefrenable. Aquí hasta los arzobispos, que ven las cosas «sub specie aeternitatis» -bajo una apariencia de eternidad-, piden sensatez, ponderación, y lógica. Por ejemplo monseñor Blázquez , arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal. Los populistas hacen sus distingos y malabares, aunque a la hora de votar en las Cortes les entre la inspiración de hacer carrera política y entonces, qué sé yo, se vuelven independentistas y estén más con Puschdemont que con el interés general.

En resumen, hemos escuchado a todos. Hay una alucinación colectiva con la tarta catalana que ya da todo igual. Estamos en la última consecuencia de las verdades materiales aristotélicas: las que no sirven para nada. Y ello porque dialogar con un alucinado supone un sobresfuerzo inútil. Es como si habláramos directamente con Hitler o con Stalin. No se trata de una conversación política, sino de una disertación lunática. A partir de ya, so pena que quieran volvernos locos a todos, en las conversaciones entre el Gobierno y la Generalidad sería necesario y oportuno que intervenga un equipo solvente de psiquiatras con el fin de desmontar o corregir la alucinación colectiva que se vive en Cataluña.

Mientras no se haga esto, seguiremos en lo mismo porque estamos en un callejón sin salida . Da igual que vengan los curas a sueldo de la Generalidad -un 20% del total del clero catalán- firmando manifiestos fervorosos a favor del referéndum y de la independencia. Razón kantiana impepinable: como apenas saben teología y filosofía, sus reverencias están también contaminadas. Tiene que venir alguien que luche contra la enfermedad en sí: los psiquiatras, que no son confesores sino científicos que diagnostican y aplican remedios terapéuticos de choque. Lo demás, simples placebos, cataplasmas, parches de sor Virginia, apaños a corto plazo mientras llegan las elecciones y se renueva el bagaje de los alucinados.

Impresionante. Oír a Puigdemont, y a su mentor Junqueras , decir que Rajoy es el «guardián de la tumba de Franco», amén de una gilipollez histórica, supone algo mucho peor. Quiere decir que seguimos con las palabras y con el pensamiento embrujado, que aunque las brujas ardan en la pira de la impostura siguen viendo al diablo volando por los aires, y que es imposible dialogar en un hospital psiquiátrico como este. Vale hacer un simulacro, pero jamás entrar en un ajuste o caer en la tentación de sus alucinaciones. Si esta pareja de alucinados -Junqueras y Puigdemont- hubieran leído a Julio César, sabrían lo que dijo a prueba de sensatez: «La ilusión y la esperanza nunca ha cambiado el tiempo que va a hacer mañana».

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