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Educación

Acoso escolar: una cuestión de muchos «quijotes»

Los centros escolares de Castilla y León despliegan distintas medidas y planes, como los mediadores, para mejorar la convivencia y prevenir los conflictos entre alumnos

Alumnos del Colegio La Salle de Valladolid, durante una de sus sesiones de formación como mediadores F. HERAS

C. ROSADO

Mientras empieza a pensar qué le gustaría ser en el futuro, si elige ser profesor de Educación Física o se adentra en el mundo del Periodismo o de la Publicidad, Moisés Rodríguez acude a diario a sus clases de 4º de la ESO en el IES Andrés Laguna de Segovia y, a la vez, juega un papel muy relevante en ese centro, es uno de los alumnos mediadores en caso de que surja un conflicto de convivencia. Con el desparpajo que dan esos años adolescentes y la convicción de que lo que hace «es fundamental para todos», conoce de cerca cómo las relaciones entre estudiantes pueden deteriorarse hasta límites que hacen daño a un alumno. De que ese daño no sea irreparable también se ocupa él: «El año pasado tuve que mediar en un conflicto entre dos compañeras que discutieron por un malentendido. Fue difícil pero se solucionó», cuenta.

Moisés tiene claro el mensaje que quiere lanzar a los chicos y chicas que pasen por una situación de acoso: «Cuando puede haber riesgo no deben callarse, deben buscar ayuda y contarlo» y tener claro que desde que existen los mediadores de convivencia, «los alumnos saben que pueden contar con nosotros y buscaremos qué hacer porque siempre encontramos soluciones para que el conflicto no llegue a jefatura y se haga un parte».

Al igual que Moisés, su compañera Beatriz de Benito, alumna de 4º de la ESO, también forma parte del grupo de alumnos mediadores de este centro, que fueron galardonados por su trabajo en la prevención y resolución de conflictos con los Premios de Convivencia del curso 2015-16, fallados en diciembre del pasado año.

A Beatriz le «llena mucho poder ayudar a los demás» y, aunque tiene que dedicarle tiempo a esta actividad y «nos reunimos bastantes veces, como nos gusta esto, no te cuesta nada hacerlo».

Estos dos alumnos son un ejemplo de los 1.479 que el pasado curso dedicaron parte de sus horas de cada día a una actividad de mediación en sus centros escolares de la Comunidad. Ellos son el reflejo de la actividad creciente en este sentido que se desarrolla en los colegios e institutos de la Comunidad.

Ellos y sus compañeros mediadores en el IES Andrés Laguna de Segovia crearon vídeos y dieron charlas en los colegios de Infantil y Primaria donde habían estudiado, con el fin de inculcar en los más pequeños, algunos de ellos sus hermanos, los valores del respeto al compañero y de la empatía hacia él.

Círculo de ayuda

La profesora de Dibujo y encargada de la coordinación de las actuaciones de convivencia en este instituto segoviano, Beatriz del Río, explica que «pedimos voluntarios y a los que parecen válidos por sus habilidades sociales y por su empatía les sugerimos que si quieren formarse como mediadores» y en los recreos se busca «que se abra un círculo de ayuda» para aquellos que puedan tener un problema, porque «si alguien está solo en el recreo es que algo pasa, si parece que alguien sufre es que sufre», cuenta esta docente para testimoniar la preocupación existente sobre este asunto en su centro.

Asegura que los alumnos están muy implicados en la mejora de la convivencia en el centro y que los mensajes que lanzaron a niños más pequeños de otros colegios en esas charlas calaron más hondo porque no venían de adultos, sino de los propios adolescentes.

Maite Repiso explica los materiales que usan para trabajar con los más pequeños en «La regla de Kiko», un programa para la prevención de abusos sexuales F. HERAS

Otra de las actividades se centró en las conferencias que alumnas de 4º de Secundaria dieron para su compañeros sobre cuestiones que tenían que ver con la importancia que se le da al físico de una persona, en una edad, la de la adolescencia, en que esta cuestión puede tener una repercusión vital para chavales que están formando su personalidad y que a veces es origen de no pocos conflictos.

Para esta profesora, que alaba el esfuerzo que estos alumnos hacen para sacar tiempo que dedicar a esta tarea, «con muchas cosas que hacer» y «horario de ministro», las actuaciones que se hagan en mejorar la convivencia y prevenir el acoso escolar «sólo salen adelante» y dan sus frutos «si todos vamos en la misma dirección», en alusión también al compromiso que debe existir en los padres de ayudar a mejorar las relaciones de sus hijos con sus compañeros y con los profesores, pero «asegura que aún falta mucho por hacer» en una «cuestión que es importante y que tiene efectos en toda la vida de estos chicos», como lo tiene en el rendimiento escolar. Un buen clima de relaciones mejora el estudio y los resultados escolares.

Otro de los centros donde llevan más de diez años ocupándose muy activamente de mejorar la convivencia es en el Colegio La Salle de Valladolid. La tutora de 4º de ESO y encargada de estos temas en Secundaria, Bachillerato y FP del centro asegura que hay encargados de convivencia en cada clase y hacen formación para los chavales desde 1º de ESO, gracias al programa «Contigo» , a la vez que forman a mediadores expertos para que conozcan «cómo pueden verse superados por una mediación complicada», tratando de «cuidarles a ellos» con ayuda de sesiones en las que participa un psicólogo. Junto a esto, el colegio dispone de alumnos acompañantes de modo confidencial, que sirven de apoyo para alumnos en cambios de clase o en el patio «si se detecta que hay un niño con un problema de relación».

El miedo del testigo

Con este sistema logran romper el círculo de miedo que se da en estas circunstancias con testigos de casos de acoso, que pueden tener temor a denunciar esa situación y verse ellos a su vez en el lugar del acosado. Maite Repiso, maestra de Infantil en el centro , explica que «los alumnos nos ayudan muchísimo» porque son ellos los que en numerosas ocasiones detectan los problemas y les alertan, incluso, de comentarios, fotos y otros contenidos que se están compartiendo en las redes y que afectan a un alumno y al que le pueden hacer daño: «Ellos saben muy bien quién no es ‘acusica’ y diferencian entre espectador pasivo y activo», a la vez que señala que trabajan las emociones y los sentimientos «porque todo va unido».

Cristina Misas, otra docente del centro también comenta que trabajan con distintas asociaciones como REA (contra el maltrato infantil), la Red Íncola, Aldaba (consumo y drogodependencias), con la Policía o con Movimiento contra la Intolerancia porque «intentamos aprender y nutrirnos de entidades que trabajan este tema y que llegue a padres y profesores». A su juicio, «la escuela tiene puntos fuertes y débiles» en ese asunto, y sobre los segundos cita que en ocasiones «no contamos con el apoyo coordinado de las familias, que se asustan mucho si su hijo es agresor o víctima».

También tratan de romper el miedo del testigo. «Intentamos un momento de catarsis en que los niños y los padres vean que la responsabilidad es también de los testigos, haciendo suya la idea -que da nombre a su proyecto- de «contigo, todos juntos», trabajando con acosado y acosador, pero también con todos los compañeros de clase. Intentan que se afiancen los valores éticos que sobresalen en un testigo de acoso que no dice nada por miedo y que muestran su empatía con la víctima, «pero que si los sacara en público serían su perdición». El acosador, por su parte, sabe de este proceso y bajan sus resistencias, «porque él piensa que tiene poder y se lo llega a creer, que tiene derecho a agredir», apunta Misas.

Los docentes insisten en la importancia del apoyo educativo de los padres

Con él se averiguan las acusas de su actitud y «siempre hay una parte restaurativa, este proceso tiene que ser educativo y tiene que tener una oportunidad de volver al sistema», comenta Misas, quien añade que «cada vez empezamos a oír más de los alumnos que esto no es un chivateo, es justicia» y que ellos levantan situaciones de conflicto en una especie de «cadena de favores». «Pero alcanzar esto son años de trabajo», años de lanzar el mensaje de que un alumno solo «no puede ser quijote; hay que ser muchos quijotes», dice Cristina Misas.

Sobre todo por la repercusión que alcanza a todos los ámbitos de la vida de los estudiantes y a su futuro: «Si no se detiene a tiempo una situación de este tipo, se puede traducir en el futuro en una situación de violencia contra las mujeres, de comportamientos xenófobos y racistas, etc.», comenta también Isabel Cocinero.

En este centro, además, aseguran que ayuda el hecho de que su metodología se base en el trabajo cooperativo y por proyectos, que permite que la convivencia se aborde desde todas las materias que se imparten, y con viajes de estudios y la culminación de todo el proceso con el Camino de Santiago que todos los años realizan los alumnos de 4º de la ESO.

Otro ejemplo de este trabajo también está en el CEIP Villar y Macías de Salamanca, galardonado con los Premios de Convivencia del pasado curso. Su directora, Carmen Ávila, sostiene que «los principales solucionadores» de un problema de mala convivencia en un centro educativo «son los alumnos», que tienen que ver el problema y las posibles soluciones al mismo», por lo que también cuentan con una red de mediadores y los tutores dedican una tutoría a la semana con los pequeños.

Una conducta violenta no corregida puede crear un adulto violento en el futuro

Los animadores de recreo también ayudan a que el clima sea bueno en este colegio, según Carmen Ávila, pero eso no quita que se puedan tener conflictos: «En estos temas siempre es complicado decir si mejora con las actividades o no porque hoy estamos bien y mañana puede surgir un problema grave». Por eso insiste en que «tenemos que trabajar día a día para que eso no ocurra», y que «es fundamental la familia» porque «si los niños no tienen una continuidad en ella y en su entorno de las actuaciones que llevamos a cabo, tenemos poco que hacer». Y ahí también entran las redes sociales y el uso de los teléfonos móviles: «El buen uso ayuda, pero la mala utilización es terrorífica y si no logramos enfocarlo bien podemos tener un problema muy grave».

En esto coinciden todos los docentes consultados para este reportaje, como también el director de ESO y Bachillerato y responsable del programa de convivencia en el Colegio Cristo Rey de Valladolid, Bernardo Rodríguez, que se pregunta «¿qué sentido tiene que en un juzgado se ponga una sanción por un acoso a través de las redes o el móvil?», si no se acompaña de un trabajo de prevención y educación al respecto.

«En estos temas siempre es complicado decir si mejora con las actividades o no porque hoy estamos bien y mañana puede surgir un problema grave»

¿Cómo se arregla la situación cuando el daño está hecho?, se cuestiona Rodríguez, lo que le lleva a la reflexión de que «primero hay que dar una alternativa positiva porque la tecnología va estar ahí y la van a usar; tendremos que darles una visión positiva» y hacer lo que es la esencia de la educación: «enseñarles a pensar y a tomar decisiones, a entrenarse en habilidades de pensamiento» y que empleen sus conocimientos en «dilemas éticos y de convivencia».

Autocontrol y empatía

Este centro también aplica el trabajo cooperativo y eso contribuye a la tarea de prevención del conflicto desde todos los ámbitos del colegio. Para Rodríguez, «cualquier centro educativo tiene que vivir con el conflicto», como toda comunidad humana, «porque toda personalidad se conforma mediante un enfrentamiento a la autoridad, sea de los padres, de los profesores, y hay que enseñarles herramientas para que no exista conflicto o se pueda solucionar». Se trata, a su juicio, «de darles herramientas como el autocontrol y la empatía».

Los más pequeños del Colegio Cristo Rey tienen un día a la semana su «recreo inteligente», con juegos cooperativos y tradicionales, de modo que «aprenden juegos que quizá no conozcan y a la vez, se les educa en otra forma de relacionarse con otros niños».

Pero su plan de convivencia plantea actuaciones de prevención, así como de mejora de las condiciones de enseñanza y aprendizaje, «porque un alumno que en clase se aburre, al final da guerra porque no le va bien». «Si no se ataja eso, llegará a comportamientos peores», dice Rodríguez.

También colaboran con entidades sociales y estatales y con las familias, siendo conscientes de que la labor educativa «es de todos» y que hay chicos que reproducen la violencia que han podido sufrir ellos mismos.

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