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Pilar Cernuda acude a Talavera con su primera novela, «Volveré a buscarte»

La veterana periodista y escritora gallega firmará ejemplares de sus libros este viernes, a las 19.30 horas en los Jardines del Prado, en la XXXI Feria del Libro

La periodista y escritora Pilar Cernuda Felipe Guzmán
Mariano Cebrián

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Pilar Cernuda (Santiago de Compostela, 1948) acude a Talavera de la Reina, dentro de la XXXI Feria del Libro de la ciudad, para presentar, después de 23 obras de actualidad política, su primera novela, Volveré a buscarte (La Esfera de los Libros). Con este primer salto a la ficción, la veterana periodista y escritora gallega nos lleva hasta su tierra y, en concreto, a una aldea del valle del Salnés, de donde a lo largo del siglo XX partieron un gran número de hombres a hacer las américas, dejando solas en sus casas a las «viudas de vivos» , como Rosalía de Castro las llamó. La familia de la autora es oriunda de esa comarca y, como conocedora de muchas de esas historias, narra la de una de esas sagas gallegas que se lanzaron a cruzar el Atlántico rumbo a Buenos Aires (Argentina) en busca de un porvenir.

¿Por qué ha dado el salto a la ficción literaria? ¿Está cansada de la triste realidad y de la actualidad política que analiza a diario?

No, sigo en la actualidad política, aunque me aburren determinados temas, pero es lo mío, es lo que me gusta. De hecho, antes de que termine 2018 tengo que entregar otro libro de esta temática. Pero, escribir ficción es un reto que tenía desde hace años y ahora es cuando he dado el salto, porque he tardado mucho tiempo en decidir el tema, buscar documentación. No sé si volveré a repetir la experiencia o no, pero estoy contentísima con el resultado y con el éxito que esta teniendo la novela en apenas un mes y medio de su publicación. En cualquier caso, esta es una experiencia más dentro de mi trayectoria.

De todos modos, como se suele decir, la realidad supera muchas veces la ficción.

Quien lea la novela se dará cuenta. El libro es pura ficción, pero muchas de las cosas que cuento en él son absolutamente reales y en el epílogo incluyo un dato muy revelador: «La ficción es superada siempre por la realidad».

Su novela habla de las mujeres gallegas que sobrevivieron en el siglo pasado a la ausencia de sus maridos y de sus hombres. Usted como gallega, ¿se considera heredera de ese matriarcado?

Ese matriarcado sigue existiendo. Las mujeres en Galicia fueron y siguen siendo fundamentales. Pero la novela no solo habla de las mujeres que se quedaron, sino también de los hombres. En concreto, yo narro la historia de dos hombres que se marcharon y la de las mujeres que se quedaron, las consideradas «viudas de vivos». Una historia de soledad, de ausencias, de incertidumbre, de lucha de los hombres por abrirse camino y de supervivencia en el caso de las mujeres. Este es un tema que me interesó muchísimo desde hace tiempo porque yo he conocido muchos casos en la tierra de la que soy originaria, por lo que decidí contarlo.

¿Hasta qué punto es autobiográfica su novela? Porque, si no me equivoco, su bisabuelo Antonio Lago se marchó a América.

Yo soy gallega y mi bisabuelo emigró, con una historia y una peripecia personal tremenda que también aparece en la novela. Me he educado en ciudades –en Vigo, Madrid y Sevilla-, pero mi punto de referencia ha sido siempre la aldea donde mi bisabuelo construyó su casa cuando regresó de América, que es el centro de reunión de toda la familia y donde he pasado muchos periodos de mi infancia, juventud y madurez. Allí conocí muy bien el mundo de la emigración, no solo de mis familiares sino de muchos vecinos de los alrededores.

Llama la atención que muchos de los gallegos que se marcharon, decidieron volver después y son los que levantaron sus pueblos y aldeas, sobre todo desde el punto de vista educativo, levantando escuelas para formar a las generaciones posteriores.

Los dos protagonistas masculinos de mi novela –uno se va en 1915 y otro en la década de los 50- son analfabetos y una de las dificultades que se encuentran para emprender su viaje es que no sabían ni leer los nombres de las calles por las que transitaban, y mucho menos una carta o cualquier escrito. Esto forma parte de su aislamiento y de su angustia, porque no conseguían hacerse un hueco en un país que no era el suyo. Por eso, cuando regresan a Galicia su obsesión es que sus hijos tengan una educación. Yo eso lo he vivido en mi aldea, donde el grupo-escuela que se creó a finales de los años 40 lo pusieron en marcha emigrantes que retornaron para que los niños tuvieran una vida mejor que las suyas.

Para escribir la novela habrá estudiado cómo fue la vida de todos estos gallegos que llegaron a esa tierra desconocida para ellos. ¿Cómo fueron recibidos? ¿Dista mucho aquella época de la situación actual?

Yo conozco la Argentina actual, no la del año 1915 o la de la década de los 50. Por eso, me he tenido que documentar en Galicia para saber cuánto costaban los pasajes, qué tipo de barcos eran, qué se comía, las condiciones en las que se viajaba, las trampas que hacía gente muy desalmada aprovechándose del analfabetismo, cuestiones de tipo legal,… Muchas de esas cosas yo las he obtenido de primera mano, ya que muchos de los protagonistas de la emigración me las han contado. Y, por otro lado, en Argentina gran parte del tiempo lo dediqué a la documentación sobre la vida allí, que me la proporcionaron gente que conocí y que me ayudaron. Una de mis principales sorpresas fue conocer cómo fueron acogidos los emigrantes gallegos y de otras parte del mundo. Es verdad que tenía que llegar de manera legal, pero fueron la mano de obra que construyó un país nuevo, sobre todo en Buenos Aires, por lo que estaban encantados de recibirlos. De hecho, los recién llegados se alojaban en un hotel magnífico donde tenían cubiertas todas sus necesidades, desde el asesoramiento a la comida e incluso una atención sanitaria.

¿Cree que los españoles deberíamos acoger a los refugiados del mismo modo?

Sin ninguna duda. Tanto a los emigrantes que llegan por razones económicas como a los refugiados, pero todo de manera ordenada, para que las mafias que se enriquecen con el tráfico de personas no se aprovechen. Desgraciadamente, esto es algo que ocurre. Con los refugiados, en concreto, estamos actuando de una forma miserable, ya que es gente que huye de la muerte, de las torturas y de la persecución. Pero, eso sí, siempre con un orden y haciéndoles cumplir con ciertas obligaciones para integrarlos de manera adecuada. Las autoridades españolas son rácanas en cuanto a la aceptación de esta situación, pero los ciudadanos también tienen que poner de su parte, ya que estoy harta de escuchar: «Estos vienen para quitarnos lo que es nuestro, para tener una sanidad gratuita, las mejores casas sociales, …». Es decir, la solidaridad empieza siempre por la propia ciudadanía.

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