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Cien años de lucidez

Ignacio Plaza Rodríguez ha cumplido cien años este lunes en plenas facultades físicas e intelectuales. En diciembre publicó su último libro, «El emigrante», y está inmerso en otro

Ignacio Plaza, fotografiado este lunes por su hijo en su casa de Talavera con las siete obras publicadas Manuel Plaza
Manuel Moreno

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«No es corriente que un hombre de cien años haya publicado siete libros». La frase es de Ignacio Plaza Rodríguez (Santo Tomé, Jaén, 1916), que este lunes ha cumplido cien primaveras tan pancho, atendiendo llamadas telefónicas y comunicaciones por internet desde su casa de Talavera de la Reina. Algunas felicitaciones llegaron desde Pekín (China), donde su nieto Yago es profesor. Sus alumnos enviaron felicitaciones en inglés y en español al abuelo Ignacio, autor de varios libros de narrativa, poesía y novela, que guardaba sus ahorros cuando era pequeño para comprar libros de la Colección Austral.

Hasta el alcalde de Talavera, Jaime Ramos , se acercó a felicitar a este maestro nacional, jefe del Servicio Nacional de Productos Agrarios (Senpa) desde 1947 hasta su jubilación, en 1984, y lector de ABC «de toda la vida», que llegó a ser presidente provincial de la Federación Universitaria Escolar (FUE) de Jaén, una organización republicana. «Mi filiación política no me favoreció durante la dictadura de Franco», recuerda Ignacio, quien también se convirtió en un empresario de éxito en la provincia de Cáceres, donde puso en marcha una reconocida fábrica familiar de quesos artesanos de leche de cabra, Capribor.

En Santo Tomé, un pequeño pueblo de la comarca de Cazorla, nació en una casa de labradores donde «no había un libro» el 18 de abril de 1916, martes, en plena estación floral, llena de vida, de luz y color. Esa actitud positiva y saludable que imprime la primavera a la mayoría de los mortales ha dejado honda huella en Ignacio, a la  vista de su producción literaria (siete libros) y su manejo con el ordenador.

Lee la prensa por internet

Sigue la actualidad provincial, regional, nacional e internacional por internet y con su propia computadora, debido a un problema en los ojos que le impide leer con facilidad la pequeña letra de los periódicos. «No obstante, yo sigo comprando el ABC todos los días en el quiosco para que lo lea mi mujer», aclara rápidamente.

Pero no es un cibernauta de reciente incorporación. Con motivo de las bodas de oro con Gloria Mariscal González (89 años), Ignacio pidió a sus hijos un ordenador como regalo con motivo. Corría el año 2000. Había viajado a California (Estados Unidos) para visitar a su hija María Gloria y se dio cuenta, a sus más de 80 años, de que era un «analfabeto digital».

Solucionado ese escollo, volvió a los noventa y cuatro años a cursar estudios universitarios en la UNED para obtener la licenciatura de Historia. Los medios de comunicación se hicieron eco de ello, porque Ignacio se convirtió en el estudiante de mayor edad en España. «Sin embargo, lo tuve que dejar después de primero porque mi mujer no me dejaba ir a clase debido a mi edad», cuenta con sorna este vital y carismático anciano, inventor también de una solución patentada (una válvula antirretorno) para evitar que los arcaduces de las norias no pierdan el agua cuando están en movimiento.

Sin embargo, su gran pasión es escribir, además de la lectura y la historia. «Empecé a escribir en 1934 en Baeza y desde entonces escribo, aunque sea poco, todos los días. Me han influido Tagore, Miguel Hernández, García Márquez, Rulfo, Neruda y Kawabata. También Ortega y Gasset y la Biblia », relata.

En 1951 publicó su primer libro de poesía, «Oasis», y tras la jubilación (1984) llegaron un volumen de relatos, «En carne viva», y la novela «El abate loco». También el libro de carácter histórico «Un rincón entrañable de Extremadura»; otro libro de poesía, «Caminando», además de «Santo Tomé en el recuerdo», hace solo dos años.

Ignacio no descansa. En diciembre pasado, publicó el libro de relatos titulado «El emigrante» (Editorial Círculo Rojo), dedicado a la figura de un familiar de su esposa, Emiliano Mariscal Chaves. Y ahora está inmerso en otro libro de relatos cortos que llevará por título «El último soldado de la República», además de una historia sobre su vida y sus experiencias en la Guerra Civil.

Ya lo dice el refrán: «A la vejez, viruelas». Ignacio se lo ha aplicado al pie de la letra.

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