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Un equipo contra el crimen

La Unidad Orgánica de Policía Judicial de Toledo ha resuelto los doce homicidios ocurridos en la provincia desde 2014 y ha retirado a varios atracadores de la calle

Puerta de entrada a la UOPJ en la Comandancia de la Guardia Civil de Toledo, con el despacho de su jefe al fondo Ana Pérez Herrera
Manuel Moreno

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Un banderín del Atlético de Madrid cuelga de un ordenador en el despacho de la Sección de Investigación Criminal, uno de los departamentos de la Unidad Orgánica de Policía Judicial (UOPJ) de la Comandancia de la Guardia Civil de Toledo. Aunque su jefe es seguidor del Barcelona y su mano derecha, aficionado del Real Madrid, la filosofía de equipo del Cholo Simeone, entrenador del Atlético, parece ser la seña de identidad en su trabajo diario cuando se les escucha hablar: entrega, coraje y humildad. «Una investigación es fruto de un trabajo de grupo», afirma el teniente mientras asiente el capitán.

Ninguno de los dos quiere que se les cite por su nombre de pila en el reportaje porque el afán de protagonismo no va con ellos. Hablan siempre de su equipo. En esta unidad hay tres grupos: el de Personas, que se encarga de todos los delitos contra las personas, desde homicidios hasta agresiones a mujeres y menores; el de Patrimonio, contra atracos y robos, y el EDOA (Equipo de Delincuencia Organizada y Antidrogas), además de los cuatro agentes dedicados al laboratorio de Criminalística. Por la provincia hay repartidos cinco equipos, que suman alrededor de medio centenar de agentes (prefieren no precisar el número). En realidad, son pocos para todo el trabajo que tienen, ya que la provincia de Toledo genera la delincuencia de las otras cuatro provincias de Castilla-La Mancha juntas.

Al frente de ese medio centenar de guardias está un capitán con una gran reputación en la Comandancia de Toledo. Al puesto llegó en julio de 2015 y para entonces su mano derecha, el teniente, ya llevaba más de un año en la unidad, desde enero de 2014.

Ambos lideran un equipo con agentes que acumulan también muchos años de experiencia, y eso se nota en los resultados. Por ejemplo, desde 2014 han esclarecido los doce homicidios que ha habido en la provincia de Toledo dentro de su demarcación.

Abstraerse de las presiones

En este tiempo, el crimen más mediático ha sido el asesinato de la exconcejala de Quintanar de la Orden (Toledo) Isabel Laureana Cebrián, de 59 años, quien fue acuchillada más de cuarenta veces el 11 de enero de 2016 en la cocina de su vivienda, en el número 1 de la calle Moral, entre las cinco y las siete de la tarde. «Recibes presiones, pero lo importante es abstraerse y que te dejen trabajar», afirma el capitán, responsable de la instrucción, que durante la ardua investigación ni leyó la prensa ni oyó la radio ni vio informaciones en la televisión sobre este homicidio.

Uno de los agentes de la UOPJ de Toledo Ana Pérez Herrera

La operación Moralida d les llevó meses de minucioso trabajo hasta que, en noviembre, detuvieron a un cuñado de Isabel, José Antonio Carrión, como autor confeso del crimen y todavía en prisión por estos hechos. Para entonces, su hermano y esposo de la fallecida, Francisco Javier, ya había salido de la cárcel tras depositar una fianza de 20.000 euros. Aunque está en libertad con cargos a la espera del juicio, la fiscalía acusa a Francisco Javier de estar implicado en el asesinato .

«Al marido se lo detuvo la misma noche del crimen por las numerosas contradicciones en la que incurrió durante el levantamiento del cadáver y la inspección ocular», relata el teniente, quien recuerda la fortísima presión social que rodeó el caso.

Aunque el esposo y su entorno familiar sostuvieron que los autores eran dos ladrones, los investigadores desmontaron la coartada. Inspeccionaron todas las grabaciones de las cámaras de seguridad de este pueblo de 12.000 habitantes y no encontraron nada que sostuviera la teoría familiar, pues en las imágenes no se ve a ningún ladrón huyendo del lugar.

Nada fuera de su sitio

«Con más de 40 puñaladas en el cuerpo de la mujer, todo indicaba que era un crimen pasional», explica el capitán, «y desde un principio tuvimos la intuición de que el autor o autores eran del entorno», sentencia. «El ensañamiento, como fue este caso al haber tantísimas puñaladas, demuestra pasión, y el delincuente no tiene ninguna pasión ante la víctima. Se puede asegurar de la muerte, pero un ladrón no se queda apuñalando cuarenta veces, sino que sale corriendo si es descubierto», recalca el experimentado teniente.

A pesar de la dificultad que rodea un crimen pasional en el que la víctima y los presuntos autores conviven en la misma casa, la versión del marido y de su hermano José Antonio se fue desvaneciendo poco a poco: «En la casa no había nada fuera de su sitio. En el único lugar donde había señales de defensa es en la cocina, donde aparece la víctima».

Asesinato de Quintanar de la Orden: «Desde un principio intuimos que el autor o autores eran del entorno de la víctima»

Determinantes fueron los resultados de las pruebas del ácido desoxirribonucleico (ADN), que se conocieron meses más tarde y que también inculpan al hermano: la huella genética de José Antonio aparece en el cuerpo de Isabel, quizá al intentar ella defenderse del ataque de su cuñado.

Detenido en la gestoría familiar Carrión, donde la víctima, su marido y el cuñado trabajaron juntos hasta el día del crimen, José Antonio se derrumbó luego en el cuartel de Quintanar: los investigadores se sentaron al otro lado de una mesa frente a él y el cuñado empezó a llorar. Con su confesión inculpatoria ante la Guardia Civil y ante el juez, la teoría de los ladrones se desvaneció completamente entre los vecinos.

Lo que todavía es un enigma es qué circunstancias llevaron a José Antonio a asesinar a Isabel, algo que el autor confeso del crimen y su hermano podrían desvelar cuando se celebre el juicio con jurado sobre este caso, aún sin fecha fijada.

El enigma de la motocicleta

Más complicada de esclarecer fue la muerte de un hombre de 70 años, Máximo Bautista Pavón, hallado en un camino de El Carpio de Tajo el 11 de marzo de este año. Lo que en un principio no parecía una muerte violenta, la autopsia reveló que alguien mató a este hombre sordo, que tenía por costumbre andar diariamente con su bastón de aluminio por el camino de Escalonilla para mantenerse saludable. Y fiel a su rutina, Máximo salió a caminar el 11 de marzo después de comer.

Pero un agricultor encontró el cadáver bocabajo, sobre las cinco y media de la tarde, a unos 300 metros del casco urbano. Todo apuntaba a una muerte natural hasta que el cuerpo llegó a la sala de autopsias . Allí los forenses concluyeron que las lesiones en la frente de la víctima habían sido provocadas por otra persona porque, técnicamente, era imposible que una caída fortuita originase el traumatismo que acabó con la vida de Máximo.

Operación Caminante: «Detener al presunto autor de la muerte de un hombre de 70 años fue «como buscar una aguja en un pajar»

Ninguno de los tres testigos directos —entre ellos, un policía nacional retirado— había escuchado nada extraño esa tarde y los investigadores ya habían descartados posibles sospechosos. Recurrieron a los compañeros de atestados de Tráfico, pero la ayuda sirvió de poco. Las pesquisas estaban en un punto muerto, la desmoralización empezaba a extenderse, cuando un testigo recordó una pista clave días más tarde: había oído el estruendo de una sola motocicleta. ¿Pudo un motorista golpear mortalmente al hombre? «Era como buscar una aguja en un pajar», ilustra el teniente. «Estuvimos en varias ocasiones a la misma hora y en la misma zona del homicidio para comprobar qué personas pasaban por el camino». Pero los usuarios eran casi siempre los mismos, dueños de fincas y moteros que acudían a esos parajes para practicar trial.

Los investigadores de la operación Caminante se patearon la zona y estudiaron también las grabaciones de las cámaras de seguridad de El Carpio de Tajo y pueblos de los alrededores por los que podría haber ido el sospechoso sin nombre. Y llegó el golpe de suerte: un hombre había colocado una cámara en una obra en su casa, situada a unos 800 metros del lugar del homicidio, para que no le robaran el material. La cámara graba una parte de la calle y en las imágenes, de muy mala calidad -«como un borrón»-, se ve a la víctima pasar caminando con su bastón y, unos diez minutos más tarde, una motocicleta conducida por un individuo con casco. Después de numerosas comprobaciones —hasta se analizó sobre el terreno la velocidad de cada uno de ellos—, ese motorista se convirtió en el único sospechoso .

Remontar un bajón moral

Tras consultar en varios negocios especializados en motos, los investigadores lograron que en una tienda de Toledo les facilitaran la marca y el modelo de la motocicleta que buscaban: KTM enduro. «Nos dio un bajón cuando vimos cuántas motos de esas características había matriculadas en la provincia de Toledo. Llevó una cantidad de trabajo tremenda», admite el teniente.

La investigación se centró cuando observaron, en las imágenes de una cámara de seguridad de una gasolinera, que una motocicleta de las características que buscaban había repostado en esa estación de servicio de El Carpio de Tajo sobre las once de la mañana del día de los hechos. Un empleado de la gasolinera dio detalles del motorista, de Escalonilla -a 17 kilómetros de El Carpio por carretera comarcal-, que solía llevar ropa de calle, lo que coincide con el individuo que aparece borrosamente en las imágenes grabadas en la obra. Habían pasado veinte días del homicidio.

Operación Sorolla 8: El marido, en prisión por el crimen de su mujer, les desafió:«Demostradme que yo la he matado»

La información de los repetidores de telefonía móvil ayudó también a que el puzle casara. En su casa, sin embargo, el autor de la muerte de Máximo guardaba silencio. Nadie sospechaba de él y, por tanto, no hablaba del tema. La intervención telefónica no aportó información relevante, aunque hubo un dato que abrió un sendero: el sospechoso, José María, de 22 años, iba a una fisioterapeuta de Toledo capital para tratarse una lesión en una rodilla y no quería ir al médico. Los investigadores comprobaron en el servicio de Urgencias del hospital Virgen de la Salud de Toledo que José María estuvo allí, al día siguiente del homicidio, y le diagnosticaron un esguince de rodilla. ¿Casualidad? No.

Mientras José María estaba callado como una tumba, los agentes investigaron su entorno familiar y vigilaron al sospechoso las 24 horas del día. José María les contó que la lesión de la rodilla se debió a un accidente en el trabajo cuando partía leña en el campo y se golpeó con un tronco. Mentira. Médicos consultados por los agentes confirmaron que la lesión no era compatible con el relato del sospechoso. Finalmente, intervinieron la motocicleta y el casco que el joven de 22 años llevaba el día de la muerte de Máximo, piezas que fueron enviadas, junto al bastón de aluminio de la víctima, al laboratorio de Criminalística de Madrid, donde continúan siendo analizadas.

Días más tarde, el joven fue detenido por un homicidio imprudente y la omisión del deber de socorro, pero José María negó su participación ante los guardias. Sin embargo, admitió su culpabilidad ante la juez de Torrijos que instruye el caso: «Cuenta que va circulando con la motocicleta y, accidentalmente, golpea al hombre mayor, que lo ve moverse pero cree que no le ha pasado nada grave, que está vivo y el chaval se va».

Casualidad insospechada: unos atracadores de bancos eran vecinos de la Comandancia de la Guardia Civil de Toledo

Si la imagen de una grabación sirvió para llegar hasta el presunto autor de la muerte de Máximo, acusado que está a la espera de juicio, el análisis concienzudo de otra imagen sirvió para llevar a la cárcel a un colombiano por la muerte de su pareja, una ecuatoriana de 40 años, en un piso de la urbanización «El Quiñón» de Seseña el 28 de enero.

Fue precisamente el teniente de la UOPJ, que dirigió la instrucción de la operación Sorolla 8 , quien se dio cuenta, casi cinco meses después, de la clave que escondía las grabaciones del edificio, pero que nadie, ni él mismo, se había dado cuenta hasta entonces. «Analizando las imágenes a una velocidad lentísima conseguimos ver, en unas décimas de segundo, detalles que hasta el momento habían pasado inadvertidos», y que no pueden desvelar.

Lograron así desmontar la coartada del marido y probar —el individuo había desafiado a los agentes: «¡Demostradme que yo la he matado!»— que sí estaba relacionado con la muerte de su mujer. Fueron cinco meses de pesquisas para lograr rebatir también la exculpación por estar bajo los efectos del alcohol y las drogas, así como para echar por tierra la teoría injustificada de posibles ladrones como autores de la muerte de Julissa Denisse.

Secuestro y muerte

En los últimos años también han detenido a varios atracadores de bancos, solitarios o en grupos, y han esclarecido, en colaboración con la Unidad Central Operativa (UCO), el secuestro y asesinato de un chatarrero de Illescas en mayo de 2014, aunque su cadáver, arrojado al río Tajo por sus ejecutores, no ha aparecido.

En estos casos, también las grabaciones de las cámaras de seguridad han sido determinantes para dejar a buen recaudo a los delincuentes, además de la pericia de los agentes. En el crimen del empresario de Illescas, José Luis Vázquez Escarpa (50 años) , fue un «trabajo de chinos» el análisis de horas de grabaciones, que condujo a una pista que permitió detener a los desalmados autores: la imagen de un coche utilizado en el cobro del rescate.

«Nos alegra retirar armas reales de la calle. Sabemos que ya no van a matar con ellas»

En la desarticulación de uno de los dos grupos responsables de varios atracos en sucursales bancarias de la provincia a primeros de este año, además de un pistolero solitario, se unieron varias circunstancias para detener a los malos. Una mañana, un agente encargado de examinar las grabaciones de los robos se cruzó con una furgoneta en un paso de peatones a la altura de la Comandancia de Toledo: era el vehículo de los atracadores. Horas más tarde, dieron un golpe en una oficina de Caja Rural Castilla-La Mancha.

Los agentes inspeccionaron las cámaras de seguridad del cuartel y quedaron ojipláticos al descubrir una casualidad que nunca les había sucedido: los ladrones eran vecinos y se ocultaban en un piso junto a la comandancia tras los atracos. Luego el mismo guardia que se había cruzado con la furgoneta volvió a verla más tarde, ya aparcada en una calle que rodea la comandancia. Las indagaciones acabaron en el arresto de la banda.

«Estamos orgullosos de detener a todos esos atracadores, que iban con armas de fuego. Y todavía nos alegra más retirar armas reales de la calle. Siempre que retiras un arma, sabes que con esa ya no van a matar», concluyen el capitán y el teniente.

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