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Matías Martín Sanabria (1901-1965), maestro y protagonista de un tiempo azul mahón

El legado de este pedagogo es aún muy recordado por varias promociones de alumnos toledanos que aprendieron con su método de lectoescritura

Matías Martín Sanabria (1901-1965). Archivo particular FMS

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

En 1985, un boletín informativo de la delegación provincial de Toledo de la Consejería de Educación y Cultura, incluía la semblanza de Matías Martín Sanabria, «un toledano de adopción», un maestro nacional entregado a «la redención cultural de niños y adultos analfabetos». Así escribía Manuel Martín-Abad Cáceres (1918-2009), uno de los primeros colaboradores suyos, y luego director, en la escuela Graduada de San Servando. Breve y rotunda es la afirmación del reconocido docente y filósofo toledano, José Antonio Marina que, en 2015, recordaba como el gran profesor de su vida al «director del colegio donde estudié, Matías Martín Sanabria. Era un genio pedagógico».

En un marco de ásperas tierras, el 16 diciembre de 1901, nacía en Mahíde de Aliste (Zamora), pueblo no lejos de la frontera portuguesa. Allí acudió a la escuela local hasta que a los diez años fue llevado al colegio segoviano Corazón de María para cursar el Bachillerato, etapa que culminó en el Instituto de Zamora. En la misma ciudad, en 1922, estudió Magisterio para cumplir, durante los dos años siguientes, el servicio militar en el belicoso escenario del Rif, donde alcanzó el grado de sargento.

En el curso 1925-26 fue maestro interino en la población alavesa de Martioda, cercana a Vitoria, con una gran entrega, como fue una elogiada fiesta del árbol que implicó a toda la comunidad local y a las instancias provinciales de educación. En 1927 pasó a Bilbao, al barrio de Atxuri, a un popular colegio inmediato a la Ría que, al poco, se dedicó al maestro Santiago García Rivero por su larga tarea educativa con los hijos de los obreros. Sanabria comprobó que el aprendizaje de la lectura y la escritura empleaba largos y tediosos meses, igual que sucedía en otras escuelas que visitó durante dos veranos, lo que le empujó a pensar en un sistema más rápido y eficaz.

En 1930 ya era Maestro de Escuelas Nacionales , atendiendo, en 1931, las pequeñas escuelas de El Moro y Omedal , en el asturiano concejo de Piloña, partido judicial de Infiesto. Allí vivió a fondo la difícil enseñanza rural, ensayando un método de lectoescritura que mejorase los usos vigentes. En 1933 creó un periódico escolar, El Amigo , para comunicarse con las escuelas del entorno. Su inquietud pedagógica le llevó a reuniones profesionales en varios lugares, como en Cangas de Narcea, donde expuso, en 1934, su método aplicable, «tanto para la aldea como para la ciudad». Poco después viajó a Piedrahita, a unas jornadas convocadas por Unitas , Asociación del Magisterio Abulense. Allí fueron inspectores y otros colegas ponentes ─como Alejandro Rodriguez Casona (1903-1965), ya conocido como autor y director del Teatro del Pueblo, una labor de las Misiones Pedagógicas─, efectuando una práctica de su «sistema onomatopéyico» para aprender a leer con una sección de párvulos. Aquel método sería su gran carta de presentación allí donde fuera llamado a lo largo de su vida.

El 5 de octubre de 1934, como resultado de un concurso nacional de traslados ─y no obtener otros destinos previamente solicitados─ llegaba a Toledo, al grupo escolar Fernández Giménez , en la Vega Baja, inaugurado en 1930, tras la lejana colocación de su primera piedra, allá en junio de 1914. Desde estos momentos, la vida del maestro don Matías quedaría ya unida a Toledo, como un vecino más del barrio de Santo Tomé, recién casado con Mª Covadonga Santos Forcelledo , nacida en Asturias. En 1936, el estallido de la guerra sorprendió al matrimonio en aquella provincia, donde el Comité Provincial del Concejo de Infiesto le nombró maestro en un anterior colegio de religiosas. Culminada la llamada «Ofensiva de Asturias», regresó a su escuela en Toledo, en noviembre de 1937, ahora bajo las directrices del Gobierno de Burgos.

En 1941, Martín Sanabria ya estaba unido al Frente de Juventudes, ocupando la jefatura provincial del mismo hasta diciembre de 1957 y la presidencia del SEM (Sindicato Español del Magisterio) en Toledo hasta 1964. Fue concejal del Ayuntamiento de Toledo (1947-49) y miembro de la Diputación Provincial (1949-55). Siempre recordaría los apoyos de un prócer del Movimiento, Blas Tello Fernández-Caballero ─más allá de su paso como gobernador civil (1944-51)─, del alcalde de Toledo, Andrés Marín y del presidente de la Diputación, Tomás Rodríguez Bolonio , pues en estos años, bajo la cobertura del Frente de Juventudes, creó la Academia de Cultura que daría lugar a una escuela de Primaria y a la raíz de los futuros Colegios Menores en 1952. En 1953 recibió la Medalla de Oro de la Juventud; en 1957 fue nombrado Consejero Nacional de Educación y, en 1958, Delegado Provincial de Asociaciones del Movimiento.

En el terreno docente, desde 1945, era profesor titular en la Normal de Toledo y, en 1947, regente de Prácticas de su Escuela Aneja. En junio de aquel año sacaba a la luz, en una modesta edición a multicopista, el «Sistema onomatopéyico de enseñanza» , ya sobradamente aplicado por sus primeros discípulos docentes de la Academia de Cultura. En 1958, el mismo año que el Colegio Menor San Servando se instalaba en el castillo del mismo nombre, Martín Sanabria era nombrado inspector nacional de las Escuelas del Patronato del Frente de Juventudes. Esto le supuso visitar varios centros por toda España a la vez que participaba de los planes oficiales para luchar contra el analfabetismo. En 1961 recibía la Cruz de Alfonso X el Sabio.

Los cambios ministeriales habidos entre 1957 y 1965, iniciaron el ocaso de falangistas de «primera hora» y católicos (como Ruiz Jiménez en Educación Nacional) en favor de tecnócratas y adscritos al Opus Dei. La enseñanza se encaminaba a nuevas metas en el marco del Plan de Estabilización Económica. En 1963 nacía la Campaña Nacional de Alfabetización (con el nombramiento de 5.000 maestros), quedando al margen, en 1964, el Sistema Onomatopéyico como método exclusivo para dicho plan. El 21 de marzo de 1965, con este reciente sinsabor, como resultado de una dolencia crónica pulmonar, fallecía en Toledo Martín Sanabria, habiendo recibido, no obstante, años antes, varios homenajes de su entorno más cercano, así como en su tierra natal.

El legado de este pedagogo es aún muy recordado por varias promociones de alumnos que aprendieron con su método de lectoescritura o bien por quienes lo emplearon en calidad de maestros. Agradecemos la consulta del fondo cariñosamente conservado por su familia para contrastar algunos aspectos de este artículo, así como del que ofreceremos, en una siguiente entrega, para repasar las claves del sistema al que dedicó gran parte de su vida.

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