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Rafael del Cerro Malagón

El Cine Moderno. Primera sesión: 1917-1929

En 1976, hace 40 años, sirvió de vestuario para la película El hombre que supo amar

Rinconada de la calle de la Sinagoga en 1975 y en 2015/ FOTOS: RAFAEL DEL CERRO

Por RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

En la calle de la Sinagoga de Toledo aún quedan un par de retazos del ya lejano Cine Moderno, clausurado la noche del domingo 30 de septiembre de 1973. Nos referimos a lo que fue una puerta auxiliar del patio de butacas y el escalonado acceso a «entresuelo y principal». A aquel cierre mortal le siguió un largo velatorio con un interior sumido en una muda y continua oscuridad, mientras que, en la calle, resistían el rótulo del cine y los jirones de una vacía cartelera. En esta etapa, ya con la sala momificada, aún el Moderno haría su último servicio al cine, pues, en 1976, sirvió de vestuario para el rodaje de El hombre que supo amar que dirigía Miguel Picazo . En 1977, en vísperas de las primeras elecciones generales, el desnudo patio de butacas se rellenó de triviales sillas de tijera para los asistentes a los mítines de la Transición, género que ya se había escenificado aquí durante la II República. El irreversible final llegaría en 1980 cuando la piqueta trituró esta sala, siempre archivada en la memoria colectiva por sus sesiones trufadas de griterío y palmoteos en cualquier tarde festiva.

El Cine Moderno había nacido en 1917, de la mano del empresario Maximino Guerrero y Díaz de Santos (Guadamur 1869), lo que justificaba la popular denominación de «Cine del Tío Maxi». Y es que, este industrial siempre fue alguien muy conocido en Toledo, vinculado al extenso gremio de «expendedores de vinos», además de gestionar algún molino aceitero y participar en iniciativas locales como fue La San Rival . Esta última fue creada en 1906, por setenta socios para fabricar gaseosas y cervezas, a fin de hacer frente a las imposiciones de grandes marcas. Guerrero solía participar en actos de todo tipo y como donante de fondos para las fiestas del Corpus, de la Feria o para la «Junta de protección a la infancia». Colaboró en suscripciones a favor de causas obreras y apoyos a fuerzas republicanas -en las cuales militó hasta 1939-, facilitando la celebración de actos políticos en su sala de la calle de la Sinagoga.

A ese lugar había llegado Maximino Guerrero en 1905, todavía ajeno al negocio del cine, que entonces solo ofrecía el bilbaíno Francisco Reizábal en una barraca en Zocodover. Abrió una casa de comidas de corta vida, pues, en 1906, ya anunciaba en la misma dirección los Grandes Billares Madrileños , más tarde llamados Billares de Precisión, o el «Palacio del Billar centro recreativo con tiro al blanco». El local debía de tener cierta amplitud, ya que también acogía animados bailes durante el Carnaval. En 1909 la prensa avisaba de otra novedad en el mismo sitio, la apertura de El Ideal Toledano, un café «modernista», «al estilo madrileño», con la peculiaridad de estar atendido por camareras, como también hacía un establecimiento de la calle de Martín Gamero alentado por otro industrial. Hacia 1914 Guerrero volvería a retomar la actividad recreativa de los billares que además ampliaría con otro nuevo salón que abrió sobre el Café Español.

Concluidos los carnavales de 1917, el animoso empresario cambiaría de rumbo para probar suerte como exhibidor de películas ante el manifiesto éxito que despertaba el cine. Para ello efectuó obras en sus locales a fin de crear un teatrito que, según una gacetilla, resultaba «magnífico», con «gusto artístico», espacioso, con tres amplias salidas a la calle, elogiando su higiene, «los evacuatorios y un espléndido y buen servicio de ambigú». El salón, bajo una claraboya de cristal pintada de negro, ofrecía localidades de preferencia, sillas y general. Así, el 8 de noviembre, nacía el Teatro Moderno con la proyección de El robo del Hotel Astor , una comedia que se acompañó de una cinta cómica, El desengaño de Sinforosa , y el drama Los hijos de la muerte .

Esta aventura empresarial vendría tras observar el gran tirón que tenía el nuevo espectáculo en Toledo , donde el promotor aragonés, Eduardo Jimeno -pionero del cine en España- triunfaba con la explotación de las pantallas situadas en el Miradero y en un local de la cuesta del Águila, por cierto todavía no techado. Y es que, en 1917, iban surgiendo nuevos competidores deseosos de instalar cinematógrafos en varios paseos de la ciudad, sin olvidar que el Rojas también ofrecía películas en su cartelera.

El Teatro Moderno vivió poco más de una década programando obras de «género chico» y varietés que alternaban con la proyección de esperadas cintas, todavía mudas, acompañadas por la música de un piano o una orquestina. En la primavera de 1918 se anunció Christus (G. Antamoro, 1916), un filme ampliamente recomendado que llenó todos los pases. A mediados del 1919, Guerrero prefirió deshacerse del salón de billares de Zocodover, quizá para concentrase más en el negocio del cine, si bien el local iría acusando el paso del tiempo con goteras sobre el público los días de lluvia, algún breve incendio y otras faltas de mantenimiento que solía notificar la prensa.

En 1927 se anunciaba el traspaso o el alquiler del cine, «por no poderlo atender su dueño», pues, al igual que en otras salas, la explotación corría a cargo de exhibidores distintos a la propiedad del local. A finales de ese año, la Casa de Pueblo ofrecería en el Moderno un encuentro de obreros de la Federación Metalúrgica con la intervención de Julio Riego y Wenceslao Carrillo . Sin embargo, la cartelera continuó activa hasta 1929, cuando ya los nuevos tiempos pedían cambios radicales. El inquieto industrial veía que las películas empezaban a hablar y el público desertaría pronto de su teatrito. El Cine Moderno debía ser congruente con su propia denominación para entrar en una prometedora época que, por cierto, resultaría muy corta para el resuelto Tío Maxi.

(Continuará en la siguiente sesión )

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