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Ayanta Barilli: «Las mujeres han sido injustamente tratadas a lo largo de los siglos»

La escritora y periodista, hija de Fernando Sánchez Dragó, presenta este martes en la Biblioteca de Castilla-La Mancha su novela «Un mar violeta oscuro», finalista del Premio Planeta 2018

La escritora y periodista Ayanta Barilli, hija de Fernando Sánchez Dragó EFE
Mariano Cebrián

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Desde que su padre, Fernando Sánchez Dragó, ganara en 1992 el Premio Planeta con su obra «La prueba del laberinto», Ayanta Barilli (Roma, 1969) ha soñado con lograr este prestigioso certamen literario. El pasado año, 26 años después, la escritora, periodista, actriz y un sinfín de cosas más, consiguió ser finalista de este galardón con «Un mar violeta oscuro», donde narra de manera novelada las vivencias de las mujeres de su familia, en muchos casos llenas de silencios por sus relaciones con hombres que no las amaban. Este martes, a tres días de la huelga feminista del 8 de marzo, la autora la presentará en la Biblioteca de Castilla-La Mancha de Toledo, a partir de las 19.00 horas.

«Un mar violeta oscuro» es una novela con una base autobiográfica muy fuerte en la que narra las vivencias, muchas de ellas silenciadas, de las mujeres de su familia. ¿Ha conseguido con ella saldar cuentas con el pasado?

No necesitaba saldar cuentas con el pasado. Lo que quería era relatar esta historia, en la que yo estaba y estoy también involucrada, para darla a conocer y compartirla con los lectores.

Portada de la novela

Desde su bisabuela Elvira, pasando por su abuela Ángela, hasta su madre Caterina, todas tienen algo en común: el desprecio de parte de sus parejas. Su historia, que es la que cierra la novela, es diferente. ¿Cree que han cambiado mucho los hombres desde el siglo XIX, que es cuando comienza el relato, hasta ahora?

Si hablamos de la historia de las mujeres desde el siglo XIX e incluso antes, por no decir en lugares que no son Occidente ahora mismo, ha habido siempre problemas en la relación con los hombres. Las mujeres han sido injustamente tratadas a lo largo de los siglos. Pero, en mi novela, hay hombres malignos y hombres absolutamente extraordinarios, como en la vida misma, independientemente del tiempo que les tocara vivir.

Su madre murió cuando usted tenía nueve años. Quizá éste sea el mejor homenaje que le ha podido hacer.

Indudablemente. A mí me ha quedado desde pequeña un problema relacionado con la memoria o, más bien, con la pérdida de la memoria. Cuando murió mi madre, yo era muy consciente de que, si no hacía algo al respecto, la iba a olvidar. Entonces, empecé a soñar con escribir esta novela, algo que he hecho 33 años después, precisamente para que no cayera en el olvido.

En cierto modo, su abuela Ángela ya se anticipó a usted, al escribir una novela en la que hacía un relato ficticio de sus vivencias. ¿Ha sido difícil escarbar en los recuerdos y documentos que esconden muchos secretos de su familia?

Ha sido bastante complicado, tanto desde el punto de vista técnico, porque había muchísima documentación, como desde el punto de vista psicológico. Yo sabía que meterme a realizar esta investigación familiar era como destapar la caja de las truenos y, de hecho, lo hice cuando realmente tenía fuerzas y ánimo para hacerlo. Pero es cierto que, una vez comencé, ya no pude parar porque ha sido algo que he hecho de un modo apasionado y me ha reportado grandes beneficios en mi vida privada.

Su padre, Fernando Sánchez Dragó, también aparece en la novela. Es inevitable que le pregunte por él. ¿Qué supone ser hija de un personaje tan conocido y, a veces, controvertido?

Ser hija de Sánchez Dragó es un privilegio. No lo puede decir de otro modo. He tenido siempre todo su amor y su apoyo en todo lo que he hecho en mi vida. Y, además, he aprendido de él las cosas que me interesan y me apasionan, como es todo lo que tiene que ver con la creatividad, el arte y la literatura, que es a lo que me dedico.

Siendo su novela una reivindicación del papel de las mujeres de su familia, y estando a las puertas de la huelga feminista del 8 de marzo, ¿qué le parece que su padre se declare simpatizante de un partido como Vox, que pone en tela de juicio algunos datos de la violencia de género y que pretende acabar con las ayudas a este colectivo?

Hay un padre que pertenece a mi vida familiar e íntima, y que no conoce nadie. Por un lado, está el personaje público y, por otro, el privado. A mí, su vida pública no me pertenece. Yo respeto que cada uno tenga sus ideas, pero evidentemente, en ocasiones, los padres y los hijos no comparten las mismas ideas.

Huelga feminista

¿Participará de algún modo en la huelga feminista?

El 8 de marzo yo voy a trabajar participando en charlas y en actividades que están relacionadas con este día tan importante para la mujer.

En cualquier caso, lo que queda claro es que su padre es un referente literario para usted. Ya, en 1992, cuando ganó el Premio Planeta con «La prueba del laberinto», usted declaró que algún día sería, como mínimo, finalista de este certamen literario. Ahora que lo ha conseguido, ¿ha cumplido un sueño?

Obviamente, sí. Era un sueño deseado, ya que esto es lo que he vivido en casa desde pequeña. Me iba a dormir cuando era niña preparando el discurso para el Premio Planeta. Cuando llegó el día, fui yo misma la primera sorprendida y, al mismo tiempo, agradecida tanto a la editorial Planeta como a la conjunción planetaria que ha hecho que se hiciera realidad mi sueño.

Es la primera vez que un padre y un hijo son reconocidos en el Premio Planeta. Quizá se repita la historia y usted, al igual que su padre, gane este galardón dos años después de haber sido finalista. De hecho, he leído que ya está trabajando en su próxima novela. ¿Llegará a tiempo para ganar en 2020?

Ya digo que no. Soy una escritora lenta y, desde luego, no voy a tener lista la siguiente novela para esa fecha. En estos momentos la he empezado a escribir, pero está todavía en un estado muy embrionario. En cualquier caso, si se diera esa maravillosa casualidad, o causalidad, según se mire, de ganar el Premio Planeta, sería fantástico.

Las críticas que está recibiendo su novela están siendo bastante buenas. La han llegado a comparar con «La casa de los espíritus», de Isabel Allende, o su padre ha dicho de ella: «He sentido lo mismo que cuando hace cincuenta años leí 'Cien años de soledad' (de Gabriel García Márquez)». ¿Cree que son justificados tantos elogios o le ruborizan?

Los elogios siempre ruborizan, pero yo no soy quién para decir si son justificados o no. Es mi primera novela, he sido finalista del Premio Planeta y las críticas están siendo buenas. Y, lo que es mejor, la opinión de los lectores a través de las redes sociales están siendo muy elogiosas. Yo sólo puedo estar agradecida y muy contenta, pero no puedo decir más. Yo no puedo ser objetiva porque escribir este libro me ha llevado un trabajo de seis años, y me lo sé de memoria. Ya está en manos de quienes lo leen sacar sus propias conclusiones.

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