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Isabel la Católica y la Semana Santa

Cuando veamos las procesiones de Valladolid, Toledo, Cuenca, Zamora y Sevilla, por citar las más famosas, pensemos un poco en Isabel, Reina de Castilla

Luis Sáiz y Sáiz

La Semana Santa está al llegar y Castilla-La Mancha se llenará de penitentes que procesionarán mostrando su fe. Muy especialmente, y sin querer herir susceptibilidades, citaré las de Toledo y Cuenca, pues tienen un renombre en toda España que ha cruzado fronteras.

Por este motivo, y dado que estamos en tiempo, es justo y necesario dar a conocer que fue Isabel la Católica quien impulsó y dirigió la Reforma de la Iglesia española que se podrá dividir en una reforma de las costumbres, una reforma general, una reforma de frailes y una reforma de monjas. A ella implicará mucho antes que a Cisneros, por citar los más conocidos, a fray Hernando de Talavera, a Deza, a Torquemada y a Alfonso Manrique, éste, obispo de Badajoz, pues ya en la Concordia castellano-aragonesa de 1475 (poco después de iniciar su reinado) se reserva el nombramiento de la mayor parte de las dignidades eclesiásticas a fin de elegir los más dignos y preparados para tales puestos.

Huelga decir que hasta entonces lo menos malo que se podían decir de ellos es que eran unos impresentables. Tendrá resistencias y oposiciones por todas partes, desde Roma a España y dentro de las Órdenes religiosas la resistencia será casi numantina: la reforma será tal que varios autores que la han estudiado en profundidad, como Tarsicio Azcona, José García Oro y José María Javierre (S.J.), sostienen que hasta ese momento fue la mayor reforma después de la gregoriana hecha en Francia en el siglo XI.

Su celo por la reforma fue tal que en su cancillería hubo un departamento especial, confiado a sus secretarios Coloma y Ruiz de Calcena

El impulso isabelino de los teólogos españoles en Trento debe de entenderse como destellos reformadores que llegaban de la visión de esta reina “santa” y que se inició un siglo antes. Su celo por la reforma fue tal que en su cancillería hubo un departamento especial, confiado a sus secretarios Coloma y Ruiz de Calcena que trataba de “todas las cosas de las reformaciones”. Azcona en su obra Isabel recalca a la Reina como gran impulsora de la reforma de tal forma que recoge que la “Observancia” la llama domina nostra et mater nostra.

Evidentemente, esto se trasladó al pueblo que también se benefició de la misma y cuyos efectos subsistieron por mucho tiempo; por desgracia tal vez estemos viviendo los últimos coletazos. De aquí nacerán las escuelas parroquiales y catequísticas, incluso las escuelas del domingo que, de los españoles, copiarán los protestantes en los Países Bajos.

De similar manera, por este celo nacerán las congregaciones de laicos, fraternidades, hermandades de penitencia, de oración, de acción social, las más de las veces ligadas a los gremios (auténticas instituciones de formación profesional, sindicatos y de seguridad social de la época, que en nombre de la libertad fueron disueltos a finales del XVIII y principios del XIX, con cuyos bines se inició una desamortización que se ha ocultado, y que supuso dejar sin protección alguna y en búscate la vida que a mí me da igual, a la mayor parte de los artesanos).

La vida de estas cofradías era como sigue: “La vida de los laicos se organizaba en numerosas y diversas cofradías, congregaciones y órdenes terceras. Estas cofradías no sólo suponían una cierta vida según el espíritu, con devociones, novenas, catecismos, etc., sino también exigían obras de misericordia, trabajo en los hospitales, en las escuelas, etc. Se trataba de un verdadero compromiso cristiano. Como estas organizaciones elegían sus propias autoridades, de las clases más diversas, de ello resultaba un gran número de bautizados dedicados al servicio del prójimo (Enrique D. Dussel). Cita de un contemporáneo que evidentemente no era español.

Gracias a ella las figuras esculpidas de la pasión de muchos lugares de España «encarnan la pasión mística de este pueblo (el español)»

El extracto de estas cofradías de Sevilla de 1502 en tiempos de Isabel la Católica y que se podría extrapolar a ciudades tan renombradas en Semana Santa como Valladolid. Además de la Hermandad del Silencio penitencial, ésta del siglo XIV , propietaria de los terrenos sobre los cuales se construirá el más grande hospital de Europa, el de La Sangre o de Las Cinco Llagas, existía la Hermandad de Nuestro Señor Santo Domingo creada por el gremio ganadero; una hermandad del Espíritu Santo creada por el gremio de los marinos, con un hospital del mismo nombre; la Hermandad de los Corredores de Aduna con el hospital de San Isidoro; la Hermandad de los Hosperos con el hospital del nombre de Jesús y San Julián; la Hermandad de los Vinateros con el hospital de Dios Padre y San Felipe y Santiago; la Hermandad de los Barqueros, con su hospital de San Andrés…

Éstas son las antecesoras de las actuales de Sevilla y eran un ensayo de sociedad perfecta para la vida y para la muerte. Cuando veamos las procesiones de Semana Santa de Valladolid, Toledo, Cuenca, Zamora y Sevilla, por citar las más famosas, pero no las únicas, pensemos un poco en Isabel, Reina de Castilla, hacedora de España y madre de las Indias y santa, a pesar del silencio culpable y clamoroso de los últimos Papas. Gracias a ella las figuras esculpidas de la pasión de muchos lugares de España “encarnan la pasión mística de este pueblo (el español) que vivían (pasado) en comunión con sus santos y en la familiaridad de la divina Familia (Georges Pillement).

Después de leer esto me gustaría que el mal informado locutor de la COPE (a quien el Domingo de Ramos por la mañana del año 2016 un hermano cofrade de Valladolid, “Javier”, corrigió su falta de información), aprenda quién hizo la Reforma religiosa en España cien años antes que en Trento, a quién se deben las procesiones de Semana Santa y diga dónde ve el barroquismo de unas procesiones, y más en Valladolid, Toledo y Cuenca (también en Sevilla), que ya eran tradición cuando vino el Barroco ciento cincuenta años después de la Concordia castellano-aragonesa de 1475.

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