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¿A qué suena El Quijote?

«Organología y música en el Quijote» es el último estudio de Fernando Pérez Ruano, musicólogo y compositor musical

En El Quijote hay muchas referencias musicales y a instrumentos, como los que se ven en este grabado que aparece en el video de la canción «Yo soy la locura» de Capella de Ministrers (Youtube)

M. CEBRIÁN

«Señora, donde hay música no puede haber cosa mala» . Esta frase, que Sancho Panza le dice a la condesa de Trifaldi en el capítulo XXXV de «la segunda parte del Quijote», podría resumir la actitud que Miguel de Cervantes tenía ante «el arte de las musas». Y es que en la novela más célebre de la literatura española y de la obra cervantina hay numerosas referencias musicales y menciones a los instrumentos de la época.

Portada del libro

Si alguien quiere saber qué era una chirimía, una vihuela, unos atabales, unos atambores, un albogue, una churumbela o un sacabuche, entre otros instrumentos musicales, puede acudir al último libro de Fernando Pérez Ruano, «Organología y música en el Quijote» . En él, este profesor superior de música, musicólogo y compositor hace un estudio muy completo sobre esta materia tan tratada por Cervantes en su obra.

«La nómina instrumental del Quijote es muy abundante», asegura el autor, quien cree que Cervantes debió de conocer y estudiar a fondo un estudio sobre organología de la época. Bajo el título «El melopeo y maestro: tratatado de música teórica y práctica» , el músico italiano Pedro Cerone de Bérgamo público en 1613 un libro que pretendió ser un diccionario de los instrumentos del momento.

«Si comparamos las referencias organológicas que Cervantes hace en El Quijote con la obra de Pedro Cerone, vemos que prácticamente el 70 por ciento de los instrumentos del estudio del italiano aparecen en la obra cervantina , incluida la voz humana, que es el verdadero instrumento de la época por excelencia», señala Pérez Ruano . En total, aparecen 31 instrumentos, aunque algunos de ellos tienen una terminología diferente, a pesar de ser muy parecidos, como, por ejemplo, la chirimía o la churumbela y el tambor o el tamboril.

Cervantes distingue entre instrumentos pastoriles y bélicos, dependiendo de su potencial sonoro. Alusiones a la voz, trompeta, arpa, tambor, cuerno, dulzaina, rabel, sonaja, silbato de caña, guitarra o chirimía , son algunos de los ejemplos que ilustran el texto. «Algunos han evolucionado, otros se quedaron estancados debido a las formas musicales del Barroco y otros han desaparecido porque debido a su carácter folclórico y popular, no han llegado a consolidarse con el paso del tiempo», explica.

Fernando Pérez Ruano, en la presentación de su libro

Un ejemplo de esas referencias organológicas que menciona el autor del estudio es este extracto del capítulo XLVII de la segunda parte del Quijote: «¡Válame Dios —dijo don Quijote—, y qué vida nos hemos de dar, Sancho amigo! ¡Qué de churumbelas han de llegar a nuestros oídos, qué de gaitas zamoranas, qué de tamborines y qué de sonajas y qué de rabeles! Pues ¡qué si destas diferencias de músicas resuena la de los albogues! Allí se verá casi todos los instrumentos pastorales».

Pero el aspecto instrumental es solo una de las partes del estudio de este musicólogo y compositor, que además es colaborador de la Universidad Libre de Infantes de la localidad ciudadrealeña de Villanueva de los Infantes. En su libro, también aborda las piezas musicales que sonaban en la época, como los romances, sonetos y canciones.

Sin embargo, aclara el autor, «Cervantes no menciona en su obra ninguna forma musical, aparte de la seguidilla como baile y de algunas danzas de cascabel menudo o danzas de artificio, que no llegan a constituir un género propiamente dicho, como la zarabanda». A su juicio, lo que hace el autor del Quijote es trasladar a su novela el elemento musical de carácter popular.

Más de 20 romances

En el texto del Quijote, Pérez Ruano identifica más de 20 romances , algunos de los cuales acompaña de una referencia bibliográfica de alguna obra que haya profundizado más en el análisis de alguno de ellos. «Este es el gran valor musicológico que tiene mi libro, ya que lo que hago es mencionar otros estudios de otros autores para dirigir la comprensión global del lector», afirma el autor.

Todos estos romances, canciones y sonetos tienen un origen popular y circulaban de calle en calle, de plaza en plaza y de pueblo en pueblo, contando los acontecimientos más representativos del momento social y político en el que se encuadran. Como ejemplos paradigmáticos, el autor del estudio habla del romance del conde Claros de Montalbán , que fue un personaje que gozó en su momento de mucha popularidad por la prestancia de su porte y por su singularidad. Y, por el contrario, en tono negativo, destaca el romance del rey don Rodrigo y la pérdida de las Españas . Y es que, como reza el refrán que cita don Quijote en el capítulo XXII de la primera parte de la obra, «quien canta sus males espanta».

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