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Carlos Rodrigo

Pasión por la Fuertes

Mecanógrafa, secretaria o contable de día y poeta de noche

Como confiesa en un poema autobiográfico, de los tantos que escribió, Gloria Fuertes nació un domingo. Reconoce que cuando «la hacían«, sus padres ya no se querían (ni a ella tampoco), lo que sin duda contribuyó a que de mayor, como aseguraba con negra sorna, quisiera ser «huérfana«. A lo que hay que sumar que nació a los dos días de edad, tras un muy laborioso parto de su madre… que si se descuida muere por vivirla.

Gloria a los tres años ya sabía leer y a los seis ya sabía sus labores. Gloria era buena y delgada, alta y algo enferma. A los nueve años le pilló un carro y a los catorce le pilló la guerra. Y a los quince se murió su madre, que se le fue cuando más falta le hacía.

Nacida en Madrid, en Lavapiés, fue mujer de verso en pecho desde los catorce años, a los quince ya leía sus poesías en Radio España, y a los diecisiete terminaría Isla Ignorada, su primer poemario.


Para mí es un placer ser ignorada,

isla ignorada del océano eterno.

En el centro del mundo sin un libro

sé todo, porque vino un mensajero

y me dejó una cruz para la vida

para la muerte me dejó un misterio.


De su primer amor, un obrero republicano que desapareció durante la guerra civil, afirmaba que fue el único que la quiso por sus versos. Un año después se enamora de un médico del otro bando, al que los milicianos encarcelan y ella visita cada día.

Con estos antecedentes a Gloria le dio por los poemas , por eso de que hay gente para todo. Y le dio por parir versos nítidos, claros y profundos como una espina. Versos que no engañaban a nadie ni ocultaban enigmas barrocos e indescifrables.

Gloria era puro ingenio, humor, amor y ternura desolada. Desnudez que hiere de tan clara y tan pura. Soledad ingeniosa y cercana que no necesita de florituras para hacer germinar flores que purificaran ese ambiente de traje gris y mirada baja que fue la posguerra.

Mecanógrafa, secretaria o contable de día y poeta de noche: (Luego me salió una oficina, donde trabajo como si fuera tonta, -pero Dios y el botones saben que no lo soy-. Escribo por las noches y voy al campo mucho) cautivó a niños de diversas generaciones, y creó una poesía para adultos (si es que esta triste distinción cabe, por eso de que no hay nada más penoso que un adulto que nunca ha sido niño) que la llevó a ganar una beca Fullbright para dar clases de Literatura Española en Estados Unidos, un sitio fuera de España donde se puede entrar por primera vez a una universidad para dar clases.

Poeta siempre de guardia , autodenominada madre de todos aquellos que sufren, ya sean éstos obreros, mendigos, travestis, homosexuales o prostitutas, pudo dedicarse sólo a la literatura a finales de los 60 y principios de los 70 tras ganar una beca March de literatura infantil, a lo que contribuyeron sus cada vez más frecuentes apariciones en la televisión y las buenas ventas de sus libros

Difícil de encasillar, se la llamado postista, poeta de la «Generación del 50», por el corte de algunos de sus poemas, «autodidacta y poéticamente desencolerizada», ella misma se bautizaba como «yoísta» y «glorista», aunque a mí siempre me gustó aquello que dijo, con esa ironía demoledora que se gastaba: «antes de contar las sílabas, los poetas tienen que contar lo que pasa».

No olvidemos que Gloria entre sus más hermosos triunfos atesora el de organizar la primera biblioteca infantil ambulante por pequeños pueblos , para llevar libros a donde éstos no llegaban por falta de dinero o por el analfabetismo aún imperante en España, y que entregaba personalmente montada en su Vespa.

 

 Camilo José Cela, uno de sus grandes valedores en los últimos años, definió a esta Quevedo con pintas (La esperanza me desespera; / desesperada espero todavía, /) como «una de las más luminosas voces poéticas españolas», confesando que le «gustaría escribir para niños» como ella… y no todos los días te dice un Nobel que le gustaría escribir como tú… rematando que «sus versos son desconsolados y atroces, saludables y humanos, mortales de necesidad y amargamente sobrios y juguetones como el diablillo de la guarida, al que esta mujer quiere peinar los cuernos».

En un país en el que sólo eres famoso cuando te caricaturizan, esta «araña de España que ni pica ni araña», que dirían Martes y Trece…

Esta autora de la letra y música de «Un globo, dos globos, tres globos...».

Esta rebelde a la que ya en 1980, en un especial de Nochebuena, le censuraron la lectura de un poema: «Dios está en pelotas»…

Esta maestra, que en Estados Unidos, en los años 60, con la guerra de Vietnam de fondo, llegó a convencer a alumnos de que rompieran los papeles de reclutamiento. «Qué placer rasgar aquellas hojas»…

Esta letrista que compartió escenario con Joan Baez, leyendo sus poemas traducidos al inglés…

Esta mujer que confesó que «La soledad es una hija de puta. A veces me revuelco en ella, me hago su amiga y a veces me vence»…

Esta amante que al morir su pareja «Iba a tirarse al metro pero acabó tirándose a la taquillera»…

Esta pistolera que concebía la poesía como un arma cargada de niños, disparando a diestro y siniestro contra esos adultos que nunca lo fueron…

Esta alma capaz de escribir poemas como este:

Cuando un árbol gigante se suicida,

harto de estar ya seco y no dar pájaros,

sin esperar al hombre que le tale,

sin esperar al viento,

lanza su última música sin hojas

sinfónica explosión donde hubo nidos,

crujen todos sus huecos de madera,

caen dos gotas de savia todavía

cuando estalla su tallo por el aire,

ruedan sus toneladas por el monte,

lloran los lobos y los ciervos tiemblan,

van a su encuentro las ardillas todas,

presintiendo que es algo de belleza que muere.

A este pedazo de ser humano, uno de los mejores poetas españoles de todos los tiempos, yo me lo imagino sosteniéndole la mirada al gran poeta español del amor mientras, obnubilada, paladea sus versos al tiempo que le susurra al oído aquello de:

Buscando mis amores

iré por esos montes y riberas;

no cogeré las flores,

ni temeré a las fieras,

y pasaré por Fuertes… sin fronteras.

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