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Mariano Calvo - ARTES&LETRAS

Un empresario de Castilla-La Mancha coprodujo una serie sobre el Quijote para la TV soviética

Aunque en su día fue exhibida con gran éxito en la URSS, todavía permanece inédita en España, a excepción del País Vasco, cuya televisión autonómica también participó en la coproducción hispano-soviética.

El empresario Sánchez-Infante (con corbata) junto al director de la serie, Rezaz Chjeidze. durante el rodaje de una escena

MARIANO CALVO

A mediados de los años ochenta, con los primeros deshielos de la Guerra Fría, el empresario toledano Miguel Sánchez-Infante , echándose prejuicios y cautelas a la espalda, se prestó a participar en la coproducción de una ambiciosa serie de casi doce horas de duración para la Radiotelevisión de la URSS, basada en la novela de Cervantes, Don Quijote de La Mancha . La coproducción, en la que intervino en uno de los papeles protagonistas Paloma Botín, hija del famoso banquero, alcanzó un presupuesto de casi 2.000 millones de pesetas y fue presentada al Festival de Televisión de Montecarlo como mejor serie televisiva de la Unión Soviética en 1989.

Sin embargo, aunque en su día fue exhibida con gran éxito en la URSS, todavía permanece inédita en España, a excepción del País Vasco, cuya televisión autonómica también participó en la coproducción hispano-soviética.

Una aventura quijotesca

Un día del verano de 1987, un avión de las aerolíneas soviéticas Aeroflot volaba de Moscú a Madrid. En asientos contiguos, dos hombres traban conocimiento y conversan largamente sobre los motivos de su viaje. Uno era el varias veces campeón del mundo de ajedrez, el ruso Anatoli Karpov, y el otro el reputado cineasta georgiano Rezaz Chjeidze, exmiembro del Soviet Supremo de la URSS. Este comentó a su interlocutor que la serie televisiva que estaba rodando desde hacía cuatro años sobre Don Quijote de la Mancha requería completar su rodaje en los auténticos paisajes de la Mancha, por cuyo motivo viajaba a Madrid, donde pensaba entrevistarse con empresarios y representantes de entidades españolas que pudieran apoyarle económicamente.

Por su parte, Karpov le informó de que su viaje tenía como objetivo participar en un campeonato de ajedrez en Castilla-La Mancha, patrocinado entre otros por su amigo el empresario Miguel Sánchez-Infante, relacionado también con el mundo del cine, pues recientemente había producido una película de cierto éxito, «La señora», protagonizada por la actriz Silvia Tortosa. El ajedrecista se ofreció a mover ficha en su ayuda, y al poco tenía lugar la entrevista entre el empresario de Toledo y Rezaz Chjeidze.

El estado de la cuestión era el siguiente: La Radiotelevisión Soviética (Gosteleradio) había iniciado negociaciones desde hacía tiempo con TVE, pero su director general, José María Calviño , terminó renunciando al proyecto alegando discrepancias con el guión, según él demasiado innovador y vanguardista. Sin embargo, el director de la serie sospechaba que sus razones no eran ajenas a las presiones derivadas de la todavía vigente Guerra Fría. En vista de ello, los georgianos habían entrado en conversación con otras televisiones autonómicas españolas, pero solo la vasca, Euskal Telebista , se había mostrado favorable a la coproducción, al parecer motivada por los lazos étnicos y culturales que, según cierta teoría, unen a los pueblos vasco y georgiano.

El convenio al que llegaron finalmente Gosteleradio, Euskal Telebista y Procint (del Grupo Sánchez-Infante), consistió en que la televisión vasca aportaba 25 millones de pesetas por los derechos de emisión en su territorio autonómico, y la empresa de Sánchez-Infante 50 millones, el dinero necesario para el desplazamiento de los georgianos a tierras de la Mancha, donde culminaría el rodaje de la serie.

Hasta ese momento, la serie se había rodado en Ajaltiche, al sur de Georgia, cuya geografía guarda cierto parecido con los paisajes de la Mancha. En cuanto a los interiores, todos se habían filmado en los estudios cinematográficos de «Gruzia Film», en Tblisi , la capital de Georgia. Los estudios contaban con más de mil setecientos trabajadores y eran unos de los más importantes de la Unión Soviética. Doscientos de sus operarios, asesorados por miembros de la Universidad, habían construido con todo detalle una venta manchega realizada con cincuenta mil ladrillos expresamente fabricados, dotándola de tinajas, cerámica, tejas árabes y todo tipo de enseres típicos manchegos.

En el reparto figuraban no solo actores georgianos o soviéticos sino también media docena de españoles, entre ellos Paloma Botín, hija del banquero Emilio Botín . La joven cursaba por entonces estudios de Arte en la Universidad de Georgia y alguien de su entorno la propuso intervenir como actriz en la serie, interpretando el papel de Dorotea. Según se comentaba, el circunspecto clan de los Botín había aceptado la participación de Paloma solo por tratarse de una versión del clásico por excelencia de los autores españoles y a condición de que fuera la última vez que se prestaba a semejantes veleidades interpretativas.

En un lugar de La Mancha

Con las dos terceras partes de la serie ya rodadas, solo faltaba incorporar los genuinos paisajes manchegos, sus molinos, sus llanos horizontes, sus olivares y su cielo azul, sin los cuales la puesta en escena resultaba de todo punto incompleta. Así pues, un día del verano de 1987 se puso en camino hacia España el equipo de rodaje integrado por cincuenta y cuatro personas, de los que veinte eran actores, a la cabeza de los cuales iba el actor georgiano Kaji Kavsadze, en el papel de Don Quijote , y el también georgiano Mamuka Kikaleishvili en el de Sancho. En un camión aparte viajaban dos actores singulares: el caballo y el asno que encarnaban a Rocinante y al rucio de Sancho Panza .

Valdepeñas se convirtió en la base del operativo de rodaje, que se desarrolló en un sinnúmero de localizaciones del entorno: Tomelloso, Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, El Toboso, Argamasilla, Ruidera… El Corral de Comedias de Almagr o fascinó de tal manera al director Chjeidze que no dudó en introducir importantes cambios en el guión para integrarlo en el rodaje. No fue el único caso, pues una de las constantes del director Rezaz Chjeidze fue el uso de licencias creativas, como la de rodar exteriores en ciertas calles de Madrid o incluir a ciudades como Toledo y Bilbao a modo de homenaje a los coproductores españoles.

Un poco de guerra fría

Cierto día se presentaron ante el empresario Sánchez-Infante dos agentes del CESID, pues, según le dijeron, sospechaban que, so capa de la aparente actividad cinematográfica, los soviéticos podrían estar realizando labores de espionaje. «No en vano -adujeron los inspectores- Valdepeñas está muy cerca de Manzanares, donde existe una importante base de helicópteros». El empresario se vio en la obligación de justificar sus múltiples viajes entre la URSS y España; se le interrogó sobre los avances tecnológicos que había conocido en sus visitas a centros de producción y museos, y especialmente tuvo que detallar su relación con el director de la serie, antiguo miembro del Soviet Supremo, máximo órgano legislativo de la Unión Soviética. Los agentes llegaron incluso a sugerir al empresario que hiciera de espía para los servicios de inteligencia españoles, lo que provocó la risa y cierta respuesta burlona por parte de Sánchez Infante.

Otra anécdota de cierto folklorismo celtibérico la protagonizó un individuo que se presentó en el rodaje como policía, y que, en virtud de su supuesta autoridad, pretendía que se le facilitaran los favores de cierta señorita del reparto. A pesar del airado reproche general, el personaje no cejó en su obsesión y, como en un final feliz ciertamente inesperado, terminó consiguiendo por sus solos méritos la amistad de la soviética, con la que se le veía asiduamente por las tardes al término de las sesiones de rodaje.

Tres meses después de su llegada a España la filmación llegó a su término, y un año más tarde la serie fue emitida en la Unión Soviética en formato de nueve capítulos y una duración total de 11 horas y 40 minutos. Por su parte, la televisión autonómica vasca la emitió a finales de 1989, en versión euskera y castellana. No ocurrió lo mismo en el resto del territorio español, donde aún no ha sido emitida hasta el día de hoy.

Otra escena de la serie, protagonizada por Kaji Kavsadze y Mamuka Kilakaleishvili en los papeles de Don Quijote y Sancho, y dirigada por Rezaz Chjeidze

Algunos críticos acogieron la producción como una de las mejores realizadas sobre el Quijote , aunque no faltaron quienes la juzgaron desconcertante por lo surrealista e innovador de su planteamiento. Tres décadas después se aprecia que aquel vanguardismo chocante para la mentalidad de su tiempo se acomoda en nuestros días sin estridencias dentro de los estándares usuales de la modernidad. Según el propio Rezaz Chjeidze , las casi doce horas de duración de la serie supone «un acercamiento profundo a la esencia de la obra de Cervantes, muy por encima de los estrechos márgenes de las convencionales versiones cinematográficas de una hora y media de proyección».

El director Rezaz Chjeidze , fallecido el año pasado, recibió en vida numerosos reconocimientos, como el de Artista del Pueblo de la Unión Soviética (1980); Premio de la Unión Film Festival (1973-1981); Premio Lenin (1986); Orden de honor de Georgia (1996) y Ciudadano de Honor de la Ciudad de Tblisi (2001).

Una cierta dosis de sus ideales políticos se trasluce en su monumental versión de El Quijote , atrevida en lo formal pero sin dejar de ser fiel al texto y al espíritu cervantino. Como guionistas, contó con la colaboración del escritor gallego Marcial Suárez y el georgiano Sulikó Squenti.

Al día de hoy, la coproducción hispano-soviética supone una asignatura pendiente para la filmografía española, que treinta años después no ha conseguido ver exhibida en territorio español, más allá del País Vasco, una de las adaptaciones de El Quijote más originales e interesantes.

No obstante, gracias al empeño del empresario castellano-manchego, varias cadenas y alguna plataforma digital cuentan entre sus proyectos la futura emisión de la serie. La conmemoración del Cuarto Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes presta sin duda la ocasión perfecta para restañar esta inexplicable anomalía, anecdótica secuela de la Guerra Fría.

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