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Rafael del Cerro Malagón

El arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz y el segundo edificio de la Escuela de Artes

En 1921 se encargó la ampliación de este edificio que se había quedado pequeño

Fachadas lateral y posterior del segundo edificio en el exconvento de Santa Ana RAFAEL DEL CERRO

RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

La Escuela de Artes de Toledo se aloja en un singular edifico ensamblado con el fallido panteón real de San Juan de los Reyes que inició en 1476 Juan Guas y que, en 1808, sufrió el saqueo de las tropas napoleónicas. Esto último fue el preámbulo de otros avatares siguientes como el pronto cese de la vida monacal o la instalación, en 1846, del Museo Provincial. En 1881 el Estado encargó al arquitecto Arturo Mélida y Alinari (1849-1902) su rehabilitación integral y levantar sobre un segundo claustro, totalmente asolado, la Escuela de Industrias Artísticas, deficientemente concluida en 1902, siendo su primer y entregado director, el pintor Matías Moreno (1840-1906).

En pocos años aumentarían la matrícula y la oferta educativa del centro, solicitándose al Ministerio de Instrucción Pública crear más talleres en el exconvento de Santa Ana -cerrado en 1869-, situado en la parte posterior, separado aún por la plaza del Mármol y asomado al Tajo. Este cenobio ya había sido elegido en 1883 por Mélída para acoger temporalmente la Escuela en tanto se ejecutaba su monumental edificio. En 1899, siempre con la idea de provisionalidad, el mismo arquitecto lo rehízo todo de nuevo aplicando ciertas claves de las edificaciones efímeras: una estructura con pies de hierro y elementos ligeros como madera, escayola, hule o chapas de zinc.

Esta débil solución no colmó las expectativas del centro, inclinándose las instancias ministeriales, en 1921, por una intervención de mayor calado que se encomendaría al arquitecto madrileño Jesús Carrasco-Muñoz y Encina (1869-1957). Un estudio sobre este técnico, debido a Oscar da Rocha Aranda y Susana de Torres Neira (2002), indica que nació en el seno de una familia implicada en las artes plásticas, figurando ya la firma de su padre, Vicente Carrasco-Muñoz y Pedrosa , en varios edificios religiosos trazados al calor del medievalismo imperante en el XIX.

En 1895 Jesús acabó su formación en la Escuela de Arquitectura, trabajando luego con otros colegas para una selecta clientela que demandada palacetes, villas o panteones de ecos afrancesados o historicistas. Trabajó en el estudio de Repullés y Vargas (1845-1922), además de compartir con otros arquitectos varios encargos oficiales. En 1904 inició su propio camino transitando por los eclecticismos y los aires modernistas. En 1908 trazó la Ermita de los Pastores en Huerta de Valdecarábanos ( Toledo ), con un singular alzado asimétrico y matices que inducen a una lectura de inspiración medieval y ecos «gaudianos», interviniendo también en la iglesia parroquial de San Nicolás de Bari de la misma localidad.

Aunque atendió proyectos en varias provincias españolas, fue en Madrid donde hizo el grueso de su producción en forma de viviendas, oficinas o edificios industriales, siendo una de las obras más populares el céntrico Hotel Reina Victoria (que también acogería los Almacenes Simeón), junto a la plaza de Santa Ana, finalizado en 1923. Hasta 1936 ejecutó otras edificaciones ahijadas ya del regionalismo, del «art decó» y con algún acercamiento al nuevo racionalismo. Desde 1940 hasta su muerte en 1957 trabajó en la reconstrucción de Madrid y sus nuevos ensanches.

Aunque su presencia oficial en Toledo data de 1921 para ampliar la Escuela de Artes, las obras discurrirían entre 1924 y 1926, derribando primero lo hecho por Mélida en Santa Ana para lograr ahora un edificio exento y casi cúbico, con el relevante uso del ladrillo en los paramentos exteriores. Carrasco-Muñoz trazó la fachada principal con matices góticos, mudéjares y arcos escarzanos en una composición simétrica y funcional que insertaba piezas cerámicas de Sebastián Aguado. En el costado lateral de la calle de Santa Ana aunó una parte calada por las ventanas de las aulas y el severo muro que acoge el acceso a la antigua capilla. En la fachada posterior, hacia el río, amplió una línea de pequeñas ventanas para dar más luz a las aulas situadas sobre el artesonado de la capilla que es el actual salón de actos. La cuarta fachada, menos visible, se abre a la parte ajardinada donde Mélida hizo las aulas provisionales en 1899. El interior del edifico evoca el regionalismo que defendían otros arquitectos de la época como Leonardo Rucabado (1875-1916) o Aníbal González (1875-1929). Aquí los espacios rodean un patio central con columnas de granito y una galería superior con balaustrada y una cubierta -deudora del siglo XVI- con vigas, canecillos y zapatas de madera tallada. Todo ello protegido por una luminosa claraboya.

Una vez ampliado el jardín de la Escuela, que englobaría la travesía, la plaza y la calle del Mármol, algunas casas particulares cedidas y otras adquiridas por el Estado, la nueva ampliación fue ocupada en 1931. Casi al tiempo, y después de largas controversias entre la propia Escuela, el municipio y la Real Academia de Bellas Artes, se colocaba una verja forjada por Julio Pascual ante el edificio principal, a partir de un proyecto de Carrasco-Muñoz ya fechado en 1921. Tras la intervención que inició en 1958 el arquitecto José Manuel González Valcárcel para desornamentar el exterior que Mélida dio en su día a la monumental Escuela de Artes, la citada verja acabaría siendo retirada también. Así pues, una aproximación actual al segundo edificio de este centro supone ver la tarea de un técnico, acaso poco conocido en Toledo, que dejó una muestra más de la arquitectura española, propia del primer tercio del siglo XX.

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