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Tres en raya

«Casado for President. Ni Soraya puede permitir que gane Cospedal, ni Cospedal puede permitir que gane Soraya»

Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado y María Dolores de Cospedal ABC
Luis Herrero

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Si los exploradores de Génova no andan muy desencaminados solo hay dos combinaciones posibles. O pasan el corte las primas donnas del PP o una de las dos se queda fuera en beneficio de Pablo Casado . En tal caso, la suerte está echada. Casado for President . Ni Soraya puede permitir que gane Cospedal, ni Cospedal puede permitir que gane Soraya . Casado sumaría a los apoyos propios los de la candidata eliminada. Fin de la pelea. ¿Pero quién gana si el combate final se feminiza?

Dicen los gurús de las encuestas que Soraya es la favorita de los votantes y Cospedal la de los compromisarios . Si fuera exactamente así, la secretaria general se llevaría el gato al agua y la ex vicepresidenta también se quedaría sin opciones en este segundo -y último- supuesto. La conclusión inexorable sería que Soraya no tiene ninguna posibilidad de ganar. Pero la cosa no es tan fácil. Los gurús dicen más cosas. Por ejemplo, que Casado es el favorito de los militantes. Y esa es la madre del cordero. ¿A quién apoyarán los pablistas con derecho a voto en el Congreso del 20 de julio si no tienen la posibilidad de respaldar a su candidato y deben elegir entre las dos mujeres? Si alguien es capaz de despejar esa incógnita tendrá muchas posibilidades de ganar la porra de la batalla sucesoria.

Ya adelanto que mi tesis es minoritaria. Lo que a mí me sale, por pura lógica aristotélica, es que los militantes de base deberían preferir a Cospedal antes que a Soraya. Sin entusiasmo, vale. Como mal menor. Por imperativo disyuntivo. A la desesperada. Como se quiera. Pero a Cospedal antes que a Soraya . Sin embargo, siete de cada diez miembros del PP a quienes les hago esta consideración me responden que hiperventilo. Conociéndome, es lo más probable. Mi futuro como arúspice no es mucho mejor que el de una maniquí con chepa. Aun así, me niego a aceptar que esté equivocado. Llevo dándole vueltas al asunto varios días y no se me ocurre ninguna razón convincente que explique por qué deberían los partidarios de Casado sentirse más atraídos por Soraya que por Cospedal.

Parto de la base (si me equivoco tiren este artículo a la basura y mándenme a galeras) de que la opción Casado es la más ideológica de las tres con posibilidades de ganar . La escoltan quienes echan de menos las señas de identidad que el PP fue dejándose en el camino, como pelos en la gatera, durante la larga etapa en que la permanencia en el poder se convirtió en la única cuestión prioritaria. Defiendo como verdad axiomática que en los siete años de Gobierno, y si me apuran en los dos últimos de oposición, antes de ganar las elecciones de 2011, Rajoy impulsó una política sin convicciones que renunciaba a distinguir lo bueno de lo malo para no provocar rechazos innecesarios en ese amplio sector de la sociedad que vive en la neutralidad moral, a distancia de los principios.

Alguien le convenció de que en una sociedad sin criterios ni referencias lo único que había que hacer era des-moralizarse. Soraya fue la encargada, como vicepresidenta plenipotenciaria de Rajoy, de llevar a la práctica ese disparate. Y lo hizo con tanta fruición que, uno a uno, fue desmochando los valores que hasta entonces habían singularizado el escudo de armas del partido. Esos son, justamente, los valores que Pablo Casado afirma que quiere recuperar . ¿Es congruente ese deseo con la disposición a ayudar a quien los borró del mapa?

Si a los seguidores de Casado no les parece horrible ese pacto con los tecnócratas es que, en mi humilde opinión, no dicen la verdad cuando defienden la prioridad del rearme ideológico del PP . Soraya se vende a sí misma como la mejor opción para recuperar el poder a corto plazo. ¿Es esa clase de poder la que ambicionan quienes dicen representar a los militantes de base? Si es así, pincho de tortilla y caña a que los electores, cuando llegue la hora de las urnas, seguirán dándoles la espalda. La regeneración tiene poco que ver con el recauchutado.

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