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Puigdemont caduca y vuelve Convergència

Marta Pascal y su equipo van a tomar las riendas tras el 21D y no están dispuestos a dejar que las majaderías de un exalcalde de provincias acabe de arruinar la fuerza y el prestigio de su partido

Puigdemont conecta por videoconferencia con un mitin de Junts per Catalunya AFP
Salvador Sostres

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Puigdemont caduca el 21 de diciembre y el PDECat prepara el terreno para soltar lastre y volver a centrarse. El presidente depuesto cree que si gana puede regresar para intentar la épica del presidente encarcelado y poner en aprietos al Gobierno y al Estado. Sus más estrechos colaboradores le están haciendo creer que mientras no haya sentencia firme contra él podrá ejercer de «president» aunque sea desde la prisión, pero el abogado del partido, Javier Melero, uno de los más prestigiosos penalistas de España, no se cansa de advertirle de que tal posibilidad no existe. También Melero intentó convencer al presidente Pujol de que no confesara la cuenta opaca que tenía en el extranjero, pero no le hizo caso y luego han sido monumentales los problemas que él y su familia están arrastrando.

Además, según todas las encuestas, Puigdemont no va a ganar y mientras sus asesores van a regresar a Barcelona para pasar la Navidad con sus familias, él se quedará solo en Bruselas, abandonado como un juguete roto, sin ninguna posibilidad de regreso y sin nada concreto que hacer como no sean conferencias sobre independencias fallidas como hace el exlehendakari Ibarretxe, otro que intentó lo mismo, aunque sin llegar tan lejos, y hoy anda todo el día arriba y abajo con su puntero láser.

Puigdemont, por no ser, no podrá ser ni diputado, porque aunque podría a distancia recoger el acta, no tendría derecho a votar si no acude al Parlament. Y las mayorías van a estar tan ajustadas que los partidos van a necesitar todos sus votos. El exconsejero de Sanidad, el también fugado Toni Comín, está indignado porque Esquerra ya le ha llamado para decirle que tendrá que dimitir como diputado para que el siguiente de su candidatura que no sea un prófugo pueda acudir al Parlament y votar.

El cenicientismo de Puigdemont y sus forajidos va a desvanecerse el próximo jueves. «No se dan cuenta del lío en que se han metido», comentó hace unos días el presidente Rajoy en una conversación privada. Y añadió: «El mayor enemigo de un loco es la realidad».

El horizonte judicial del PDECat, tanto por los hechos con la sedición y la rebelión, como por los casos de corrupción vistos para sentencia, parece no preocupar demasiado a los forajidos y demás acusados, convencidos de que el PP controla a los jueces y que al final siempre podrán negociar. Si el PP controlara a los jueces gozaría todavía de su antigua y cómoda mayoría absoluta. Pero no hay manera de que los nacionalismos periféricos entiendan qué es y cómo funciona un Estado.

Puigdemont está a punto de experimentar hasta qué punto son ciertos, y dramáticos, los tan aparentemente inocentes como inapelables comentarios de quien a fin de cuentas es un registrador de la propiedad.

El PDECat desea más que Esquerra que el «apestado de Bruselas» no gane las elecciones y que obtenga el resultado más bajo. Saben que a partir del jueves les será no más que una carga que les alejará de la centralidad, de la cordura y de la vocación mayoritaria, y cuanto más se estrelle en las urnas, más fácil será desconectarle. Marta Pascal quiere igualmente deshacerse del grupúsculo de hiperventilados que asesoran a su todavía candidato desde Bruselas, por considerarlos un hatajo de descerebrados con las mismas dificultades que su líder para relacionarse con la realidad; y poder empezar con el partizo higienizado a preparar la campaña de las municipales, y empezar la remontada asentando su poder territorial.

Puigdemont y los suyos piensan en Elsa Artadi como sustituta si finalmente aceptan que cualquier regreso sería suicida. Pero a pesar del lío que supondrá tener un grupo parlamentario con más faranduleros que diputados preparados, Marta Pascal y su equipo van a tomar las riendas tras el 21D y no están dispuestos a dejar que las majaderías de un exalcalde de provincias acabe de arruinar la fuerza y el prestigio de su partido. No está aún decidido, pero el cambio de rumbo podría concretarse en la recuperación del antiguo nombre del partido, Convergència.

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