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Puigdemont asume su ocaso

El PDECat contempla como escenario más probable que Elsa Artadi se convierta en la próxima presidenta de la Generalitat durante la primera mitad del mes de mayo

Elsa Artadi, en el Parlament PEP DALMAU
Salvador Sostres

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Puigdemont asume que la formación de gobierno en Cataluña va a apagar poco a poco su protagonismo, aunque la elegida para el cargo sea la persona de mayor confianza de su entorno más inmediato, Elsa Artadi . El expresidente de la Generalitat es consciente de que sus días de gloria caducarán cuando la normalidad institucional vuelva a Cataluña y decaiga el artículo 155.

La CUP amaga con cambiar su abstención por el voto negativo si la candidata es «una ultraliberal salvaje» como Artadi -doctorada en la universidad de Harvard- y Demòcrates, la escisión independentista de Unió Democràtica ( el expartido de Josep Antoni Duran i Lleida ), liderada por Antoni Castellà y que controla dos diputados del grupo parlamentario de Esquerra Republicana, insiste igualmente en que votarán en contra de cualquier candidato que no sea Carles Puigdemont.

Juntas o por separado, tales deserciones dejarían sin mayoría a los independentistas incluso en segunda vuelta, pero tanto Esquerra como los convergentes están convencidos de que la CUP no se atreverá a votar en contra de la recuperación del autogobierno y que Antoni Castellà, alumno aventajado de Duran , simplemente está encareciendo el precio de su voto favorable. «Nada que con un par de direcciones generales no podamos comprar», sostienen con igual condescendencia altos representantes de ambas formaciones. Puigdemont, primero en Bruselas y ahora en Berlín, se ha ido acostumbrando a la soledad, a la deserción y a la utilización de su figura para intereses que nada tienen que ver con su prevalencia sino más bien con el futuro Govern y el de las personas y partidos que lo van a formar.

El PDECat contempla como escenario más probable que Elsa Artadi se convierta en la próxima presidenta de la Generalitat durante la primera mitad del mes de mayo, pero no descarta algún cambio de humor de última hora de Puigdemont . Marta Pascal cree que el expresident podría «venirse arriba» con el resultado de una encuesta interna del partido que conocerán este fin de semana. Por si esta encuesta -en contra de las anteriores, y de las que maneja Esquerra- pronosticara un muy buen resultado a JxCat en caso de repetición electoral, y el exalcalde de Gerona tuviera la tentación de enrocarse y de forzar unos nuevos comicios, la líder convergente ha empezado a explorar mayorías alternativas con Esquerra, Comunes i socialistas para asegurar la gobernabilidad y acabar con el colapso.

Esquerra estaría dispuesta a cualquier cosa para evitar otras elecciones, pero prefiere no llegar al extremo de tener que hacer cualquier cosa para tener que evitarlas. La formación de gobierno daría estabilidad interna a los republicanos y la posibilidad de probar a las jóvenes promesas de los cuadros intermedios en cargos de responsabilidad, en su necesidad de encontrar nuevos y atractivos liderazgos, porque «ni Pere Aragonés resulta creíble como hombre fuerte ni Roger Torrent es un candidato claramente ganador», según sentencia de un considerable dirigente del partido. Y aunque los de Junqueras no quieren de momento entrar en este pío de especulaciones, lo cierto es que asisten con la misma preocupación que el PDECat a la posible convocatoria de otras elecciones, y por primera vez estarían dispuestos a buscar vías de entendimiento con Marta Pascal con el propósito inequívoco de evitarlas a toda costa.

La CUP, que cuando en diciembre pasó de diez a cuatro diputados tuvo que hacer un ERE, aspira a recuperar las comodidades laborales de un resultado mejor. Quiere nuevas elecciones pero no está segura de atreverse a figurar como la que dinamita a la candidata propuesta por Puigdemont -aunque no sea propiamente Puigdemont el candidato- y hoy por hoy no parecen los anticapitalistas estar con el ánimo de plantear grandes desafíos, aunque si la encuesta del fin de semana les asegura unos réditos incontestables tal vez podrían plantearse forzar su maquinaria.

Puigdemont ha elegido a Artadi porque ha sido la única persona de su entorno capaz de convencerle, voltearle y encandilarle -con los encendidos rumores que ello ha provocado-, pero conserva la suficiente tranquilidad para darse cuenta de la ambición personal y política de su ungida, y para entender que su lealtad va a languidecer más pronto que tarde cuando alcance el poder. El expresidente de la Generalitat , que tuvo un subidón de euforia cuando los jueces alemanes anunciaron que no pensaban extraditarlo por alta traición -o por rebelión- ha ido aterrizando en los últimos días en su realidad de símbolo que se extingue, en su soledad desterrada y en la progresiva irrelevancia a la que le va a condenar un gobierno efectivo de la Generalitat.

Él mismo entiende, y así lo ha reconocido a sus allegados, que la realidad paralela que pueda crear en Berlín o en Bruselas va a tener mucho más de folclore patriótico que de capacidad operativa real, y que ni los catalanes en su conjunto ni los que tanto le han azuzado en su aventurismo, están dispuestos a los enormes sacrificios del choque permanente pudiendo vivir de los manejos del suculento negocio autonomista.

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