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«Perder Madrid y ganar la honra»

Rajoy no va a convertir a Cifuentes en un mártir, pero tampoco va a sacrificarla sin exhibir antes un mínimo orgullo de pertenencia

Cifuentes y Rajoy, en una imagen de archivo ABC
Manuel Marín

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Una cosa es que Mariano Rajoy no haya inclinado aún el pulgar para Cristina Cifuentes y otra muy distinta es que la presidenta madrileña tenga el apoyo moral y anímico del PP para continuar en el cargo. Cifuentes no se sostiene por un arrojo de credibilidad propia. Se sostiene artificialmente por un arranque de orgullo de partido porque Génova cree llegada la hora de no inclinar la cabeza y rendir pleitesía cada vez que Albert Rivera impone unas lecciones de ejemplaridad y dignidad política que en Ciudadanos tampoco abundan.

De momento, Rajoy -¡esas eternas esperas en la antesala del dentista…!- ha optado por plantar cara a Rivera en la apuesta final de una partida de póker ciego, en el que la apuesta aumenta, se iguala y se supera de modo vertiginoso y sin aparente control final. Agotado el crédito, las llaves del coche y la sortija de la abuela están sobre la mesa. El pulso de poder, la pugna de egos y la defensa de la honra ya no se basan en una inexistente defensa honorable de Cifuentes, sino en reivindicación del amor propio y la soberbia de un partido hastiado de que Cs marque su territorio. Harto de caer en las trampas oportunistas de un regeneracionismo que mide la pulcritud con doble vara.

Rivera ya ha empeñado su palabra: o el PP retira a Cifuentes o perderá Madrid. El master es lo de menos. Lo de más es la mentira. El PP intuye desesperado una jugada de farol y sabe que el socialista Gabilondo, hasta verse obligado por Pedro Sánchez, no compartía la maniobra de forzar su investidura junto a un Podemos fracturado. El PP empieza a leer su «Cifu-drama» en términos de dudoso pragmatismo: «perder Madrid y ganar la honra» para alimentar la autoestima, y confiar en que la «traición» de Rivera al votante huido y harto del PP permita al final recuperarlo, una vez comprobado que Ciudadanos se convierte en acólito de Podemos. El PP sitúa a su votante ante un dilema moral. Puede castigar al PP, encarnado en Cifuentes enrocada, por sus muchos errores, negligencias, mentiras y torpezas de cálculo político, pero no permitir que ese voto se emplee para un Gobierno condicionado por la extrema izquierda.

Cinismo sobra por arrobas en toda esta charanga de mentirosos sonrientes, académicos sobreactuados, alumnos de eternas pellas, firmas falsas y lobbies de charca en busca de corrupción académica. Cinismo en todos los partidos. En el PP duele la capacidad de Ciudadanos por manchar sus siglas contaminando a muchos con el chapapote de pocos. Pero es inevitable porque Cifuentes lo ha puesto muy fácil en este póker sin freno ni clemencia. Todos aparecen como alumnos falsarios en el máster de la política. Por eso Rajoy no va a convertir a Cifuentes en un mártir , pero tampoco va a sacrificarla sin exhibir antes un mínimo orgullo de pertenencia para obligar a Rivera a retratarse con el cartel de «neo-podemita».

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