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Pablo Iglesias quiere que el PSOE no le culpe de la investidura fallida

El cruce de reproches por las «mentiras» ha deteriorado la relación entre los dos partidos

Pablo Iglesias EFE

V. RUIZ DE ALMIRÓN/ G. SANZ

La semana ha resultado para Podemos un tobogán de emociones políticas. Después de pasar por ser la única formación que no dialogaba con nadie, el lunes pasado, a propuesta de IU, se sentó en la mesa «a cuatro» con los socialistas en busca de un «gobierno de izquierdas» y ha terminado dando una patada al tablero. «Decepción» era la palabra que empleaba el miércoles pasado, a las cuatro de la tarde, Íñigo Errejón para justificar por qué Podemos no iba a ir ya a la reunión con el equipo negociador del PSOE tras el espectáculo que acababan de ver: la firma del pacto entre Pedro Sánchez y Albert Rivera , a bombo y platillo, en la Sala Constitucional del Congreso, seguida de sendas ruedas de prensa reclamando a los demás que se sumen a la «segunda transición» que ellos pretenden protagonizar.

Cruce de reproches

Una hora tardó Podemos ese día en salir a escenificar que le había sentado como una puñalada trapera al «gobierno de izquierdas». A partir de ahí, todo fueron reproches. Que si «Podemos miente y lo sabe» a cuenta del abaratamiento del despido en los contratos temporales, de Antonio Hernando -luego resultó ser verdad y la indemnización fue aumentada en el documento con C’s-; que Podemos responde con ocho puntos en los que critica un acuerdo «de derechas»; que el PSOE contraataca con otro documeto llamado «Las ocho sinrazones de Podemos»...

Se antoja difícil que ambas formaciones puedan volver a la mesa de diálogo no ya antes del sábado 5, para evitar que Pedro Sánchez afronte una investidura fallida, sino después. El grado de inquina y desconfianza mutua es lo peor que ha quedado de esta semana turbulenta. Sánchez y los suyos insisten en el argumento de que Podemos es «capaz» de no votarles «para que siga Mariano Rajoy en La Moncloa»; un «insulto a la inteligencia», dicen los de Pablo Iglesias, que no contribuye sino a enrarecer aún más las relaciones. Los de Podemos parecen haber asumido que el PSOE está buscando ya rédito electoral -si se repiten los comicios- a la «pinza» que asegura existe entre PP-Podemos, y los de la formación morada no se van a dejar así como así.

La estrategia tanto de Ciudadanos como del PSOE va a pasar por tratar de hacer muy visible ese escenario en el que Podemos y PP acaben votando lo mismo. Iglesias se rebela claramente contra esa realidad, mutando para siempre de aquella pretendida «transversalidad» que defendía en los tiempos de su bisoñez política y que ahora parece enterrada. El líder de Podemos ha intensificado en los últimos días la ideologización de su discurso, algo que evitó durante mucho tiempo, y ya solo considera legítimo el pacto de izquierdas.

La presión sobre el PSOE empieza a alcanzar ya todos los frentes, y sus líderes autonómicos del partido están ya recordando a sus homólogos socialistas que si gobiernan en Extremadura, Aragón, Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha es gracias al apoyo de Podemos.La emergencia de Ciudadanos en las negociaciones dejó a Podemos en un segundo plano, y aunque después de las elecciones sus proyecciones en caso de adelanto electoral eran alentadoras, ahora no está tan claro que sucediese lo mismo.

En el PSOE cuentan con esa supuesta debilidad para forzar un entendimiento con Podemos al menos después de la primera investidura. Están convencidos de que antes de que vuelva a haber elecciones volverán a tener la iniciativa. Y para no fallar, necesitan a Podemos.

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