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Bernardo Montoya dejó restos biológicos en el cuerpo de Laura Luelmo que prueban la agresión

Hallan sangre en la casa, en una manta y en el maletero del coche del presunto asesino

La ira de un pueblo contra el asesino confeso de Laura ATLAS
Cruz Morcillo

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Laura Luelmo aún no ha sido velada, pero la Guardia Civil ya ha logrado componer un relato bastante preciso sobre el autor de su muerte y las circunstancias que rodearon el crimen. Las últimas 48 horas han sido dos jornadas sin descanso para los investigadores . Empezaron el lunes con el hallazgo del cadáver en un paraje, cerca de un barranco junto a la carretera, a unos cuatro kilómetros de El Campillo (Huelva), y anoche continuaban con gestiones en busca de los objetos personales de la víctima y más evidencias. Entre medias, lograron que Bernardo Montoya , el expresidiario de 50 años detenido, confesara los hechos y diera una versión falsa e incompleta pero que también servirá para confrontarlo con las pruebas. La autopsia además ha confirmado que Laura, que llegó a Huelva persiguiendo su sueño, fue agredida sexualmente por su vecino, ese del que tuvo temor solo con verlo.

El informe forense concluye que la profesora zamorana de 26 años murió entre 48 y 72 horas después de su desaparición a consecuencia de un fuerte golpe en la frente y que su agresor dejó sus restos biológicos en el cuerpo de la joven , una prueba inequívoca de que la violó antes de matarla.

La retuvo en su casa

Los investigadores de la Guardia Civil han encontrado restos biológicos de la víctima en el maletero del Alfa Romeo del detenido, y sangre en una manta en la que admitió que la envolvió para trasladarla. Y además, tras la primera declaración del detenido, los agentes se dirigieron ayer a media mañana, junto con el propio Montoya, a su casa de El Campillo (en la que llevaba solo un mes) para una reconstrucción de los hechos. Allí, los investigadores hallaron restos de sangre al aplicar luminol -sustancia que la detecta de forma indubitable-, a pesar de que se había fregado concienzudamente la vivienda, informa Efe.

Los agentes que llevan la investigación estiman que Laura pudo ser retenida la primera noche , el miércoles de su desaparición, en la casa de Bernardo Montoya, y que fue trasladada al día siguiente al lugar en que fue hallado su cuerpo semioculto bajo unos matorrales.

Frente a la contundencia de la autopsia y de las evidencias halladas -probablemente habrá más-, Montoya decidió confesar.

«La chica salió de su casa y se me acercó a preguntarme algo. Yo estaba sentado en una silla en la puerta de la mía, que están frente a frente. Ella me dijo: “Hola vecino, oye ¿sabrías de algún supermercado por aquí? Es que soy nueva”. Yo le respondí: “Claro, mujer”, y le di una dirección. La engañé porque la mandé a un callejón sin salida donde no había supermercado ni nada. En cuanto se alejó un poco yo corrí a por mi coche. Me monté y dando un rodeo llegué primero al callejón. Allí esperé a que llegara. Cuando la chica apareció en el callejón sin salida, se quedó como sorprendida y me preguntó: “ ¿Qué haces aquí? Y mirando hacia los lados dijo: “¿Y dónde está el supermercado?”». Así arranca el relato del detenido, que fue avanzado por el programa «Espejo Público» (A3).

Fuentes de la investigación insisten en que la versión de Montoya, que probablemente sea cambiada en posteriores comparecencias, está encaminada a que se le exculpe de los hechos más graves. Niega la agresión sexual cuando, como se ha dicho, está plenamente confirmada por los informes forenses y otras evidencias. Sí admite que ese fue el móvil de seguirla y acorralarla, pero, como bien sabe él, la intención no siempre se condena (ya le ocurrió con la mujer a la que atacó en El Campillo en 2008, caso en el que solo fue condenado por amenazas).

«Entonces, sin decir palabra, la agarré y golpeé con violencia su cabeza contra el maletero de mi coche. Quedó inconsciente en el suelo. Tenía una cuerda en el vehículo y aproveché un trozo para atarle las manos a la espalda. La metí en el maletero del coche y la envolví en una manta con el propósito de agredirla sexualmente después. Conduje hasta el lugar donde la encontraron. Al llegar, la desnudé de cintura para abajo y traté de violarla, pero a pesar de que ella estaba inconsciente no lo conseguí. Lo intenté, pero nada. Juro que al final no la agredí sexualmente. Luego me asusté. La saqué del coche y la trasladé como pude hasta la zona de las jaras. Y me fui corriendo, pero juro que cuando yo la dejé allí, la chica todavía estaba con vida».

El cuerpo de Laura Luelmo presentaba signos de arrastre. Es probable que la abandonara malherida, aunque tampoco puede descartarse que la data no sea del todo precisa, al tratarse de un informe preliminar, y que la muerte ocurriera antes. En cualquier caso, el detenido no la asume para tratar de enfrentarse a una pena por homicidio en lugar de asesinato al dejar en el aire la posibilidad de una muerte accidental . Es llamativo que confiese, pero no acepte los dos delitos de mayor gravedad y que lo enfrentan a una eventual pena de prisión permanente revisable.

Una parte de la verdad

«Me fui corriendo», continuó contando en presencia de su abogado. «Llevaba en el coche las zapatillas de la chica y el teléfono. De regreso a casa, tiré el teléfono en un contenedor y unos minutos después las zapatillas en otro contenedor. Llegué a casa e intenté dormir, pero no lograba conciliar el sueño. Así que decidí salir a andar. Salí de casa a dar un paseo. Los días siguientes iba a ver a gente, a conocidos, a amigos y luego regresaba a casa, hasta que un día vi a la Guardia Civil. El sábado por la tarde traté de entrar en mi casa, pero estaba allí la pareja de la Guardia Civil. Al verles, salí corriendo para no volver ». Esta es hasta ahora, la confesión de Montoya. Apenas una parte de la verdad.

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