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Mas, un político de arrojar la piedra y esconder la mano

La gallardía tras el 9-N o la «desobediencia» se tornan sumisión ante el juez y el TC

Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña EFE

ÀLEX GUBERN

Del mismo modo que la Generalitat usa un doble lenguaje en relación a la transferencia de fondos del FLA -colaborativo en privado, de confrontación en público-, el proceso soberanista está lleno de ejemplos en el mismo sentido. Desde el púlpito, lenguaje encendido y llamada a la desobediencia; frente al juez o recurriendo ante el Tribunal Constitucional, una escrupulosa obediencia legal, por lo que pueda pasar.

El ejemplo más reciente se ha visto con el recurso planteado por el Parlamento catalán ante la suspensión cautelar ordenada por el TC de la «declaración de ruptura» aprobada por Junts pel Sí y la CUP a principios de mes. La citada declaración instaba al futuro Gobierno a no obedecer más mandato que el surgido de la Cámara catalana, a desobedecer de manera explícita al TC y a iniciar la «desconexión» de España. El texto, celebrado por el indepenentismo como algo así como el «punto de no retorno» para la ruptura , fue tumbado de inmediato por el Constitucional, ante lo que el Parlament no respondió apelando a la «desobediencia», sino con un recurso en el que, siendo suaves, viene a decir que toda la gallardía de entonces era en realidad pose. «Las mociones y resoluciones parlamentarias carecen de fuerza legal de obligar y tampoco pueden desplazar o anular, por sí mismas, la aplicación del principio de legalidad al que están sujetos el Gobierno y los ciudadanos», reza el recurso presentado por la cámara presidida por Carme Forcadell , nada coherente entre lo que dice y lo que practica.

Doble lenguaje

Otro ejemplo palmario de doble lenguaje se vivió a raíz del proceso judicial abierto contra Artur Mas y dos de sus consejeras por la consulta del 9 de noviembre de 2014 . Ese mismo día, crecido ante el éxito de participación y la inacción del Estado, Mas proclamó a modo de desplante: «Si la Fiscalía busca un culpable, ese soy yo y mi gobierno». Citado a declarar ante el TSJC, Mas ofreció luego una doble cara. Se dejó agasajar primero por la concentración soberanista a las puertas del tribunal, pero una vez dentró, ante el juez, no apeló a la épica sino al más estricto legalismo. Su tesis: él fue el responsable político, pero la ejecución de la consulta tras la suspensión del TC fue obra de voluntarios . Es decir, ni él ni su Gobierno desobedecieron. Un contraste con la resolución de ruptura, impregnada de desobediencia al más puro estilo CUP, que semanas después Junts pel Sí y el partido antisistema aprobaron en el Parlament.

Ejemplos de este doble lenguaje está lleno el proceso catalán, un arrojar la piedra y esconder la mano muy propio del estilo de CDC, algo que exaspera a los más puristas entre el soberanismo. La vicepresidenta de la Generalitat y consejera de Bienestar en funciones, Neus Munté , aseguraba que «la desobediencia no ha de ser el objetivo de la Generalitat». En una entrevista en Catalunya Ràdio, precisaba que el término desobediencia no ha de ser utilizado «de manera generalizada ni frívola porque estamos hablando de impulsar una legalidad, unos objetivos que son plenamente democráticos».

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