Hazte premium Hazte premium

Manuel Marín - ANÁLISIS

Manoseo de la Justicia

«Todo el caso Nóos está viciado y contaminado, jurídica y socialmente, desde el primer momento»

El juez instructor del caso Nóos y Manos Limpias no han sido los únicos damnificados de la sentencia de la Audiencia de Palma de Mallorca. El fiscal Pedro Horrach también ha salido pésimamente parado, si no vapuleado, por plantear una acusación que las magistradas han considerado excesiva. Y en este caso, el golpe al fiscal es doble en la medida en que tampoco han acogido su petición de una fianza para que Iñaki Urdangarin se libre de momento del trago de la cárcel.

Todo este proceso está viciado y contaminado, jurídica y socialmente, desde el primer momento. De ahí, la lógica perplejidad ciudadana con todo lo ocurrido, incluida la decisión de que los dos principales condenados eludan de momento la prisión, cuando se trata de penas graves superiores a cinco años de reclusión, y cuando el criterio habitual es el encarcelamiento automático.

La indignación por una aparente sed de justicia no saciada es la consecuencia de este populismo barato y justiciero. Doctores tiene la santa madre justicia, pero la percepción de que ha existido un conchabeo jurídico sin contemplaciones se ha asentado en una parte relevante de nuestra sociedad. Ocultar la realidad es absurdo. Por eso cobra sentido que Horrach trate de salvar la cara de una acusación que, según el criterio del Tribunal, estuvo ampliamente sobredimensionada. Buscar sed de justicia en cadalsos plantados en las plazas públicas es un error en cualquier democracia que se precie de serlo. Pero es legítimo impugnar lo que el fiscal considera una excesiva benevolencia del Tribunal sentenciador.

Horrach es firme en sus convicciones y en su solidez jurídica, y el Supremo dictará en su día un fallo definitivo. Pero cometerá un error Horrach si de lo que se trata es de ajustar cuentas con el Tribunal a través del Supremo. El caso Urdangarin ha entrado en una nueva fase, y los ajustes de cuentas entre togas deben cesar. Se trata de establecer un criterio unánime y ecuánime de la justicia, y no de elevar la apuesta de los egos a la enésima potencia, de micrófono en micrófono. Urdangarin tiene su parte. Pero el manoseo de la justicia ya resulta tóxico.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación