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Esperanza Aguirre dimite

La «jefa» que siempre necesitó un enemigo

La corrupción se lleva por delante a la lideresa que se creció contra compañeros a los que combatir: Gallardón, Rajoy y Cifuentes

Esperanza Aguirre este lunes tras dimitir como concejala del PP madrileño Maya Balanya
Mayte Alcaraz

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Esperanza Aguirre (Madrid, 1952) no sabía cuando almorzó con Ignacio González a primeros de este mes que sería su última comida juntos. No porque su relación ya no fuera lo que fue, sino porque veinte días después el ofendido, «Nacho» para ella, estaría en el módulo de ingresos de la cárcel Soto del Real y ella, la todopoderosa «jefa», a la que tanta gracia le hacían los piques de González con Granados, cerraría el círculo lastimosamente en el mismo sitio donde lo empezó hace 25 años como concejal de Álvarez del Manzano: la plaza de la Villa de Madrid.

Hacía tiempo que no se veían porque a los últimos almuerzos con los otros presidentes de la Comunidad, Joaquín Leguina y Alberto Ruiz-Gallardón , nunca estuvo invitado Ignacio González. Lo que es la vida. La lideresa terminó compartiendo tapas con dos de sus principales rivales y huyendo de la persona que más cerca tuvo, a la que en premio dejó de sucesor contra los dossieres que iban y venían y la opinión de otro de sus adversarios, Mariano Rajoy . La mejor Aguirre se fue cuando Rajoy dejó de ser débil. Porque la expresidenta solo se reconocía con un enemigo enfrente. Eso fue lo primero que aprendió cuando el programa «Caiga quien caiga» la convirtió en una caricatura y supo transformar ese acoso televisivo en capital político. Sus años dorados no fueron los de la gestión exitosa de la Comunidad, que lo fue, de 2003 a 2011, ni cuando Aznar la nombró ministra o presidenta del Senado, sino los que se escribieron con la sangre política de sus adversarios , y si eran del PP, mejor.

Moldeó su fama de peleona combatiendo con Alberto Ruiz-Gallardón, sobre todo desde que el exministro cuestionó la versión oficial del tamayazo , aquel abandono inopinado de dos diputados del PSOE que dejaron a Rafael Simancas con el terno de presidente en el armario y a ella le dieron una segunda oportunidad para desembarcar en la maquinaria política más fabulosa y potente de España.

Fue en ese tiempo cuando su imperio se tejió sobre un curioso «liberalismo» que multiplicaba tentáculos por medios, togas y despachos económicos, cuando se olvidó de escuchar a los que de verdad la apreciaban y solo oyó las lisonjas de los aduladores que mientras le engordaban el ego hacían lo mismo con su propia faltriquera: Francisco Granados e Ignacio González. Cuando la sede de la Puerta del Sol abría sucursales en Suiza y los despachos anexos al suyo se convirtieron en una mezcla de «Sálvame» y la «TIA» de Mortadelo y Filemón, la política con más tirón mediático de España, la dirigente que las televisiones «progres» mataban por entrevistar garantizándose un buen «share», la «Thatcher» de Chamberí, de nada se dio cuenta.

La «baraka» de Aguirre

Enrolada en la postverdad de la teoría de la conspiración del 11-M, se creció en los momentos más bajos de Mariano Rajoy, al que sus amigos mediáticos dedicaban ofensas personales mientras ella amagaba con disputarle el liderazgo . La contraofensiva en 2008 de barones como Núñez Feijóo o Francisco Camps evitó un cuerpo a cuerpo con el hombre con el que salvó la vida en un accidente de helicóptero en 2005, demostrando su «baraka», tan legendaria como sus mayorías absolutas. Su larga dimisión diferida arrancó en 2012 cuando, tras detectársele un cáncer de mama in situ, dejó la Comunidad. Sus críticos vieron en ello una suerte de huida el día que los recortes de la crisis y los escraches populistas llamaron a su puerta.

Y a pesar de los pesares, el jefe contra el que ejerció una posición crítica hasta el último día, le permitió en 2015 ser candidata al Ayuntamiento so pretexto de que iba a movilizar el voto pata negra del PP y lo que realmente logró fue llevar en volandas a Manuela Carmena a la Alcaldía. Para cuando Cristina Cifuentes sustituyó a Gallardon y a Rajoy en su inventario de rivales a batir ya era demasiado tarde. Para ella, para Nacho y para Paco. Por eso ayer, pese a su incontestable servicio público y a los éxitos electorales que le procuró a su partido, el PP de los maricomplejines la despidió con solo dos párrafos.

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