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La irritante superioridad europea que nos sigue tratando como atrasados

La historiadora María Elvira Roca Barea analiza cómo el complejo de superioridad de algunos vecinos europeos influye en el trato que dan al independentismo catalán, atacando a España, el país cuyas empresas lideran la inversión en el Reino Unido. La autora de «Imperiofobia y leyenda negra» se pregunta si Europa es la solución o «el problema»

El expresidente catalán Carles Puigdemont, en Alemania EFE

MARÍA ELVIRA ROCA BAREA

Desde que Puigdemont el Errante llevó su dorado exilio pagado con los impuestos de todos los españoles a Bélgica, la opinión pública española anda de sobresalto en sobresalto conforme va descubriendo que en el otro lado del Pirineo sigue tan viva como siempre la imagen de una España inquisitorial y atrasada, pseudoafricana e intolerante, incapaz de gestionar correctamente la democracia y el respeto a la ley. Al sobresalto belga, se han sumado los que ahora vienen de Alemania. Pero hay más.

Los artículos en lengua inglesa se suceden en un tono de irritante superioridad que los ingleses afectan mantener pero que ya no se cree nadie. Y ellos menos que nadie. Tentándose los harapos del imperio que un día creyeron eterno y que solo duró 70 años, las élites inglesas todavía no han podido encajar que un día se levantaron y se encontraron con que las empresas españolas eran el principal inversor extranjero en la isla. ¿Y estos de dónde han salido, si estaban al borde del rescate financiero en 2012?, se preguntan con asombro. Y seguramente no atinan a contestarse que efectivamente los cerdos (PIG’S) pueden volar e incluso aterrizar en territorio inglés -igual que en la portada de Animals, de Pink Floyd- y no precisamente como parias de la tierra.

En 1910 Ortega acuñó una frase que se hizo tremendamente popular y que se convirtió en una especie de faro que atrajo las voluntades de varias generaciones de españoles cultos y no tan cultos: «España es el problema y Europa, la solución».

El contexto que hace posible el éxito de esta frase y explica su trascendencia posterior es el de una España que vive su existencia como un problema, como una anomalía que habita entre lo atrasado y lo inmoral. Ahora bien, se está atrasado con respecto a algo que está delante y se es inmoral con respecto a una norma de conducta establecida de excelencia ética que no se llega a alcanzar.

Eso que está delante y detenta la medalla de la excelencia ética era para los españoles Europa. El verbo «detenta» va usado con toda intención y en el primer sentido que la RAE le da: poseer o retener algo ilegítimamente. Una parte grande de Europa, notablemente la protestante, ha detentado estos títulos de superioridad, incluso, como dijo alguien, ostentóreamente. Sucede, sin embargo, que esta ostentación ostentórea necesita para existir no solo de un alto grado de autoconfianza de los que se consideran superiores sino también de una dosis muy elevada de credulidad de los inferiores. Y es en este segundo flanco donde se está produciendo un estremecimiento genial.

De repente un chiquillo ha gritado que el rey va desnudo en el desfile. Y efectivamente no sólo va desnudo. Además tiene michelines. Quizás habría que invertir los términos de la frase orteguiana y considerar, siquiera como posibilidad, que Europa puede ser un problema y España, la solución.

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