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Instituciones Penitenciarias tiene bajo la lupa a más de 300 presos musulmanes

Una «unidad de Inteligencia» pionera en la Unión Europea canaliza hacia las Fuerzas de Seguridad toda la información que sale de las cárceles

Abdelkrim Bensmail (dcha.), uno de los presuntos terroristas a los que juzga la Audiencia Nacional en 2007 EFE
Pablo Muñoz

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Las cárceles son, en este momento, objetivo prioritario en la lucha contra el terrorismo yihadista, ya que se trata de uno de los principales focos de radicalización de musulmanes. El diagnóstico no es nuevo. No mucho después de la matanza del 11-M en Madrid, en 2004, la Comisaría General de Información de la Policía lanzaba la operación Nova contra una célula que quería volar la Audiencia Nacional con un camión cargado con explosivos.

El grupo criminal estaba dirigido desde prisión por Mohamed Achraf. Mercedes Gallizo, entonces directora general de Prisiones, advirtió de que Instituciones Penitenciarias tenía que jugar un papel clave en el combate contra este fenómeno porque muchos individuos se radicalizaban detrás de los muros de las cárceles. Es más; convenció a los responsables del Ministerio del Interior de que su participación en las reuniones en las que se decidían las estrategias contra este nuevo tipo de terrorismo era clave si de verdad se quería ser eficaz.

«Se pusieron en marcha grupos de control, y seguridad un poco a imagen de lo que se hacía en Estados Unidos», explican las fuentes de Prisiones consultadas por ABC. «Se trataba de tener una vigilancia más intensa sobre aquellos internos que tenían unos perfiles más problemáticos», añaden, un poco a imagen y semejanza de lo que sucedía con los presos incluidos en el Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES).

Esa primera iniciativa, con el paso de los años, ha dado lugar a un plan concreto y mucho más elaborado de prevención de la radicalización de reclusos , que incluye la creación de una «unidad de Inteligencia» dependiente de Prisiones, en la que se analizan, filtran y elaboran las informaciones que proceden de todos los centros penitenciarios de España. Se trata de una estrategia que está a la vanguardia de los países de nuestro entorno y que a día de hoy pone bajo la lupa las actividades, comunicaciones y comportamientos de más de 300 presos musulmanes con indicadores de riesgo.

No es, sin embargo, un plan dirigido exclusivamente a la prevención de la radicalización, sino que además prevé pautas de intervención sobre los internos que ya están en esa fase. El objetivo es el de desechar cualquier comportamiento violento , no el de cambiar convicción religiosa alguna.

«Cada centro penitenciario -explican las fuentes consultadas- tiene un grupo de personas formadas en la materia que recoge la información que sale de los módulos y que tras un primer filtro es enviada a los servicios centrales, una vez contrastada. En éstos hay otro equipo de expertos que es el que la analiza y, dependiendo de su importancia, la transmite a una unidad de coordinación y seguridad. Es ahí donde se decide si es necesario trasladar los datos a las Fuerzas de Seguridad para que comiencen sus investigaciones».

«Dividimos a los internos susceptibles de estar en este programa en tres grupos . En el primero están encuadrados aquellos que tienen delitos de sangre o que han hecho un trabajo de proselitismo de las actividades terroristas o las han financiado. En estos momentos, se trataría de un grupo de 120 individuos».

«Agentes radicalizadores»

En el segundo escalón están encuadrados los «agentes radicalizadores»; es decir, aquellos que aprovechan las especiales circunstancias de una prisión –lugar cerrado, en el que es fácil buscar grupos afines para protegerse y donde hay mucho margen para la manipulación–, para arrastrar al interno hacia posiciones extremistas. Por supuesto se trata de individuos carismáticos , con personalidad marcada y dotes de liderazgo. Hay unos 40 individuos.

En el tercer escalón se situarían los delincuentes comunes , muchas veces con delitos de poca entidad pero que entran en contacto con los anteriores y acaban radicalizándose. Dentro de este perfil se encuadrarían unas 150 personas.

«En general los tres grupos son bastante estanco, aunque es verdad que los del tercero, en función de cómo haya sido su proceso de radicalización, pueden dar el salto a agente radicalizador. Eso sí, la condición indispensable para ello es que tenga una personalidad capaz de arrastrar a terceros a sus planteamientos».

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