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Manuel Marín - ANÁLISIS

Los huevos de Homs

el exdiputado Francesc Homs (i), junto a varios invitados, durante el acto de diputados de JxSí y de la CUP EFE
Manuel Marín

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Hoy, Berlanga tendría el guión hecho sin esfuerzo alguno. Y Summers, garantizado un Goya. Un consejero catalán convenientemente purgado en minutos no teme la consulta ilegal por un sobrevenido miedo a ser declarado culpable de sedición y encarcelado, sino por dejar a su familia sin dinero. «Ni cinc», que diría esa alquimista de las finanzas que es Marta Ferrusola. Y otro antiguo consejero y portavoz parlamentario condenado en firme por los jueces revela estar «hasta los huevos» de que Carles Puigdemont pierda un diputado cada quince días en los sondeos por su sistemático error de actuar como mamporrero de ERC y la CUP. Sin embargo, cuando era Francesc Homs quien decidía y movilizaba a los alcaldes, bastón de mando en ristre, para coaccionar a los jueces; cuando era él quien organizaba la consulta farsa del 9-N pagando con dinero público urnas de cartón; o cuando prometía la independencia catalana desde su escaño en el Congreso, no estaba «hasta los huevos» de nada. Solo lo está ahora… cuando ha quedado inhabilitado y multado por el Tribunal Supremo, y pasa sus lunes al sol jugando a la petanca esperando tiempos mejores.

El independentismo no busca un golpe de Estado… Más bien se ha dado de bruces con un golpe de realismo. «Si van contra el patrimonio de uno…», admitió anteayer en un alarde de ingenua sinceridad el destituido consejero Jordi Baiget… Así no juegan. Es un fiel retrato del estado de psicosis en que se halla un separatismo capaz de regalar a la CUP todo el protagonismo de la «Ley de Autodeterminación de Cataluña».

La senda marcada por los «illuminati» del separatismo ya está plagada de dudas personales, rencores mutuos, desconfianza abierta y cálculos electorales. El factor emocional está solo prediseñado para monitorizar a aquellos catalanes embebidos de un sueño irreal que realmente creen que su voto servirá para cambiar la historia de España en una «república catalana independiente». Pero frente al votante cegado, los impulsores de la consulta ya muestran sus debilidades. Hay directamente quienes ya no creen porque nadie los rescatará de una inhabilitación dentro de dos o tres años, regalándoles un escaño, una consejería o una portavocía. Las habrá copado la CUP. Otros son conscientes de que ERC se repartirá avaramente los réditos de su desgaste porque el PDECat apunta a residual. Y los más realistas… los más realistas aún callan mordiéndose la lengua, por miedo a la depuración inmediata, en la conciencia de la ruina que sería una Cataluña independiente. Desde hoy, la elección ya es simple: «ni cinc», o petanca de lunes al sol. Que elijan.

Manuel MarínManuel Marín

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